Capítulo 5

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NOCHE DE MARCHA

Al día siguiente se levantaron tarde, muy tarde. Después de una intensa noche de
sexo, durmieron hasta bien entrada la mañana.
Sergio fue el primero que se despertó y contempló el esbelto cuerpo de su novia
desnudo sobre la cama. El intenso calor del mes de julio hacía imposible cubrirse ni
siquiera con una sábana y pudo disfrutar a su antojo del placer de mirar las curvas que
poblaban sus sueños cuando estaba lejos y llenaban sus manos cuando estaba cerca.
Marta era muy dormilona, mientras que él, debido a los horarios de navegación, era
muy madrugador: le gustaba levantarse temprano y tomar un buen desayuno sin las
prisas del barco, pero aquella mañana se sentía incapaz de despegarse de aquella cama.
Alargó la mano y acarició la cintura y las nalgas que se elevaban airosas bajo ella,
con la esperanza de despertarla, pero no lo consiguió. No hasta casi la hora del
almuerzo en que Marta abrió perezosamente los ojos azules y le sonrió. El sol estaba ya
muy alto.
-¿Todavía acostado, marinero?
-Una sirena me ha atrapado en esta cama y ejerce su influjo para que no pueda salir
de ella.
-¿Qué hora es?
-La una y media.
-¿No has desayunado?
-Aún no.
-¿Aún? Me temo que a estas horas Manoli te pondrá delante un filete con patatas en
vez de un café.
Sergio rio.
-Sí, eso me temo.
-Si almorzamos temprano me vendrá bien, así puedo irme pronto Sergio frunció el ceño ligeramente.
-¿Te vas?
-Me temo que sí, tengo que reunirme con mi cliente esta tarde. Pero esta noche
vendré a dormir de nuevo.
-Estupendo. Me gustaría pasarme por el bar para ver a Hugo. ¿Te importa si nos
acercamos un rato?
-Claro que no. Se lo podemos decir a Miriam y a Ángel y luego irnos de marcha
los cuatro. O los cinco, que seguro que tu hermano se apunta.
Sergio rio.
-Hugo se apunta a un bombardeo.
-Bien, entonces ya hay plan para hoy. Estoy deseando una buena noche de marcha
contigo incluido, para variar. Ahora mejor será que nos levantemos y comamos algo.
-Antes un beso...
Marta se volvió hacia él, le besó con intensidad y luego se levantó de un salto. No
podía dejarse enredar, tenía que estar a las cuatro en el despacho y no quería llegar
tarde.
Sergio sacudió la cabeza y lamentó que su estrategia de retenerla un rato más en la
cama no hubiera funcionado.
Marta estuvo fuera toda la tarde y Sergio aprovechó para pasarla con sus padres;
tomar un café tranquilo y charlar con ellos, ponerse al día mutuamente sobre lo
acontecido en los tres largos meses que había pasado navegando.
Se relajó y disfrutó de estar en casa, y al caer la noche, Marta regresó ya dispuesta a
pasar unas horas de diversión.
Serían las diez cuando, junto con Ángel y Miriam, traspasaron la puerta de Alveares,
el bar donde trabajaba Hugo. Era un local alargado con una barra situada a la izquierda
y unas pocas mesas entre esta y la puerta. Sergio le divisó nada más entrar, el bar
estaba casi vacío y su hermano estaba detrás de la barra charlando con una chica bajita
y delgada, ambos con evidentes síntomas de aburrimiento.
La cara de Hugo se iluminó al verles y salió a su encuentro con pasos apresurados.
Se abrazaron con efusividad.
-¡Sergio! -Hola, pequeñajo -era una broma entre ellos desde que Hugo cumplió los
dieciséis años y adelantó en estatura a sus dos hermanos mayores, que tampoco eran
bajos.
-Pensaba pasar por casa mañana, mamá ya me dijo que llegaste ayer.
- Ya ves que no ha sido necesario, aunque a ella le alegrará mucho verte. Dice que
te vendes caro. Marta tenía ganas de un rato de diversión y hemos decidido pasar
nosotros por aquí.
-Pues venid y os serviré algo.
Se sentaron todos en los taburetes que había delante de la barra y Hugo ocupó su
lugar detrás de la misma. Miró a la chica e hizo las presentaciones.
-Ella es Inés. Y estos mi hermano Sergio y su novia Marta y él es Ángel, el novio
de Miriam. A ella ya la conoces.
Miriam había acudido a Alveares semanas atrás para ayudar a Inés a arreglarse en
su primera noche de trabajo tras la barra y ambas habían congeniado de inmediato.
-Encantada de conoceros a todos -dijo la chica y Marta la miró comprendiendo
que su amiga tenía razón. Inés era muy diferente al tipo de mujer que solía rodear a su
cuñado. Le vendría bien un cambio.
-Igualmente, Inés.
Hugo sirvió bebidas para todos, incluida una cerveza para Inés y para él y charlaron
durante un rato. Al fin el bar se quedó vacío y ellos también decidieron marcharse.
Hugo aceptó irse de marcha con sus hermanos, pero no así Inés que rehusó alegando
que estaba cansada y tenía que madrugar al día siguiente. Él la acompañó a su casa en
la moto y luego se reunió con los demás en una conocida discoteca.
Desde el lugar donde estaban sentados le vieron aparecer con su cazadora de cuero
y su larga melena negra y comprobaron cómo una serie de ávidas miradas femeninas le
siguieron hasta la mesa.
-¿Qué te apuestas que tu hermano no se va solo a casa esta noche? -preguntó
Marta bajito a su cuñada y amiga.
-No me apuesto nada porque perdería. No tiene ni que chascar los dedos el tío.
Él ni se percató de la expectación que había despertado entre las féminas y se sentó
junto a su familia.
Encargó su bebida y todos empezaron a charlar animadamente. Poco después, Marta tiró de Sergio en dirección a la pista de baile, deseosa de
bailar. Normalmente, cuando salían, ella y Miriam bailaban solas, porque con
frecuencia los compañeros de baile solían querer algo más cuando acababa este. Y
ambas eran escrupulosamente fieles a sus novios.
-Vamos nosotros también -pidió Miriam a Ángel.
-Ve con tu hermano, yo me quedo aquí en la mesa. Ya sabes que no me entusiasma
bailar. Además, alguien se tiene que quedar ocupando la mesa o la perderemos.
-Ve con ella, yo me quedo.
-No te esfuerces, Hugo. Ángel no baila, no es un sacrificio para él quedarse en la
mesa.
-En ese caso... alguien tiene que hacerle los honores a esta chica tan bonita.
¡Vamos, cariño!
Se integraron con los demás y empezaron a moverse. La música de salsa hacía
contonear los cuerpos con un ritmo sensual y Miriam sintió sobre ella las miradas
punzantes de algunas mujeres sentadas a las mesas mientras su hermano movía las
caderas justo delante de ella.
Marta y Sergio rozaban las suyas acompasadas al ritmo de la canción sin
preocuparse más que de ellos mismos, sumidos en su propia burbuja que los alejaba del
resto de bailarines.
Después de unas cuantas canciones Miriam le dijo a su hermano.
-Me voy a la mesa, Ángel está allí solo y me da cosa.
Hugo se lo estaba pasando fenomenal y arrugó el ceño.
-Está solo porque quiere, debería estar bailando contigo, es lo normal.
-No le gustan las discotecas, prefiere los ordenadores. Si está aquí esta noche es
para celebrar la llegada de Sergio y porque este lo propuso y no supo negarse.
Normalmente a las discotecas venimos Marta y yo solas.
-Causaréis furor, y os asediarán en cuanto entráis.
-Solo al principio. Tenemos un truco. Si ponemos cara de perro a los primeros que
se acercan, y Marta es buenísima en eso, nos suelen dejar bailar en paz y los que se
unen es solo para eso, para marcarse unos pasos con nosotras.
-Comprendo. Los tíos somos así, bastante buitres en lo que se refiere a las mujeres.
Miriam soltó una carcajada. -¿Los tíos? Deja que me siente y te quedes solo en la pista... ya verás lo corderitos
que sois los hombres.
-¿Por qué lo dices?
-Porque a lo mejor tú no te has fijado, pero hay auténticos charcos debajo de
algunas sillas viéndote bailar, y a sus dueñas les va a faltar tiempo para venir hacia
aquí en cuanto me siente.
Hugo sonrió. Sí se había percatado de alguna que otra mirada insinuante, pero no
tenía intención de ligar aquella noche. Estaba con su familia y quería disfrutar de ella,
hacía meses que no veía a su hermano. Aunque no le hacía ascos a algún que otro baile.
Miriam se dirigió a la mesa y nada más sentarse, vio a dos mujeres levantarse con
rapidez y acercarse a su hermano.
-No te importa que me haya quedado aquí, ¿verdad? -le preguntó Ángel a su lado.
Ella le cogió la mano.
-Claro que no.
-Ya sabes que el baile no es lo mío.
-No te preocupes. Yo tampoco jugaría a matar zombis online por mucho que a ti te
guste.
-Gracias -respondió, dándole un apretón en los dedos.
Sergio y Marta se unieron a ellos y se sentaron sudorosos y sedientos a disfrutar de
sus bebidas. Miriam tomo un sorbo de su refresco; puesto que le tocaba conducir, debía
prescindir del alcohol.
Ambas mujeres observaban a Hugo que bailaba con dos chicas a la vez. Sergio
siguió la mirada de Marta y sonrió.
-¡Cómo se lo monta!
-Él no ha hecho nada, se le han lanzado las dos en cuanto me he venido de la pista.
-Menos mal que no me enamoré de él, sino de ti -dijo Marta dándole un beso
ligero en los labios a su novio-. Estaría siempre muerta de celos, las mujeres lo
acosan allá donde va.
-¿Me estás diciendo que él es más guapo que yo?
-Hugo no es más guapo que tú, de hecho tú eres el más guapo de los tres.
-Hum... ¿Me estás haciendo la pelota para algo, Marta Hinojosa?
-Podría ser. Pero es la verdad, y si no, Miriam te lo puede decir, ella es imparcial. Esta asintió. Sergio era el más guapo de los hermanos, con su pelo ondulado y sus
ojos castaños y dulces, sus músculos marcados y su encanto natural.
Javier era el más interesante, tan serio y rodeado siempre de un halo de misterio,
que ella sabía se debía a su amor por Marta, ese amor que guardaba celosamente muy
dentro para que nadie advirtiese, pero que todos conocían.
Y Hugo no era guapo, sus facciones eras más toscas que las de sus hermanos, la
nariz grande, los labios carnosos y las cejas negras y espesas. Pero era atractivo y sexy
como el demonio, y la profunda mirada de sus ojos negros atraía a las mujeres como un
imán.
-Marta tiene razón, tú eres el más guapo.
Hugo se acercó a la mesa en aquel momento y le dio un largo trago a su vaso.
-¿Quién es más guapo que quién? -preguntó.
Marta agarró a su novio del brazo con afán posesivo.
-¡Mi Sergio es el más guapo del mundo! -bromeó.
-Hermano, creo que esta señorita te está tirando los tejos descaradamente, y te está
pidiendo un buen polvo.
-Lo tendrá.
-También a ti te lo están pidiendo -comentó Ángel-. A pares.
-Pues las dos se van a quedar con tres palmos de narices, porque son ya las cuatro
y media de la madrugada y abro el bar a las siete. En una hora o así me iré a casa a
darme una ducha y directo al curro.
-Hay tiempo más que suficiente, hombre, si te vas ahora -apuntó su cuñado.
-No para mí. Además -dijo mirando a la pista donde sus dos compañeras de baile
parecían esperarle-, tendría que escoger entre las dos y no lo tengo muy claro. Mejor
sigo bailando.
-Anda, ve que se te impacientan -apremió su hermano.
Regresó a la pista y continuó bailando
Sobre las cinco y media se despidió de ambas y sin querer aceptar los teléfonos de
ninguna de ellas, se acercó a la mesa.
-Yo tengo que irme ya.
-Todos nos vamos, es hora de irnos a la cama -respondió Miriam.
-Eso vosotros, yo me voy al trabajo. -¿Y cómo puedes aguantar el ritmo?
Hugo se encogió de hombros.
-No hago esto todas las noches, Miriam. Solo cuando una pandilla de juerguistas
que están de vacaciones vienen a provocarme para que me vaya de marcha con ellos.
Dormiré un rato a mediodía.
-Yo también trabajo mañana -comentó Marta-. Aunque tengo tiempo de dormir
tres o cuatro horas.
-Ja, ja, dormir... que te crees tú eso -sentenció Sergio.
Ella se agarró a su cintura dándole a entender que estaba dispuesta a escamotear un
rato al sueño.
Después se marcharon, Hugo a su casa y el resto a Espartinas.

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