Acicalarse

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La pierna de Belcebu se movía frenéticamente, con sus brazos cruzados y sus dedos bailando con impaciencia, llevaba esperando al menos una hora al arcángel quien no se había dignado siquiera a enviar una cancelación de la reunión para ese día, con una ira renovada frunció el ceño pensando en todos los insultos que le diría cuando lo viera ¿quién se creía que era para tal falta de respeto? Tal vez pasaron veinte minutos más cuando el demonio decidió levantarse del lugar e irse, sin Gabriel allí no tenía caso la misión. Cuando había caminado ya unos cuantos pasos escucho una voz llamándole.

—¡Belcebú!

Con sus manos como puños y con miles de sacrilegios en la punta de la lengua el príncipe del infierno dio media vuelta hacia el sonido de su nombre, pero cuando miro al arcángel las palabras murieron en su boca.

—¡Esta vez en verdad lamento la tardanza! —Contestó con esfuerzo el más alto.

—¿Qué te pasó?

El aspecto de Gabriel era terrible, sus ropas siempre pulcras estaban desagarradas por ciertas zonas, aferraba su brazo derecho contra sí y en su caminar se veía que una de sus piernas también estaba lastimada, después de esto estaba su rostro que lucía cansado y con rasguños y golpes en él.

—Tuve un accidente mientras practicaba con mis alas. —Contesto avergonzado.

—¿Estás bien? Por que luces como la mierda. —Agregó mostrando desinterés el pelinegro.

—...Si... Sólo estoy un poco golpeado...

—...Mientes. —Dijo con seguridad— Soy un demonio huelo las mentiras a kilómetros, además el no haber arreglado tus ropas indica que no tienes suficiente poder para un pequeño milagro.

Gabriel no contesto inmediatamente, sólo se tensó ante la suspicacia del demonio y evito su mirada acusadora.

—Estas peor de lo que te ves ¿verdad?

—... Mis alas... sufrieron un gran daño en el percance.

La cara de Belcebú casi siempre inexpresiva cambio a una de sorpresa total (y preocupación) dio vueltas alrededor del arcángel en busca de heridas visibles, en su saco encontró como la sangre comenzaba a formar una mancha oscura.

—¡No estás en condiciones de trabajar así!—le reprendió—¡Hay que sanar esas heridas!

—¡No! No puedo llegar al cielo así, el resto de los arcángeles no me dejaran en paz, estoy bien, sólo necesito recobrar fuerzas y con un milagro arreglaré todo.

Y tras decir eso se tambaleo de dolor, si no fuera por Belcebú que le atrapo y sirvió de soporte hubiera caído de bruces contra el duro piso de cemento.

—Te ves como una mierda, estás hecho una mierda y tu desempeño será una mierda... Necesitas tratar esas heridas AHORA.

Sin dar oportunidad de otra protesta Belcebú chacó sus dedos transportándolos a ambos a un frondoso paisaje fuera de la vista de los humanos curiosos.

—¿Dónde estamos? —Preguntó el arcángel

—Ni idea, sólo busque un lugar alejado y difícil de rastrear.... Ahora siéntate cerca de ese árbol, quítate el saco y camisa y muéstrame tus alas. —Ordeno con autoridad el pelinegro.

—¡¿QUÉ?!

—Mira cerebro de pájaro, no hago esto por que me agrades, lo hago porque tenemos un trabajo en conjunto y necesito que estés en condiciones para ello, ahora quítate el saco y camisa y déjame revisar que tan grave es esto.

Saga Mariposas [Good Omens]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora