Ambición perdida (Extra Yue Jiu)

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Era de noche y solo iluminaban su camino la luna, las estrellas y un pálido farol mientras Shen Jiu avanzaba a tientas para reunirse con su persona más querida. Llevaba días pasando hambre pero no quiso robar para no hacerse de mal nombre cuando lo aceptaran en la secta en la que Qi-Ge había ingresado.

Shen Jiu había pasado por demasiadas cosas que harían que cualquiera con su orgullo perdiera la cara, pero se lo tragó con seguridad, apoyándose en el amor que sentía por aquél enclenque que trataba de hacerse un lugar en una secta de cultivación tan importante como Cang Qiong siendo un discípulo tardío.

Llegó al punto de encuentro mientras pensaba en ello y lo recibió con un abrazo cálido que no hacía nada más que incomodarlo. Tras comer lo que había guardado de su ración en su cumbre, Shen Jiu al fin sintió el alivio que su cuerpo buscaba. Tras unos minutos de charla donde de vez en cuando mentía para doblar el sentimiento de culpa de Qi-Ge por dejarlo solo en la ciudad, Shen Jiu al fin suspiró aliviado de que se encontrara bien.

Lo vio practicar por horas los sellos sin lograr demasiado pues Qi-Ge tenía muchos problemas para avanzar por lo que aprovechaba las noches en las que se encontraban para practicar más. Shen Jiu aprovechaba y observaba para ver si podía aprender algo pero los constantes fracasos solo lo aburrían.

Tomó las notas que le habían dado sin lograr comprender absolutamente nada, pues no sabía leer aún. A sus doce años, a punto de cumplir trece, Shen Jiu había vagado junto a ese tonto por demasiados meses donde tuvieron que sobreponerse al hambre, al frío y al maltrato en el que alguien cuerdo en condiciones normales lo hubiera abandonado por ser más joven y débil, pero Qi–Ge jamás mostró la mínima intención de hacerlo.

De pronto, el viento removió las páginas y vio algunos dibujos en ellas y se posicionó tal como veía logrando aquello en lo que su compañero había estado fallando. En ese momento, un señor alto caminaba y los había visto, pensando que se trataba de dos discípulos que se habían escabullido en la noche, quiso reprenderlos pero a medida que se acercaba, notó que solo uno tenía ropas de la secta de la cumbre Qion Ding.

–¿Quién anda ahí? –resonó su suave voz y ambos chicos se asustaron. Shen Jiu apagó la luz de su lámpara y trató de ocultarse pero, de inmediato, el señor de una de las cumbres prendió una luz con su energía espiritual.

Yue se lanzó de entre las sombras y pidió perdón, jurando que no volvería a huir de las habitaciones pero el maestro, tras inspeccionarlo un momento, sonrió.

–Tú eres ese discípulo del que tanto hablan. Gran potencial pero que no puede avanzar, también muy desobediente. Bajas la montaña en las noches y ¿qué haces? Practicas en compañía de alguien más.

–Yo solo estaba observando – respondió Shen Jiu que se hartó de ver esa escena donde reprendían a su idiota amigo y se expuso ante la mueca de terror de su hermano.

–Mmh... Tú eres el pequeño huérfano de la ciudad. Te he visto antes, parecieras tener unas buenas cualidades allí, lo que me hace preguntar... ¿Por qué no tomaste el examen de ingreso a la montaña?

–Estaba enfermo, tuve una alta fiebre, pero este año entraré. Téngalo por seguro.

El mayor ladeó la cabeza y miró a Yue una vez más, sopesando la situación.

–Imagino que quieres irte a la cumbre Qiong Ding...

–Sí, quiero hacerme fuerte.

–Tu constitución es débil, no podrás entrar. Sería mejor optar por otra cumbre.

Fallo y reconfiguraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora