Capítulo 3

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Un profundo abismo que evocaba el sentido mismo de la oscuridad. Un laberinto entintado de negro sin horizonte. El pesado, silencio frío parecía tragarse el mundo entero.

Era imposible saber cuan estrecha u ancha, cuan alta o baja la oscuridad era. Cuando Kirie llegó, era donde estaba. La penumbra limitada por sus miembros, su voz atrapada en la mucosa seca de la garganta. Aunque sus ojos registraban tal oscuridad, sin sombras, no podía informar a su cerebro de cualquier otra característica.

¿Dónde estoy? ¿Por qué me trajeron aquí?

Él no lo sabía. Cuando trató de recordar, el dolor partió su cráneo en dos. No podía decir si había estado inconsciente solo brevemente o en coma por años, todo lo que sabía era que se sentía como si estuviera viviendo en una pesadilla.

¿Por qué estoy aquí? ¿Cuánto tiempo he estado aquí?

Pero él no podía saberlo tampoco. Tenía que ser un sueño, un oscuro sueño que se repetía una y otra vez. Sus sienes latían. Él no podía decir donde la realidad finalizaba y donde comenzaba el sueño, o cuando terminaba.

La probabilidad era, que él había estado divirtiéndose y drogándose con sus amigos en la casa de seguridad. ¿Sus amigos? ¿Los chicos? Sí, sus amigos en Bison. El temido Bison. Los invictos Bison.

Guy, Luke, Sid, Norris. Y Riki.

Así que estaba bien. Si él podía recordar todos sus nombres, entonces no podía haber sido tan mala la juerga. Y eso significaba que despertaría de este sueño. Sobrio. Finalmente.

La forma en que había perdido la noción del tiempo, la pista perdida de lo que había pasado, la forma en que su cabeza le dolía, debió haber sido algún Stout barato. Lo odio. La marca de calidad era siempre la mejor. Vartan era lo que un hombre con gusto bebía. La próxima vez, lo haría. Una gran explosión en Herma's Place.

No, no Herma. Herma lo había llevado hasta el montón de escombros de esos mocosos de Jerks. ¿Entonces dónde? ¿Dónde se fue por un buen Stout? ¿Dónde había estado? Dios, su cabeza dolía. ¿Por qué demonios la cabeza le dolía tanto?

Latiendo... golpeando... pulsante...

Era un dolor constante recorriendo la red de sus nervios.

El dolor intenso le daba ganas de vomitar. Algo espeso y confuso brotaba de la boca de su estómago.

Era molesto sentirse tan enfermo. Su cerebro no podía procesar cualquier otro pensamiento. Se puso en cuclillas envolviendo sus brazos alrededor de sus rodillas. Cuando lo hizo, la banda dolorosa de hierro sujeta alrededor de su cráneo se aflojó. Levantó la cabeza.

Allí, en la oscuridad detectó movimiento.

¿Qué...?

Hubo un destello de luz opaca como una brisa delgada de aire. Kirie contuvo el aliento. La luz lentamente revoloteó, como una señal de que se acercaba.

¡Oye! Parecía estar diciéndole, ¡por aquí!

¿Fue sólo una ilusión? ¿O un engaño? No lo sabía. Pero, mirando fijamente la luz vacilante, el agujero a través de su cabeza desaparecía completamente.

Aquí. Ven acá.

Estimulado por estas tentaciones silenciosas, Kirie puso un pie delante del otro, y con vacilantes y desconfiados pasos avanzo hacia adelante. Pero no importaba cuánto caminara, la luz vacilante ni se acercaba ni se distanciaba. Parecía permanecer a la misma distancia atrayéndolo como una aparición.

¿Que demonios? Kirie se estaba impacientando. ¿Qué era? ¿Iba a continuar así sin conocer lo que estaba siguiendo? Una sensación de malestar de pronto lo engulló.

La negra oscuridad que lo rodeaba era interminable. No hay nadie aquí. Se dio cuenta de todo de una vez. Todos sus sentidos se volvieron duros y reales. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Su rostro se crispó. Sus pies se volvieron cemento. Su ingle se contrajo con tanta fuerza que dolía.

¿Por qué no hay nadie aquí?

Exacerbado por su corazón desbocado, una profunda sensación de fatiga se apoderó de él. —¡Si esto es un sueño, entonces tengo que despertar! —gritó, y se desplomó. No pudo dar un paso más.

Pero aún así, la luz parpadeaba haciéndole señas. O, no, cuando enfocó sus ojos, las ondulaciones parecían lentas. Después de un esfuerzo final, como si se congelara la luz brillante en su lugar por su sola voluntad, Kirie ahora percibió que el brillo crecía con cada oscilación, gradualmente aumentaba la oscuridad.

Una esfera estroboscópica de amarillo, a naranja, y luego a rojo.

¿Qué es?

En algún momento, esa sensación extraña de infinita distancia se había evaporado. Nunca pudo llegar a alcanzarla no importando lo lejos que caminara, se había desvanecido como un espejismo cada vez que se acercaba a tocarla, mientras se sentaba desplomado en el suelo justo al nivel de sus ojos.

Sentía que si extendía la mano, podía agarrarla. Kirie se arrastró más cerca de rodillas. La curiosidad que empujó a un lado la ansiedad y el miedo, surgió de las grietas de su corazón, era el verdadero Kirie, su verdadera naturaleza.

A la mitad de puro reflejo miró en ambas direcciones, sin detenerse a considerar la irracionalidad de tomar tales precauciones. Tragó saliva, y alcanzó su mano derecha. Las puntas de sus dedos rozaron una esfera bermellón de aproximadamente seis pulgadas de diámetro.

A pesar de su brillo metálico, no era ni caliente ni frío al tacto, pero si a temperatura corporal. No había nada desagradable sobre la sensación.

La idea impulsó a Kirie a dejar escapar su retenido aliento con un suspiro de alivio. Está bien. Se vio a sí mismo, e hizo un examen más detallado con sus dedos.

La superficie era resbaladiza al tacto. Ni demasiada dura, ni demasiado suave. Ligeramente elástica. Había satisfecho su curiosidad en esa medida, lo próximo fue aplicar libremente su palma.

La sensación que recibió fue extraña. El no sabía que era esta esfera carmesí, pero podía fácilmente acostumbrarse a la sensación agradable de recorrerla con sus dedos. La extraña sensación de alivio inspiro en él mayor audacia. Agarró la esfera. En ese momento, sintió el peso de su masa real, ya que se cayó de sus manos.

¡Hijo de puta! Exclamó en silencio. Su corazón saltó, golpeando en su pecho dolorosamente. Pero no la dejo ir. Esta misteriosa cosa era la única fuente de luz en toda esta profunda oscuridad.

Esto es mío. Kirie la apretó contra su pecho y presiono su mejilla contra ella. Todo mío. Demostrándoselo a sí mismo, la besó.

Pulsó en respuesta.

Tenía que estar alucinando. Como si el beso de Kirie hubiera despertado la esfera bermellón, que palpitaba en respuesta, sincronizándose con los propios latidos de Kirie.

Da-dum. Da-dum. Da-dum.

Como Kirie escuchó con atención, los latidos indujeron una profunda sensación de calma. Era la única cosa viva en este misterioso, silencioso y oscuro laberinto. Más que cualquier confusión acerca de lo que era, ahora quería aferrarse a su presencia palpitante.

No importaba qué, él nunca la dejaría ir. 

Ai No Kusabi - Vol. 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora