Tanagura.
Una megápolis digitalizada de perfecto orden mecanístico, donde la marca del tiempo es implacable, sin defectos. En el corazón inactivo de esta ciudad existe una singular excepción a la regla estipulada; una presencia humana dentro de la torre palacio de Eos.
La ausencia de un año y medio marca el regreso de Riki a Eos... un regreso provocado por su captura. Como castigo por su escape, Riki había sido sacado a pasear con correa dos horas al día durante un mes en la compañía del furniture Cal, con el pretexto de "recorrer las instalaciones".
La visión de aquella escena había sido nada menos que escandalosa.
Considerando que la edad promedio de una mascota de Eos era trece años, el regreso de un macho maduro como Riki a los placeres de Eos era algo absolutamente insólito. La segunda desvergonzada aparición de Riki en una fiesta de bienvenida y el espectáculo de la presentación de Iason, había asombrado a mascotas y élites por igual.
Tal vez era depravación.
Tal vez era el colmo de la experimentación.
O un desafío al orden existente.
Nadie podía entender la mente de Iason.
En la fiesta, Riki había sido sentenciado al dominio del anillo tipo-D en medio de los conmocionados espectadores. Llevado al borde de la demencia, a Riki dejaron de importarle sus acciones y alrededores. Las miradas de odio y envidia de las mascotas dirigidas a él ahora se tornaban evidentes.
Una vez que la carnalidad de la relación entre Iason y Riki había sido revelada, el impacto había sido mucho peor que antes.
Ese mestizo.
¿Por qué?
¿Por qué es tan especial?
No puede ser.
¡Es imperdonable!
No es que a Riki le importara, él estaba por encima de tales mezquindades y distracciones. Pero no importaba a donde fuera en la torre, las venenosas miradas lo seguían. A donde girara, la hostilidad persistía en los recovecos de su visión.
El rencor en contra del mestizo durante los tres primeros años de cautiverio de Riki había sido abierto, expreso y despiadado. Este odio silencioso y persuasivo después de su captura y regreso era mucho más crudo y visceral.
Pero esa no era la razón por la que, durante los últimos cinco días, Riki no hubiera puesto un pie en el salón.
Noche.
Como así lo indicaba su rutina habitual, Riki había terminado de cenar y estaba en su habitación privada leyendo en su placa de datos. La puerta se abrió sin previo aviso. No se podía esperar privacidad, la cerradura solo se podía habilitar desde afuera no desde dentro. Con pasos lánguidos, Iason se acercó a la cama. En Eos, cuando los dueños regresaban, las mascotas debían correr a la puerta y mostrar afecto, pero aquí todo era diferente. El furniture Cal reverenció con las palabras, "Bienvenido a casa, amo"
Riki nunca se levantaba para saludar a su dueño, Iason no reparaba en ese hecho, sino que caminaba directamente hasta la cama de Riki. Aunque al principio completamente desconcertado por tal flagrante desprecio a las normas de Eos, Cal había aprendido a comprender que había una relación especial entre este amo y su mascota. Cal entendió que nada de lo que sabía, era aplicable ahí.
"No has puesto un pie fuera de este cuarto en todo el día."
Recién llegado de una misión diplomática con Aisha en el planeta Jibril, Iason empleaba un tono mesurado al hablar mientras se retiraba los guantes de seda. Cada aspecto de la vida de Riki le era reportado sin falla a Iason por Cal. Sin duda alguna, ningún amo entendía a su mascota mejor que Iason en ningún otro lugar de Eos. Apagando la placa de datos, Riki lo miró. "¿Qué esperas que haga? ¿Qué sea la niñera de esos mocosos en el salón?" El resentimiento en su voz era moderado, Riki se estaba conteniendo.
O mejor.
Comprenderlo lo carcomió.
"Un mestizo como yo, de más de veinte años... ¿una maldita mascota en Eos? No quiero caminar por ahí y que me miren como a un bicho raro. Estoy harto de eso, jodidamente harto." Las palabras salieron con despecho. No había negación de la realidad en ellas.
"Nuestro buscapleitos muestra finalmente señales de mejoría" Remarcó Iason con un vago trazo de ironía. "No es que me importe..."
Con un gesto que pareció una caricia, Iason tomó la barbilla de Riki en su mano. "Siempre que entiendas que eres mi mascota."
Los ojos de Riki se nublaron. "Al carajo con eso, después de lo que me hiciste en esa fiesta, no quiero entender una mierda." Riki luchó contra el recuerdo. En su primera presentación, a Riki lo habían drogado con un poderoso afrodisiaco que lo había vuelto incapaz de recordar la mayor parte de lo ocurrido. Los actos depravados, libidinosos que realizó... los escuchó de las otras mascotas en tonos maliciosos y envidiosos mucho después. No era como si a Riki le importase, no podía hacerse responsable de lo ocurrido bajo la influencia de las drogas. Pero la fiesta de ayer, Riki lo recordaba todo; no había forma de negarlo. Y como leyendo sus pensamientos, Iason le dijo: "No lo olvides." Con esas palabras, puso su mano libre en la entrepierna de Riki. Riki ya se había duchado y vestido para irse a la cama. Su pijama no suponía resistencia al toque de Iason. Riki contuvo la voz y luchó por incorporarse. "Siempre que el anillo carcoma tu carne—tú eres mío. No importa quién diga qué, no importa qué o en quién pienses tú." Era un hecho que la fe de Riki había sido encarcelada por el anillo. No había escapatoria. Jadeó. Antes de que Riki pudiera decir otra palabra, su boca fue sellada por un beso de Iason. Riki se desconcertó—no era el beso usual que atropellaba sus labios. Era un beso que envolvía tiernamente la boca.
¿Qué?
El beso se hizo más profundo. Persistente, más apasionado—y dulce.
¿Qué es esto?
Riki no tuvo respuesta a esas sensaciones; sus dedos temblaron. Sin entender qué hacer, aferró las sabanas entre sus manos.
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Ai No Kusabi - Vol. 5
أدب المراهقين間の楔 Amor de alta alcurnia Como mascota que regresa, Riki se mantiene solo sin acostumbrarse a nadie. Con la envidia y el odio girando alrededor de la obsesión de su maestro Iason, el único que se acercaba era Pet Miguel, un top popular. ¡Riki es di...