CAPÍTULO 11

1.3K 196 19
                                    

Son las diez y cuarentaicinco de la noche, lo sé porque he estado comprobando el reloj a cada minuto desde hace una hora, ante la mirada divertida de Gordi que no deja de repetirme que nunca antes me había visto tan impaciente y tenso. Pero te garantizo que la palabra "tenso" se queda muy corta para describir lo que siento, estoy total y completamente atacado de los nervios, como si fuese un quinceañero en su primera cita.

¡Maldición! ¿Por qué no le dije a las once menos cuarto? ¡De ese modo ya estaría aquí! Por suerte, conozco bien a Diego y sé que es una persona muy puntual, así que no me hará esperar más de lo que mi afligido corazón puede soportar. De repente, alguien llama al telefonillo, sobresaltándome y cogiéndome por sorpresa. ¡Espera! ¡Son la diez y cuarentaiséis!, no puede ser él. ¿Por qué demonios llega antes de tiempo? ¡Aún no me he preparado psicológicamente para verlo! Miro a Gordi en pleno ataque de pánico y éste pilla la indirecta al momento.

—¿Sí? ¿Quién es? —pregunta tras descolgar el telefonillo—. Hola, Diego, sube —le pide—. El responsable directo de esa cara de terror que luces acaba de llegar —me anuncia, burlón—. Me voy a mi habitación. Avísame cuando pueda salir.

—Rafa, eso no es necesario, de verdad.

—¡Yo creo que sí! —exclama, entre carcajadas, mientras entra en su cuarto.

Me quedo esperando en el umbral de la entrada, dedicándole una mirada amenazante al ascensor para que vaya más rápido. Poco después sus puertas automáticas se abren, dejándome frente a frente con esa irresistible sonrisa que siempre logra mermar mi cordura.

—Hola.

—Hola a ti —responde antes de arrollarme para comerme la boca—. ¡Estaba tan impaciente por llegar!

—Tengo vecinos —acierto a decir mientras tiro de él hacia el interior, y después cierro de una patada y lo arrincono contra la pared.

—¿Tu compañero? —pregunta entre suspiros.

—Recluido en su habitación hasta que le dé permiso para salir —murmuro contra la piel de su cuello.

—¿Él sabe?

—Sí. ¿Te molesta?

—No, está bien —jadea—. ¿De verdad tenemos que salir?

—Se lo prometí. Volveremos temprano y puedes quedarte a dormir conmigo si quieres.

—¡Dios, sí! Fabián, si siegues así, no podré ir a ninguna parte.

—Perdona. —Me separo de él a regañadientes—. Voy a llamar a Rafa.

Sin duda, esta es la presentación oficial más extraña que he hecho en toda mi vida, en mis dos vidas. Mi nuevo mejor amigo y mi antiguo prometido, que ahora se ha convertido en mi primer amante masculino en un repentino giro de los acontecimientos, acaban de conocerse. Ellos se saludan con educación, pero estudiándose mutuamente de un modo muy poco sutil. Gordi con una compresible curiosidad por el hombre que ha logrado cruzar de acera a su amigo y Diego de una forma mucho más territorial, como tratando de averiguar si mi compañero supone algún tipo de amenaza para él. Finalmente, los dos parecen satisfechos con el resultado de su escrutinio y se relajan.

Decidimos caminar hasta un local de copas cercano mientras mantenemos una animada conversación, creo que estos dos acabarán por llevarse muy bien. Eso me hace muy feliz y sé que no debería estar soñando con un futuro imposible para nosotros, sino buscando la forma de terminar con lo nuestro (sea lo que sea), pero aún no puedo, creo que es mejor esperar a que estemos los dos solos para hacerlo.

Entramos en el pub y pedimos unas copas. Luego miro a mi alrededor, buscando un grupo de mujeres con las que entablar conversación para presentárselas a Gordi. A mi izquierda, hay cuatro divinas, pero esas no nos interesan porque ese tipo de chicas se creen que te hacen un favor sólo por respirar el mismo aire que tú. De frente, tengo otras dos completamente borrachas y las descarto al instante, no quiero que nos vomiten en los zapatos.

Asuntos pendientes (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora