CAPÍTULO 23

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Ha pasado una semana desde que encontramos todos esos papeles en la nave. Desde entonces, Diego y yo nos hemos estado empleando a conciencia en revisarlos todos muy detenidamente y creo que por fin acabo de encontrar la prueba a la que se refería Sandra. Se trata de dos fotocopias casi exactas del informe de la autopsia que se le realizó a Verónica DelValle tras su muerte (es decir, a mi). La primera, la que creo que es la auténtica, expone que se detectó la existencia de un alto índice de alcohol en sangre, así como restos de un potente somnífero. La segunda, la que se presentó como oficial, es prácticamente exacta a la otra, con la única excepción de que omite el crucial dato del somnífero. Ahora ya no tengo la menor duda de que la asesina cuenta con un cómplice dentro de las propias autoridades porque sólo un policía o el personal forense podrían tener el acceso necesario y la ocasión para darle el cambiazo a los informes. Y a juzgar por el desagradable e injustificado interrogatorio que sufrió Diego, ya creo saber de quién se trata: el detective Ernesto Nosequé.

Por otro lado, gracias al recuerdo de Fabián, pude confirmar que Jaime no vino a recogerme esa noche porque, según el mensaje que recibí, se quedó dormido. Y eso me ha dado mucho que pensar durante toda la semana: En primer lugar, me resulta bastante extraño y sospechoso que Jaime me enviase un SMS tan escueto en lugar de llamar para disculparse, que sería mucho más propio de él (mi hermano puede ser un cúmulo de defectos, pero sabe cuándo debe reconocer sus errores). En segundo, está el detalle de que él pasó esa noche en el apartamento de Tatiana. Y por último aunque no menos importante, creo que existe una gigantesca posibilidad de que ella también drogase a Jaime para así poder salir de casa sin que éste se diese cuenta. Lo que explicaría que él no recordase nada al día siguiente. Y sospecho que fue ella la que me envió el mensaje para saber si ya había vuelto a casa.

Además, entre comidas familiares y visitas, contó con muchas oportunidades de quitarme el DNI. Por otro lado, tenía acceso a la llave de repuesto que Diego y yo les dimos a mis padres para posibles emergencias, gracias a la cual pudo irrumpir en mi piso cuando yo estaba sola y borracha, drogarme y, con la ayuda de su cómplice, llevar mi cuerpo inconsciente a mi coche, conducir hasta aquel trastero, colocarme en el asiento del conductor, y finalmente, marcharse con su cómplice en un segundo vehículo. También se da la casualidad de que nos parecíamos un poco físicamente. Las dos éramos muy menudas (aunque Tatiana tenía más pecho y me sacaba casi diez centímetros de estatura), con una larga melena negra y la piel bronceada. A pesar de que mis ojos eran azules y los suyos negros, supongo que con unas lentillas de colores, el maquillaje, la ropa y el peinado adecuados, no le debió costar mucho hacerse pasar por mi cuando alquiló el trastero con mi nombre. En cuanto a mi firma, Jaime debe tener más de un centenar de tarjetas de felicitación mías, entre navidades y cumpleaños, con mi rúbrica estampada en todas ellas.

Tras fingir mi suicidio con la ayuda de su cómplice (un policía muerto de hambre que con toda seguridad también es su amante), continuó viéndose con Jaime hasta que dos años después consiguió cazarlo y casarse con él, pero a juzgar por lo tranquila que estaba mi madre cuando hablaba de ese enlace, probablemente firmaron un acuerdo prematrimonial, y en caso de divorcio, sólo podría llevarse una mínima parte del pastel. Sin embargo, si se queda embarazada y mi hermano también muere "accidentalmente", ese niño se convertiría en el heredero universal de la gigantesca fortuna DelValle, Tatiana sería la albacea hasta que su hijo cumpliese la mayoría de edad (tiempo suficiente para malgastar y desviar ese dinero a algún paraíso fiscal) y como nuestras muertes parecerían casuales y distantes, nadie sospecharía nada, ni siquiera mis propios padres.

Como ves, todas las piezas del rompecabezas encajan a la perfección, y ahora que sé que no me reencarné en Fabián por mera casualidad, tampoco creo que el momento de mi regreso fuese fortuito. Volví casi dos años después de mi muerte y dos meses después del accidente que causó el coma de Fabián porque tengo que impedir una segunda muerte: la de mi propio hermano. Ese es el asunto pendiente que me faltaba para compensar la poca atención que le presté a mi familia durante mis últimos años de vida. ¿Te acuerdas de la pequeña lista que elaboré cuándo salí del hospital? Pues por fin la he completado:

Asuntos pendientes (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora