Charla padre e hijo

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La noche siempre ha sido el momento perfecto para pensar, para hundirte en tus más profundos pensamientos y recordar situaciones del pasado, ya sean alegres o que pesasen en tu conciencia. Acarició cada uno de los nombres, deteniéndose en especial en el de ella, otorgándole más tiempo. Y tras un largo suspiro, dejó de ver aquel muro que le traía tanto resentimiento y dolor para salir de la habitación.

Paseó con tranquilidad por los pasillos del lugar, todo sumido en silencio, todo en calma, pero lo que más le alegraba sin ninguna duda, era que todo estaba lleno de vida. Dibujos pegados en las paredes, juguetes improvisados, algunas prendas de ropa olvidadas en el suelo. Conforme su paso avanzaba se atrevió a abrir con cuidado algunas de las puertas del pasillo para echar un pequeño vistazo al interior.

Todas las habitaciones estaban llenas de niños que dormían felices. No pudo evitar sentir como su corazón se oprimía de alegría. Después de tantos años en soledad, acompañado únicamente por sus atormentados pensamientos...

¿Cuánto hacía que esas habitaciones no estaban llenas de vida? ¿Cuánto tiempo hacía que el refugio no estaba lleno de risas, gritos y juegos? ¿Cuánto tiempo hacía que no había sido feliz? Había echado de menos algo tan nimio como el ruido. Había odiado tanto el silencio, el resonar vacío de sus pasos por el enorme refugio, mientras su mente le hacía malas jugadas y le recordaba en cada rincón que sus compañeros ya no estaban junto a él.

Yuugo lo había aborrecido. Había aborrecido el refugio que le dio cobijo durante tantos años. Tuvo que vivir tanto tiempo solo, aferrándose con fuerza a sus queridos recuerdos para no volverse loco.

Y cuando finalmente había decidido poner fin a su tonta existencia, aquellos chicos llegaron. Como les había odiado al principio, una familia feliz. Como la que él había tenido en el pasado. Aquellos niños idealistas y alegres solo le recordaban una y otra vez que él estaba solo, que su propia familia ya no estaba junto a él. Y ahora... Le tenía tanto que agradecer a todos ellos, en especial a Emma y a Ray.

Dina, hubiese deseado que los hubieses conocido.

Cerró la puerta con cuidado con una sonrisa y se dirigió a al comedor, esperando encontrarse con aquel chico huraño.

-Me dices que venga a al comedor y luego me haces esperar, viejo.- la voz adolescente de Ray se escuchó en la cocina, lugar en el que Yuugo le había citado. El joven se encontraba sentado en una de las mesas del comedor.

Quería hablar con él, por lo que le pidió que cuando todos se fuesen a dormir se encontrasen en la cocina para tener una pequeña charla a solas con su querido ciclope somnoliento.

Yuugo no pudo contener su sonrisa al escuchar su tono malhumorado.

-La verdad es que quería tener una pequeña charla contigo.

El joven levantó una de sus cejas para después preguntar.

-¿Una charla sobre qué?

-De la antenita.

-¿Qué pasa con Emma?- El adulto rio entre dientes al ver como rápidamente Ray le ponía más atención a la conversación.

Sin prisa, se sirvió un poco de té de hierbas que Ray había hecho para amenizar la reunión con Yuugo. Sus ojos oscuros se reflejaron en la cálida bebida mientras pensaba como abordar el tema.

-Veras, he notado que cuando Emma menciona el nombre de vuestro amigo te pones bastante serio y de mal humor.

-¿Te refieres a Norman?- Yuugo asintió al escuchar aquel nombre.

Aquel libro llamado "The promised neverland"  - RayEmma-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora