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Al día siguiente ambos desayunamos con aquella indiferencia que me dolía y mucho. Agarró sus cosas y se fue, repitiendo la misma oración de todos los días que ya me la sabía de memoria.

Hoy iría al zoológico con Nicholas. Él me había dicho de salir, para así, poder distraerme un poco de la situación por la que estaba viviendo.

Iba mirando por la ventana del auto en el asiento del copiloto mientras Nicholas manejaba.

— Prometo que vas a divertirte y mucho, y por un momento te olvidarás de Zabdiel. — Dijo mirando hacia el frente.

— Ojalá y pueda distraerme un poco. Hace tiempo no lo hago. — Le dije mientras suspiraba pesadamente.

— Claro que lo harás. Vas a pasar la mejor tarde de todas. Olvídate de ése imbécil.

— Nich, sabes que no me gusta que hables mal de Zabdiel.

— Lo siento, solamente no puedo creer cómo puede tener una amante cuando tiene a una mujer tan hermosa como tú de esposa. — Me dijo y yo me sonroje levemente.

— Gracias. — Lo miré.

— No tienes porqué agradecer, es la verdad. — Dijo sonriendo.

Nicholas odiaba a Zabdiel por el simple hecho de que me era infiel. Nunca le cayó bien. Siempre dijo que tenía algo que no terminaba de cerrarle, y cuando le comenté que podría ser infiel él comenzó a odiarlo más de lo que lo odiaba antes.

— Ya llegamos, corazón. — Dijo bajándose para luego abrir la puerta para que pueda salir. Tomó mi mano y cerró la puerta.

— Enserio muchísimas gracias por preocuparte por mí. Te amo mucho. — Lo abracé.

— Te amo mucho más. Siempre estaré para ti en todo momento, sea bueno o malo.

Nos separamos y comenzamos a caminar. Le pagamos la entrada a una mujer que estaba a la entrada del zoológico y nos entregó un folleto.

Comenzamos a ver a los monos, jirafas, elefantes, víboras, aves, jirafas.

— Ese mono estaba loco. — Dije riéndome a carcajadas.

— Quizo tocar mi hermoso y sedoso pelo. Tiene razones. — Dijo tocando su pelo.

— Eres un creído. — Dije abrazandolo por la cintura.

Una pareja estaba riéndose. Nicholas se tensó y quedó mirando a aquella persona fijamente. Se veían felices, demasiado, algo que Zabdiel y yo no éramos.

La pareja comenzo a besarse y lo vi. Era Zabdiel con su amante. La sostenía de la cintura mientras ella tenía sus manos en el cuello de él.

Mis ojos se humedecieron. Nicholas me tomó de la mano para que caminara, pero simplemente no podía moverme.

Zabdiel se giró junto a la chica y me vio. Su rostro estaba serio y asustado.

— No esperaba esto de ti. — Le dije. Me giré y comencé a correr mientras Zabdiel gritaba a mis espaldas.

De alguna manera sabía que me era infiel, pero pensé que era sólo mi imaginación.

Entré al auto y minutos después entro Nicholas completamente enojado.

— Llévame a mi casa. — Dije sollozando.

— Pero nos estábamos divirtiendo. No dejes que ese estúpido arruine tu día. — Dijo mirándome.

— No me siento bien. Sólo quiero ir a mi casa para hacer las maletas.

— ¿Y a dónde te irás? — Preguntó.

— No lo sé pero me quiero ir lo más pronto de esa casa.

Un silencio se formó. Nicholas me llevaba a mi casa.

— Ven a vivir conmigo. — Soltó.

— ¿Qué? — Pregunté.

— No te voy a dejar en la calle. Además, eres mi mejor amiga y sería mucho mejor ya no vivir solo. Ven a vivir conmigo. — Respondió y asentí.

Llegamos a mi casa. Nicholas se quedó en su auto esperándome mientras yo hacía mis maletas.

Luego de unos minutos tenía las cinco maletas listas. No iba a dejar nada en ésta casa. Luego vendría a buscar lo demás.

Bajé las escaleras y me encontré con Zabdiel caminando de lado a lado.

— Amor, por favor, no te vayas. — Dijo tomándome de la mano.

— ¿Ahora me amas? ¡Pero por favor! Ahora puedes traer a tu amante todos los días y yo no te molestare. — Dije con lágrimas en los ojos.

— Siempre te he amado. Perdóname. — Rogó.

— ¿Piensas que es tan fácil? No sabes cuántas veces lloré por la indiferencia que tenías conmigo mientras tú te revolcabas con otra. — Dije enojada. — Olvídate de mí, para siempre y ya ve haciendo los papeles del divorcio.

— Pero amor... — Dijo pero tomé mis maletas y salí de la casa. Nicholas bajó de su auto y guardó las maletas. — ¿Por éste imbécil me dejas?

— Éste imbécil tiene nombre y es un verdadero hombre. — Solté enojada y Nicholas abrió la puerta del copiloto. Luego de subir, él se subió y nos fuimos.

Zabdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora