Llegué al departamento de Nicholas para dejar las maletas.
— Buenos días. — Me dijo mi mejor amigo poniendo el desayuno en la mesa.
— Buenos días. — Respondí sentándome en dicha mesa.
— ¿En dónde estabas? Desperté, vine hasta la sala y no te encontré.
— Fui a buscar mis últimas pertenencias a la casa de mi esposo.
— ¿Y qué pasó? ¿Te hizo o dijo algo? — Preguntó preocupado.
— Lo mismo de siempre. Me pide disculpas, se las rechazo.
— ¿Sólo eso? Veo en tus ojos que haz estado llorando.
— Me dijo cuánto me amaba, me besó, me abrazó. — Suspire.
— ¿Piensas que cambió? — Dijo serio.
— Pienso que debo aceptar sus disculpas y darle una segunda oportunidad.
— No. Es lo que él quiere. Quiere que lo perdones para luego hacerte lo mismo una y otra vez. — Dijo enojado.
— Pero lo amo muchísimo y me es imposible no pensar en él, no poder besarlo y ni siquiera abrazarlo.
— ¡Ésto es tóxico Martina Stoessel! ¡Si lo perdonas te hará exactamente lo mismo o peor! — Gritó furioso.
— ¡Se nota que nunca haz amado! — Grité también.
— ¡Sí lo he hecho, pero al menos no soy un estúpido que piensa que las personas cambian en días!
— ¡¿Cómo te atreves a llamarme estúpida?! — Grité.
— Lo siento, no fue mi intención. Perdóname. — Dijo notablemente arrepentido.
— Fue un error venir a vivir aquí. — Le dije levantándome, yendo hacia mi ahora habitación.
Saqué un vestido negro ocho dedos más abajo de mi trasero y que hacía remarcar mi figura. Lo dejé arriba de mi cama y fui directo al baño a bañarme, cepillarme los dientes y hacer mis necesidades. Luego de salir, me peine y arreglé mi pelo haciéndole ondas. Me puse el dicho vestido y también tomé un bolso para guardar algunas cosas que de seguro necesitaría.
Salí de mi habitación y caminé hasta la puerta. Salí y un mensaje me llegó
Esposo.
Ya están los papeles del divorcio. Debemos firmarlo el primer día del mes que viene en mi casa. Recuérdalo siempre, te amo mucho.Suspire pesadamente. De seguro él ya no quería estar conmigo y luego de divorciarnos se iría con su amante.
Mis dedos teclearon como respuesta.Gracias. Estaré allí para firmar. Besos. Te amo.
Las últimas dos palabras decidí borrarlas. Lo único que nos unía era nuestro matrimonio, nada más.
Llegué a las empresas Vélez y entré, preguntándole a una chica rubia de ojos verdes muy amistosa en dónde se encontraba el señor Vélez.
Tomé el ascensor y presione el botón del último piso. Las puertas se abrieron dándome paso para salir.
Golpeé la puerta tres veces y un chico con pelo morocho y ojos verdes la abrió.— Buenos días, señorita. ¿En qué puedo ayudarle? — Dijo amablemente.
— Vine para una entrevista de trabajo.
— Lo siento señorita pero todos los puestos están llenos.
— Oh, muchísimas gracias. Adiós — Me di la vuelta para irme pero una voz interrumpió mi caminata.
— Señorita De Jesús. — Dijo a mis espaldas. Me giré y le sonreí.
— Buenos días Christopher.
— ¿Qué hace una dama tan bella por aquí? — Preguntó.
— Vine a pedir trabajo pero lamentablemente ya no hay, así que me voy.
— Déjame entrevistarte y luego decido si tienes o no el trabajo.
Abrió la puerta de su oficina y me dejó pasar primero como tal caballero.
Christopher nunca se había llevado con Zabdiel porque ellos eran "competencia" por así decirlo.
Sus empresas eran rivales y además, Christopher siempre estuvo enamorado de mí, otro punto por el cuál ser rivales.
— Bueno señorita De Jesús, entregueme su curriculum, por favor. — Dijo amablemente.
Le entregué y lo miré mientras leía. Su pelo es totalmente hermoso. Es en cascada y castaño con algunas mechas rubias. Sus ojos son marrones y grandes. Sus labios son gruesos, y cuando sonríe se hacen finos.
Su físico es increíble. Es bien fuerte y formado. También tiene tatuajes que lo hacen ver aún más varonil de lo que es. Si no hubiese elegido a Zabdiel de seguro elegiría a Christopher.— Señorita De Jesús, deje de mirarme de tal manera. — Dijo sonriendo.
— Dígame Martina. — Le dije y él sonrió aún más.
— ¿Problemas en el matrimonio?
— Estoy segura que eso a ti no te incumbe, Christopher.
— Tienes razón. — Suspiró. — Nombre completo.
— Martina Alejandra Stoessel Muzlera. — Respondí.
Christopher siguió haciéndome preguntas que de seguro él ya sabía, pero de igual manera las respondí.
— Bueno señorita Martina, tiene el trabajo. — Dijo sonriendo y parándose a mi lado.
— ¡Oh, muchísimas gracias Christopher! — Lo abracé y él me correspondió. — ¿Y cuál es mi trabajo? — Dije separándome.
— Serás mi secretaria. Lo único que debes hacer es ordenar papeles, atender llamadas y pasarmelas, entre otras cosas.
— Claro. Enserio le agradezco nuevamente por la oportunidad. — Dije sonriéndole. Le di un beso en la mejilla y salí de aquella oficina, totalmente feliz.
ESTÁS LEYENDO
Zabdiel.
FanfictionSe dice que el hombre o la mujer es infiel porque su pareja no le da la satisfacción necesaria sea en lo sexual, lo económico, intelectual o social, y en esta novela vamos a ver uno de esos casos.