IV

219 29 5
                                    

–Es lindo, se nota el buen gusto aquí– comentó observando cada rincón de mi departamento –Pero pequeño para dos personas– señaló volteando a verme.

–Así parece– dije con ironía.

Colgué mis llaves en la puerta y me deshice de mi chaqueta junto a las cosas que traía dejándolas en el colgador a un lado de la puerta.

Mi inesperado invitado se encontraba mirando cada una de las fotos en las paredes, tenía algunas con Verónica yo, algunas otras de nosotras cuando niñas y junto a nuestras familias.

Quién diría que porque se me ocurrió la brillante idea de decir que le vendería mi alma al Diablo se encontraría en mi casa esperando ver qué quiero a cambio.

Si le contara a Vee de todo esto seguro ni lo creería.

O tal vez se pondría a gritar como loca diciendo que tengo una suerte increíble por estar con el Diablo. Cosa normal.

Suspiré levemente y fuí a la cocina, tenía algo de hambre. Tomé algunas frutas, las lavé y me dispuse a cortarlas. Justo cuando terminaba de cortar un manzana pasé a llevar mi dedo con el cuchillo.

–¡Auch!– me quejé dejando caer la manzana.

–Deberías tener más cuidado preciosa.

Me sobresalté al escucharlo. ¿Desde cuando estaba ahí?

–Si, eso creo.

Me acerqué al lavabo y abrí el grifo para dejar que el agua se llevara la sangre que caía de mi dedo. Podría jurar que él tenía la mirada fija en mi y cada movimiento que hacia. Por el rabillo del ojo observé cómo se acercaba para tomar la manzana a medio terminar de cortar. Tomó el cuchillo y la rebanó con facilidad, llevó un trozo de la manzana a su boca, mordiendolo, relamió sus labios a medida que cruzaba sus brazos sobre su pecho.

–Aún recuerdo como el Anciano se enojó– dijo después de tragar la manzana.

–¿Quién?– pregunté frunciendo el ceño.

Cerré el grifo y tomé un poco de papel para secarme.

–Dios– respondió virando los ojos.

–¿Se enojó?– pregunté otra vez.

–Y no sabes cómo– sonrió perverso –Se enojó tanto que una vena estaba a punto de salirse de su frente roja de cólera– río –En mi defensa, yo le dije "Mira Anciano, ¿Para qué pones cosas que no quieres que coman?"

Reí con él –¿Es verdad que fuiste un ángel?

Su risa frenó de forma brusca. Volteé a mirarlo pero dirigió su vista a un lado, se notaba molesto, tanto que me arrepentí de preguntar.

–No– contestó frío. Tomó el cuchillo y pasó la yema de su índice por el filo –Cuando hice que Adán y Eva mordieran la manzana sólo fué mi venganza contra mi odioso hermano, el hijo favorito– sus nudillos se pusieron blancos de lo fuerte que sostenía el cuchillo, no pude evitar dar un paso atrás.

–¿Venganza contra tu hermano?– pregunté confundida.

–A él le dieron todo, mientras a mi me rechazaban dejándome ahí abajo a cargo de todo, sólo puse las cosas a iguales.

–¿A iguales?

–Eres muy preguntona– dejó el cuchillo el mesa algo brusco –Le dieron todo, hombres, animales...Un paraíso. Yo también merecía algo ¿No?.

A pesar de que no estaba entendiendo nada, asentí bajo su mirada impaciente por mi respuesta.

–Viviendo abajo, en soledad, me aburría– se encogió de hombros –Eso que a veces subía a jugar cartas con ellos.

Una Semana Con El Diablo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora