4. ¿Amigos?

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—Disculpa, ¿está libre el asiento a tu lado? —pregunto Thom al llegar a la clase de Literatura. Me reí un poco. Pagaría para que Theo viera esto. Digo que si con la cabeza—. ¿Puedo sentarme?

—Desde luego —sonreí.

Había pasado el fin de semana, Thom estaba de vuelta en clase, con las energías renovadas y curado de la fiebre. O así es como lo veía.

Se sentó en el lugar junto a mi con sumo cuidado de no hacer ruido al mover la silla y se enderezó, haciendo su típica pose de chico educado. Hoy lleva una camisa gris de cuello redondo y manga larga que parecía abrigadora y una chaqueta de mezclilla debía haberla sacado del armario de Theo y el cabello alborotado. Me gustaban los rizos que se le formaban en esa maraña de color negro. Comúnmente se peinaba un poco, supongo que, para no parecer desaliñado, pero juraría que hasta recién levantado de la cama se vería tan guapo como hoy.

—¿Ceriseh? —lo oí llamarme sacándome de mi ensoñación y a juzgar por su tono, no era la primera vez que me hablaba—. ¿Te encuentras bien?

—¿Eh? —sacudí la cabeza un poco y me di palmaditas en las mejillas para hacerme entrar en razón—. Si, si, claro, solo estaba algo distraída.

—No te he contagiado ¿verdad?, oh no, tienes roja la cara — No puede ser—. ¿Segura que estas bien? Puedo llevarte a la enfermería, me sentiría terrible saber que estas mal por mi culpa.

Comenzaba a desesperarse o a ponerse nervioso supongo o quizá demasiado preocupado de que me hubiera contagiado la fiebre. Me pareció incluso tierno.

—Thom —lo tome del brazo para tranquilizarlo. El se quedo mirando mis manos en su brazo un momento y volvió a mirarme—. Estoy bien, en serio. Si me hubieras contagiado, no creo que la fiebre o resfriado esperara hasta dos días después para aparecer, ¿no crees?

Suspiro.

—Supongo que tienes razón —se relajo y se estiro un poco el cuello de la camisa—. Es solo que me sentiría fatal si te enfermaras por haberme cuidado.

—Tranquilo, tengo un buen sistema inmune —lo tranquilice y saque mi computador de la mochila y lo encendía—. ¿Te sirvieron los apuntes que te di?

—Si, bastante —asintió también sacando su ordenador—. Muchas gracias, por cierto.

—Creo que estos últimos días me has dicho gracias mil veces.

—No sé cómo agradecerte.

—Ya lo has hecho, no lo hice para que me dieras algo, lo hice por que eres mi... —calle un momento. ¿Qué era exactamente Thom para mí?, ¿un amigo?, ¿el chico por el que me sentía físicamente atraída?, ¿o solo un compañero de clase amigable? No sabía como describirlo, creo que es muy pronto para ser amigos, ¿o los amigos se consiguen en un día? No tenía idea, nunca había considerado a nadie mi amigo, simplemente personas que conocía y jamás me preocupe tanto como lo hice ese día por Thom, aunque Theo tuviera algo que ver para convencerme por que seguro que si me hubiera enterado por mi cuenta no lo hubiera hecho... ¿O sí?

—¿Soy tu...? —Thom me miraba con paciencia, pero aun así con ganas de saber mi respuesta.

El problema es que yo también quiero saberla.

Justo en ese momento, para mi suerte o mi desgracia, el profesor llego dando inicio la clase y fin a nuestra charla.

Theo volteo hacia el frente y se enfocó en la clase.

Ninguno volvió a decir nada.

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Mi casillero era inmaculado, cada cosa tenía un sitio y un lugar, había puesto incluso unas cajas que servían de repisas para poner todo lo que necesitara, no tenia fotos de nada, mas que un espejo pegado a la puerta simplemente para no traer el cabello tan alborotado, no lo usaba mucho realmente.

Theo, Thiago y Thom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora