5. Quiero ser solo yo.

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Recordaba a aquel chiquillo tímido e inocente que no alzaba la mirada del piso, que los huesos se le notaban a causa de la desnutrición que sufrían la mayoría de los chicos en aquel orfanato frió y triste al que llamaban "hogar". Por aquel entonces se había aferrado a una sudadera de color celeste y blanca que le quedaba tan grande que le llegaba a las rodillas y las mangas le sobraban, pero jamás se lo quería quitar, ni siquiera para lavarlo cuando era día de colada. En ese entonces tenia la mirada vacía, los ojos hundidos y los pómulos sobresalían de su cara. Tenía un aspecto deplorable, pero era un buen chico, ayudaba a los demás con la tarea y nos aconsejaba si teníamos un problema, se sentaba a tu lado y te escuchaba llorar mientras te abrazaba para darte calor. Lo recordaba con mucho cariño y casi como un hermano.

Pero aquel niño no se parecía nada al chico que tenia frente a mí. Alto, muy alto, con espalda ancha y brazos tonificados, delgado pero saludable, el cabello acaramelado que aun recordaba estaba algo largo y le cubría un poco esos ojos grises que ahora tenían más vida.

—Vaya... —me anime a decir al fin—. Leo... Tanto tiempo —sonrió aun con nerviosismo y pena.

—Si... bastante —se pasó la mano por el cabello alborotándoselo.

—Te vez... muy bien —Se sonrojo aun mas de lo que ya estaba y agachaba la mirada al piso.

—Tu igual... —hizo una pausa, sabia la pregunta que quería hacerme, pero temía la respuesta y yo realmente no quería decirla.

Negue con la cabeza tratando de decirle todas las palabras que no quiero pronunciar, que no he querido pronunciar desde que tengo memoria. Aquel hecho que me quema por dentro y me persigue desde mis pesadillas.

Gracias a Thor, Leo lo entendió perfectamente y no dijo nada más.

Había un silencio incomodo, ninguno sabia que decir ahora, quería preguntarle mas sobre cómo le fue después de que lo adoptaran, después que se despidiera con aquella cartita tan cursi que escribió hace mucho tiempo. Pero el supermercado no era un buen lugar para conversar sobre la vida.

—¿Qué tal si...? —comencé a decir lentamente, como tanteando terreno y no asustarlo—. ¿... me das tu teléfono y quedamos algún día que estemos libres para ponernos al día? ¿te parece bien?

—Me parece perfecto —sonrió y sus ojos se iluminaron.

Me gustaba ese brillo en esos ojos grises.

*****

La agenda de contactos de mi teléfono ya no estaba vacía.

Estaba un número, solitario como yo, esperando a tener algún compañero con el que agruparse y ordenarse alfabéticamente.

Pero no sabía quien seria.

El teléfono de Leo, mi amigo de la infancia se veía muy solitario ahí en mi agenda. Tanto que supuse que guardar otro teléfono no vendría mal. No se realmente que ha estado pasando conmigo.

Últimamente al llegar a casa he sentido algo vacía. Siempre me ha gustado llegar y estar en completo silencio ya que Mushu no es muy platicadora que digamos. Pero los últimos días habría estado hablando mucho en el instituto. Desde los encargos del director a los comentarios absurdos ligones de Theo, la educación agradecida de Thom y el sarcasmo de Thiago. En las pocas semanas que los había conocido ya era como si me hubiera acostumbrado a ellos.

Y eso no me gustaba.

Siempre hablaba con las personas que llegaban conmigo para querer conocerme, pero terminaban aburriéndose y no volvían o simplemente no les interesaba lo suficiente para seguir hablando conmigo y había estado bien con ello.

Theo, Thiago y Thom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora