Capítulo 16

628 64 10
                                    

       || Capítulos finales ||

Sobre mi regazo, mis manos juguetean entre sí.
La boca reseca y miles de palabras que se quedan atascadas en mi interior.
George no me mira, sus ojos están clavados en el suelo de Micktown.
Y ahora os preguntaréis...
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
¿Qué hace George aquí?
Pues empecemos desde el principio.
Todo comenzó anoche, con una llamada de teléfono.

que me estás mintiendo, Caitlin. Nadie necesita casi tres meses para arreglar un par de documentos. Dime la verdad.
—Chasqueo la lengua.
—Las cosas se han complicado un poco más de lo que pensaba, George. Eso es todo. —Le aseguro pero sé que mis palabras no surten efecto en él.
¿Un poco? Venga ya, Caitlin.
Si tienes dudas, si hay otra persona quiero saberlo. —¿Hay otra persona? No lo sé.
¿Tengo dudas? En realidad tengo más respuestas que dudas.
Pero eso no puedo decírselo.

—No es eso, George. No hay nadie. No me hagas enfadar. —Refunfuño.
Muy en el fondo de mi misma, tengo la sensación de estar buscando una excusa para colgar el teléfono.
Dimelo Caitlin. Cuentame la verdad. —Pongo los ojos en blanco.
—¡Te estoy contando la verdad! —Exclamo por el teléfono.

Pero en esta relación, los dos sabemos alzar la voz.

¡Deja de hacer eso, Caitlin! No me mientas más. Dime qué está pasando, por favor.
¡Deja de mentirme! —Y sus gritos hacen que mi lengua se suelte.
Pierdo el control.
—¡Estoy casada, George! ¡Tengo un marido en Micktown! ¿Vale?
¡Es lo que he estado haciendo estos malditos meses, tratar de divorciarme!

Y así es como George decidió venir. Y aquí estamos.

Cuando mi mirada vuelve a mi prometido, me decido por hablar.
—Cuando nos conocimos, yo ni siquiera recordaba a Barry. El tiempo pasó, me pediste matrimonio y entonces lo recordé. Tenía miedo de tu reacción así que me decidí por solucionarlo por mi misma.
Pensé que sería cosa de un par de días. No de meses. —Soy honesta con él. Parece pensar en mis palabras, repasarlas buscando errores.

Al final, suspira.
—Está bien, Caitlin. Te perdono. —Asiento.
—Gracias.

—Pero ¿Por qué te está llevando tanto tiempo? ¿Tu marido se opone al divorcio? —Trago saliva.
—No es eso, es algo un poco más complicado pero está casi arreglado.
—¿Quieres que hable yo con él? —Me levanto con tal rapidez que casi pierdo el equilibrio.
—¡No! No hace falta. Gracias.
Pero no hace falta. Gracias. —Hablo algo atropellada, intentando evitarlo.

—Está bien, Caitlin. Te esperaré en el motel. —Mi prometido va a besarme pero entonces me aparto lo suficiente para que sólo roce mi mejilla. Le sonrío apagada y doy un paso atrás.

No quiero que hable con Barry, que mis dos mundos choquen.
No quiero que haya ciertas cosas que sepan.
Digamos que hay cosas que prefiero mantener para mi misma.
Abro la cremallera del bolso para sacar el móvil. Está enganchada y me cuesta abrirla del todo.

Suspiro. Este bolso siempre me ha dado el mismo problema, por eso no suelo usarlo.
Y digamos que, cuando metí los papeles del divorcio sabía que había una probabilidad real de que se rompieran.
Y quiero creer que no los metí ahí a conciencia.
Pero una ínfima parte de mi sabe que si lo hice.

Quería romper esos malditos papeles. Necesitaba más tiempo.

—¿Entonces ahora vas a presentarme a George? —Me encojo de hombros.
—No lo sé, Mamá. Tal vez.
—Presentamelo antes de que le mandes a Estados Unidos de una patada en el culo. —Dejo escapar una risa.

—¡Mamá! Callate. Al menos he evitado que hable con Barry.
—Suspiro.

—Barry, Barry, Barry. Últimamente todo es Barry.
Barry aquí, Barry allá.
¡Pero luego dices que no te importa! Que es parte del pasado. Que lo superaste hace años. —Palmeo mi frente ante las padres de la mujer que me dió la vida.

—Yo nunca he dicho que no me importe. Es sólo que es diferente.
Cuando estoy con George me siento el ombligo del mundo.
Estoy bien cuidada, protegida.
Es un amor cómodo, fácil.
No hay obstáculos ni problemas.
Del tipo de amor que todo el mundo desearía. —Explico.

—¿Y con Barry? —Esa pregunta es más complicada de responder.

—Barry y yo peleamos todo el tiempo. Somos diferentes, no dejamos de chocar y lo hacemos todo complicado. Pero cuando estoy con él, yo...
Es como si volviéramos a ser dos adolescentes locos.
De remate y de amor.
Como si la vida se detuviera y nada más importara.
Estar con Barry es como conducir un ferrari a dos cientos por hora.
Es peligroso y loco. Pero harías lo que fuera para que nunca acabara el viaje.
Porque te sientes viva. Te sientes libre.

«Y así es como me siento cuando estoy con él.
Como yo misma, como la Caitlin que no he sido en años.
Libre y viva.»

Que bonico

Dato: George NO es malo.
Es aburrido, pretencioso y un coñazo de tío. Pero no es malo.
Más adelante os daréis cuenta ❤.

Sweet Home. Snowbarry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora