Capítulo 19 (Final)

757 64 10
                                    

Mi madre ajusta el lazo de mi vestido en mi espalda.
—Estate quieta, Caitlin. —Me pide. Bufo.
—Estoy quieta. —Ella me da un tirón, miro en su dirección y la encuentro retandome con sus ojos marrones.

—Listo. Estás muy guapa y muy destruida. —Sus palabras se clavan en mi pecho.
—¿Muy destruida? —Pretendo bromear.
—Así es. Recuerdo tu primera boda, parecías un canguro.
No dejabas de saltar atrás y adelante, estabas tan nerviosa que no me dejaste peinarte y tan sonriente que acabaste con dolor de mandíbula.
Parecías sacada de un anuncio de dentistas. —Tomo una bocanada profunda.

—Si, Mamá. ¿Cuánto falta para que empiece?
—5 minutos. ¿Esa Señora tan elegante es tu suegra? —Asiento.
—Si, es ella. —Confirmo.
—Pues que horror.
¿Por qué tiene cara de oler a caca? —Se tapa la nariz de forma simbólica.
—Porque huele a caca. —Chasquea la lengua.

—Pues que se joda. Que ella y ese hijo tan feo que tiene se vayan de mi pueblo. —La reprendo con mi mirada.
—Creía que George te caía bien.
—A mi me cae bien quien te haga feliz y no es ese hombre. —Alzo una ceja y me agarro el vestido, evitando que roce el suelo.

—No mientas, Mamá. George te cae mal porque el otro es tu niño bonito.
—¿El otro? Ese otro tiene nombre y si, no te niego que le quiero como si fuera mi hijo también. Le he visto nacer y crecer.
Pero la razón por la que más le quiero es lo feliz que solía hacerte. —Antes de que la música comience a sonar, repaso mis labios y me dispongo a salir.

La música nupcial anuncia el comienzo de la ceremonia, empiezo a caminar directa al altar.
Las niñas delante de mi van lanzando pétalos de rosa y al llegar a donde está George, se apartan a un lado.
Finalmente llego a mi destino.

George lleva un traje negro básico, nada especial.
Me mira con una sonrisa radiante a la que trato de responder pero fallo estrepitosamente.
El cura delante de nosotros, con sus manos en la espalda, mira que todo esté en orden antes de iniciar.

—Buenos días a todos y todas las presentes y gracias por acudir.
Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de dos almas que se han encontrado y han decidido compartir el resto de sus vidas... —Y mi mente viaja según el cura habla, lejos de allí.

—¿Por qué hay sábanas de Peppa Pig en mi cama? ¡Caitlin! ¡Caitlin Alisson Snow! ¡Qué has hecho! —Y ya no lo resisto más.
Comienzo a reír.

—¡Vas a pagarme esto, Caitlin! ¡Lo juro por Micktown!

—...El amor es complicado y a veces, las cosas se ponen difíciles.
Pero cuando realmente amas, resistes la tempestad... —Sigue diciendo. Pero yo ya no estoy ahí.

—¿Acaso él sabe que odias el pescado? ¿Que te cuesta dormir por las noches y piensas demasiado? ¿Sabe que le tienes miedo a la oscuridad?
¿Acaso él sabe que te gustan los coches clásicos y la velocidad?
¿Qué siempre has tenido miedo a quedarte sola?
¿Que tu mayor sueño era una boda en mitad del bosque y fuí yo quien lo cumplí?
¿Qué amas las tormentas y que te sientes profundamente perdida?

«Dímelo, Caitlin. Dime si él conoce tu manía de morderte las uñas. Si sabe que el té es tu bebida favorita. Dime si él sabe quien eres o si en cambio sólo sabe quien aparentas ser.» 

—...Pero Caitlin y George han sabido vencer todos los obstáculos y sobreponerse.
Por eso hoy estamos aquí...

—¿Y si me hubiera quedado, Barry? ¿Qué habría pasado? —Necesito respuestas, despejar esa duda así que decido romper el silencio.
—No te quedaste. Así que nunca lo sabremos.
Pero tal vez, nos habríamos pasado el resto de nuestras vidas conduciendo en coches clásicos por las calles de Inglaterra. —No puedo responder ante eso.
No sé qué decir.

Sweet Home. Snowbarry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora