La vista de un pasillo oscuro y viejo que se encontraba frente a un hombre de fornida constitución en capa blanca y un hombre pequeño y rechoncho, el dueño de la casa, no ofrecía las esperanzas que la luz en su divino poder divulgaban con los ángeles como guías.
El tronar de las tablas de madera que conformaban el suelo se encargaba de completar la experiencia negativa que la simple estadía en aquel sitio representaba.
Los cuadros de arte colocados en ambas paredes que formaban el pasillo no daban signos de demostrar el menor signo de vitalidad. Sin embargo, aquellos hombres podían sentir como si aquellas pinturas fijaran sus vistas en los pobres desgraciados que no podían evitar la tensa atmósfera que al menos a uno de ellos carcomía.
-Cuidado-Dijo el hombre de mayor tamaño.-El espíritu se encuentra cerca. Recuerde señor. Cuidado con su boca. Aunque me tiene a mí para salvarlo.
-E-entiendo-Respondió con un temblor que no pasaba desapercibido.- Señor exorcista... ¿está seguro que esta la única manera de eliminar al fantasma?
El hombre de bata blanca, escuchando sus dudas, comienza a chasquear la lengua de forma breve y repetida. Finalmente levantando el dedo pulgar de su mano derecha, voltea el rostro enseñándole a su cliente las gafas blancas y puntiagudas que llevaba en su rostro. Uno de los signos de estatus superior dentro de su ambiente.
Con una sonrisa confiada y una pose extravagante que en tal situación cualquiera vería como una valiente declaración, ofrece palabras que no se molestaban en ocultar su seguridad.
-Iluminador, señor Torres. No exorcista. Y esto no es un fantasma. Aquellos seres se limitan a mover objetos o aparecer en fotografías. A lo que nos enfrentamos es un verdadero espíritu demoníaco.
El sonido del hombre tragando saliva nerviosamente, ya sea por la cercanía en la cual se encontraban uno del otro o el desolador silencio, reverberó a través de los oídos de ambos. Y como duelo pistolero en película de viejo oeste, sirvió como llamado al malvado ser que se ocultaba en aquel sitio.
Saliendo de debajo de las tablas como neblina, se comienza a formar la imagen de un hombre jorobado de tez exageradamente pálida, largo cabello canoso y una boca con cientos de dientes que cubría la mayor parte de su rostro reemplazando su nariz y ojos. El terror floreciente de tal aberrante figura hizo gritar al señor Torres, quien en su miedo se vio incapaz de mover las piernas, mientras veía a la enorme boca deforme aproximarse hacia su cabeza. Contacto que nunca logró culminarse por la repentina interrupción de una cruz plateada del tamaño de un brazo que se interpuso al momento anterior al impacto.
-Como dicen los escritos sagrados. Si un ente del mal se aproxima, golpea al reverendo hijo de pu**.
Revelando unos versos que Torres no lograba asegurar si se estaba inventando o si se había quedado dormido en aquella clase religiosa en el colegio, utiliza aquella cruz como martillo y ofrece un enorme golpe directo a la boca del espíritu, quien cayó al suelo. Sin dejar que cese su aplaste, comienza a empujar todavía más la cruz, atravesando la cabeza de aquella existencia que tras ser derrotada comienza a sangrar por todos sus poros lanzando un grito en excesivo agudo y desgarrados, hasta finalmente desaparecer en un mar carmesí.
-El trabajo está hecho, don.
Sorprendido por la forma directa de encargarse del problema mucho más violenta de la cual esperaba, pero aun así aliviado, agradecimientos y lágrimas de felicidad son enviados hacia el profesional. Aquel que colocó su palma en el brazo de su cliente en símbolo de felicidades, para luego dar media vuelta hacia la salida.
-¡Espere señor iluminador! ¿Qué sucederá con toda esta sangre?-Dijo algo mareado por el hediondo olor que desparramaba todo el sitio y aguantándose las ganas de vomitar por la asquerosa imagen.

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Iluminación divina no exactamente bien recibida
MizahEn medio de la pavorosa neblina naciente de la protervia condición adyacente a los malignos espíritus de la más profunda oscuridad, aquellos elegidos otorgarán la luz a las almas en pena que en su inframundo no serán capaces de correr de sus acechad...