Gabriela no se presentó el día siguiente a la escuela, el apenas y se inmuto, no era nada un día que no fuese a la escuela, a cualquiera le pudiera pasar, ¿no?
El segundo día tampoco asistió. El apenas y quiso darse cuenta.
Pasó una semana y ella seguía sin aparecerse.
Es cuando él se preocupó. Decidió ir cuando saliera de su última clase, cual fuese que fuere la razón de ausentarse, una semana era demasiado, incluso para ella, o para que su madre la dejase.
Algo debía ir verdaderamente mal.
Las calles eran inmensas, el tiempo en rojo de los semáforos parecía una eternidad, empeñada en burlarse de él, incluso parecía tener una fina capa de sudor en su cuello.
Él se preocupaba.
Era claro que lo hacía, ¿Quién no se preocuparía por ella en estos casos?
Se encontraba enfrente del número #452 de esa calle, sin saber si golpear la puerta, preparándose para lo peor, o simplemente salir huyendo, como si no le importará lo que le pasara a ella, pero lo hacía y ahora tendría que vivir con ello.
Fueron unos leves golpes, apenas y el los escucho, por lo que intento de nuevo. Ahora no fueron tan insignificantes, porque Gabriela lo recibió.
— Hey — saludó el.
— ¿Sé te ofrece algo? — levantó una ceja, haciéndola ver furiosa.
— Estoy bien, gracias — sonrió con ironía — Solo quería saber de ti.
— Puedes ser más específico — respondió después de un momento.
— No has ido a la escuela en varios días.
— Oh, eso —pareció no haberlo notado ni ella. — Ya no tendré que ir.
— ¿A qué te refieres?
— Presenté un examen y he acreditado con un promedio de 9.7 en nivel preparatoria.
— Oh — por un momento pensó que todas las palabras de su vocabulario se esfumaban — Entonces, ¿ya no iras más?
— Así es — dijo con una sonrisa, ignorando la notoria decepción de el — ¿No es genial?
— Claro — si hablamos solo de ti.
Ella le dedicó una sonrisa más, antes de cerrar la puerta sin preguntar si se le ofrecía otra cosa.
Diablos, en el peor momento él se había sentido atraído hacia ella.
