Habíamos llegado a los muelles. Nos paramos y Sacha me abrió la puerta, aunque esta vez no me empujó contra el coche. Me ofreció su brazo (era todo un caballero) y me llevó a un barco amarrado en el muelle. ¿Un barco? Me esperaba cualquier cosa menos eso.
Me dejó pasar delante suyo para cruzar el pontón. Afortunadamente, mi vestido solo se ajustaba hasta la mitad de los muslos, por lo que pude subir el escalón de la entrada.
Un asistente o un mayordomo, no sabría decir qué era, me tendió la mano para ayudarme a posar un pie sobre la lujosa cubierta de madera de teca de la pequeña embarcación. Sacha se acercó, atravesamos la cubierta y descendimos a un camarote acristalado por ambos lados. Dentro había muchas mesas, pero solo una estaba puesta.
Mantelería blanca, cubiertos de plata, copas de cristal… el lujo formaba parte de cada detalle de la puesta en escena. Era el ejemplo perfecto de una cena romántica, con luces tenues, velas y un ramo de rosas sobre la mesa. Desde luego, Sacha no parecía ser de los que invitan a una pizzería.
Nos sirvieron langosta perfectamente cocinada, ternera trufada con verduras de temporada y un soufflé helado con fresas excepcionalmente cremoso, todo ello regado con un champán exquisito. Mientras degustábamos estos manjares, el barco navegaba sobre el Sena y yo… yo navegaba al país de los cuentos de hadas, un país donde el príncipe azul tenía los ojos de jade y la princesa una cabellera de fuego. Tras el postre, subimos a la cubierta de madera de teca.
Hacía frío, pero yo tenía calor (quizás por el champán) y rechacé la chaqueta que me ofrecía mi anfitrión. Ya habíamos visto desfilar antes nosotros algunos de los más bellos monumentos de París: el Museo del Louvre, el Grand Palais, la Torre Eiffel... y nos acercábamos a la imponente Notre Dame.
Sacha insistió en que le hiciera de guía, pero yo estaba segura de que él ya conocía París tanto como yo o casi. Sin embargo, ya que yo tenía amplios conocimientos sobre la historia de la ciudad que tanto adoraba, me lancé en una diatriba apasionada sobre los momentos más sombríos de París, adornando mi relato con anécdotas divertidas.
Le hablaba de mis barrios favoritos, como Ile Saint Louis; de los lugares más turísticos, que no me gustaban…
Sentía la mirada de Sacha cada vez más intensa sobre mí. Su mano recorría mi espalda lentamente, dejando una oleada de escalofríos a su paso.
De repente, se excusó y fue a decirle algo al mayordomo. Unos minutos más tarde, el barco se paró y descendimos.
Estábamos en pleno corazón del barrio de Ile Saint Louis
–Enséñeme su barrio favorito… ¡Quiero empaparme de todo lo que ama!
¡Qué capacidad tenía ese hombre de desarmarme!
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ATRAPADA.
RomanceSu cuerpo y su alma son suyos. -La mejor novela erótica. una historia que te atrapará.