10. La vuelta a casa

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La vuelta a casa

(Sean)

Desperté sobre una cama. Boca arriba. La luz del sol entraba por una ventana y daba de lleno en mi rostro.

Me incorporé despacio, para ubicarme. Dejando que mis ojos se adaptasen a la creciente luminosidad. Recordando lo ocurrido durante la noche anterior. Todavía llevaba puesto el pijama, con la camisa manchada de sangre reseca y estaba dentro de mí dormitorio. El aroma a café entraba por la puerta entreabierta y escuchaba a mamá hablar con Nadie en el piso de abajo.

Sin embargo, no tenía apetito. Me levanté con rapidez, tomé una ducha y me puse lo primero que vi en el armario. Unos vaqueros y una camiseta con figuras geométricas estampadas en la parte delantera.

–Voy a ver a Marcus—le dije a mamá cuando se me acercó mientras me estaba poniendo la chaqueta.

–Buena suerte—deseó sincera.

Le besé en la mano y salí de casa. Corrí calle abajo hasta una carretera más concurrida y tomé un taxi que muy pronto me dejó en nuestro apartamento.

El corazón me latía tan rápido, que llegué a pensar que me podría estallar en el pecho. Las paredes del ascensor se me antojaban estrechas, y me faltaba el oxígeno. Tenía miedo. Pánico de que Marcus no me quisiera ver más. Que lo hubiese lastimado hasta el extremo de llegar a odiarme.

Con fuerza, con los puños, toqué en la puerta. No escuchaba nada al otro lado. Ni siquiera la televisión. Él podría no estar en casa.

–¡Marcus! ¡Marcus abre! ¡Soy yo!

Di incontables golpes. Sin resultado.

–¡Marcus!

–¿Shun?

Lo dijo en voz baja, y que la puerta estuviera de por medio no ayudaba demasiado a escucharlo con claridad, pero estaba seguro de que había pronunciado mi nombre.

–Marcus, abre. Necesito hablar contigo.

Sus pies se arrastraron por el suelo hasta la puerta. Estaba descalza.

–Si vienes a reclamarme... Si continúas sin creerme, será mejor que te vayas.

Escuché un suave golpe y cuando habló y su voz sonó tan cerca, me di cuenta de que había apoyado la frente en la puerta.

–Shun... Quiero verte. De verdad que no hay nada que desee más que mirarte a los ojos. Pero no son tuyos. Son los ojos de Sean. Y sé que te molesta que te compare con él. Quizás lo mejor para evitarnos problemas, para evitar que se rompan los pocos pedazos que quedan de mi corazón; es que no te abra la puerta. Que no te vea. Porque no podré dejarte marchar si lo hago. Y tú tienes una vida en la que no hay lugar para mi. Lo dejaste muy claro la última vez que nos vimos.

–Necesito hablar contigo, Marcus. Es importante. Abre—las palmas de mis manos se apoyaron en la puerta, como si así pudiera atravesarla y tocarle. No escuché nada por su parte, y eso significaba que él permanecía inmóvil. –Marcus, soy yo. Soy Sean.

Sentí ganas de llorar. No sabía si porque él lo estaba haciendo, o porque una parte de mi ser se había desgarrado con sus palabras.

–Perdóname. Debí creer todo lo que me dijiste. Lo de las fotografías. Lo de mi madre. Tú tenías razón. Ella te sacó de mi cabeza. A ti. A mi padre. A Ben y a los demás. No debí decirte las cosas que te dije.

–¿Me crees? –su voz sonó esperanzada, pero en el mismo tono suave.

–Empate, Marcus. Te empate con toda mi alma.

Colmillos Rotos (Slash//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora