13. La sangre de la bruja

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La sangre de la bruja

(Sean)

El último en abandonar nuestra casa fue Lorem, que saltó de forma temeraria desde el balcón y se perdió en la distancia.

Cuando volví de quitarme los restos de sangre de Sera de la cara, Marcus continuaba ocupado en intentar restaurar el orden entre las otras figuritas que se habían caído al suelo y que por fortuna se habían salvado gracias a su embalaje.

–¿De qué quieres hablar a solas con nosotros? –pregunté curioso a mi madre. No se había movido de la silla ni para despedirse de los demás invitados.

–Necesito saber porqué. Por qué Marcus es la excepción a la regla de los licántropos. Por qué siendo lobo no lo mataste.

Eso llamó la atención de mi novio lo suficiente como para que dejara de hacer lo que hacía.

Mamá cruzó la habitación como tan solo ella podía hacerlo, y en un instante empujó sin miramientos a Marcus contra el sofá. Dejándole sentado.

–¿Qué...?

El vestido de mi madre comenzó a ondular, al igual que su cabello. Y sus dedos, expulsaron aquellos hilos de magia sobre el rostro del desconcertado Marcus.

–¿Qué haces, mamá?

–Buscar.

Entonces por encima del rostro de Marcus se sobreexpusieron otros. Como creados por los hilos mágicos, mostrando el mismo aspecto translúcido. El primero que reconocí fue el de Alexander, con las gafas que llevaba puestas la única vez que lo había visto en persona. Fue sustituido entonces por una mujer muy parecida a Marcus, y después, Elias. Tras ellos, aparecieron más caras, pero ya no pude reconocer a nadie.

–¿Qué hace? ¿Qué busca?–escuché preguntar a Marcus con cierto temor.

–No lo sé.

–Tus antepasados. Todo aquel con el que hayas compartido ADN—respondió mamá sin detener el movimiento de sus manos como quien pasase muy deprisa las páginas de un libro. –Shun, ¿reconoces a alguien? ¿Te suena alguno?

–Me sonaban el hermano y el padre de Marcus, pero los demás...

–¿De qué habláis? ¿Acaso estáis viendo algo que yo no veo?

Marcus nos recorría a mamá y a mí con la mirada, preocupado. Tal parecía que aquellos rostros sólo los podíamos ver nosotros.

Cientos de caras. Muchísimas. Una tras otra. Mamá incluso maldecía. Pasaron varios minutos, ni supe cuantos, hasta que se detuvo y contempló aquel rostro espectral en concreto con evidente asombro.

–Norah... –musitó como si se hubiera quedado sin aliento. Sorprendida, tuvo que poner cierta distancia con Marcus dando algunos pasos hacia atrás.

–¿Quién es Norah? –se atrevió a preguntar él, que desconcertado, todavía permanecía inmóvil donde mi madre le había empujado en un principio.

–Ella es la razón de que Shun no te hiciera daño alguno—respondió mamá aún como hipnotizada.

Marcus se inclinó hacia adelante en el asiento, y aquel rostro se desvaneció sobre la piel de su cara.

–Pero no sé quién es. No conozco a nadie con ese nombre.

–Yo sí—dijo mamá y nos dio la espalda mientras se abrazaba a si misma. –Yo tengo la culpa del anormal comportamiento del lobo que hay en mí hijo.

Colmillos Rotos (Slash//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora