Capítulo 6: Realidad.

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El calor seguía siendo sofocante e insoportable, por eso odiaba su estúpido celo. Pero en esa mañana, cuando despertó recostado sobre el pecho de aquel muchacho al que halló por mera casualidad, no pudo evitar AMAR su celo. Jodida fuera su maldita vida, pero en ese momento adoraba ser un omega.

Ni siquiera le importaba que aquel niño tuviera apenas veinte años, o que fuera más bajito que él, porque era una joya amoldable a sus deseos. Ante él estaba una persona que cumplía con sus estándares de belleza, con aquel aroma dulzón —pero no empalagoso—, y suponía que podía manipular todo lo demás para volverlo a su imagen de perfección.

—No puedo quedarme más tiempo —esa mirada salvaje se había ido, pero aun así tenía su encanto.

—Mi celo no ha terminado, así que no te vas —dictó, odiando que ese niño se las hubiese ingeniado para darle un supresor.

—Así no le guste, me iré —declaró Tsuna antes de empujarlo suavemente para salir de la bañera donde se hallaban—. No puedo quedarme durante los tres o cuatro días en que dure su... su celo.

—No lo harás —lo sujetó del brazo con fuerza.

—Volveré en la tarde —suspiró—. Pero ahora debo irme a casa y a mi trabajo en la guardería.

—Dije que no.

—Intentaré posponer mi día de labor en la cafetería —siguió entre sus forcejeos para zafarse del agarre ajeno—, y vendré con usted.

—Tsuna.

Reborn, suéltame ahora.

Aquella voz de mando era poderosa, incluso Reborn no pudo luchar contra ésta y menos en el estado de pleno celo en el que estaba. Por eso vio a ese niño abandonar el cuarto de baño envuelto en una toalla blanca y sin dar cabida a la vergüenza. Pero también se disculpó por usar aquella voz, asegurando que recompensaría ese mal rato. Y Reborn juraba que iba a atarlo a su cama si era necesario para que no se le escapara una vez más. Aunque sus deseos de venganza se vieron aplacados cuando bajó a su comedor y se halló con una taza humeante de café. El perfume de aquella bebida, la combinación con lo que parecía almendras, el sabor fuerte con el toque preciso de azúcar, fue la gloria. Le perdonó la desfachatez de marcharse solo por ese café.

—Sí, señor —Tsuna hablaba por teléfono mientras caminaba hacia su trabajo, después de haber dado una excusa barata en casa para justificar su ausencia en la noche—. Me ayudaría mucho si lo hace.

Hablaré con ellos. Pero si no pueden cambiar la reservación para mañana, tendrás que venir a trabajar.

—Jefe, de verdad lo siento mucho, pero es un asunto serio —murmuró mientras verificaba que el vendaje de su cuello estuviera colocado correctamente.

—Confía en mí y dime qué sucede.

—Alguien —Tsuna suspiró antes de cerrar los ojos—. Alguien descubrió donde trabajo y me está chantajeando.

—Si me dices quién es, puedo hacer algo.

—No, señor. Ya le he causado muchos problemas —apretó los labios—. Trataré de llegar a un acuerdo con esa persona.

—Tsuna, puedo ayudar.

—Y se lo agradezco, pero primero déjeme intentar solucionar esto por mi cuenta.

—Está bien. No puedo ir en contra de alguien tan terco como tú.

—De verdad lo siento.

Chantaje, en eso pensaba Tsuna mientras trabajaba con aquellos niños, intentando no distraerse, pero fallando algunas veces. Incluso se olvidó de la hora de la siesta de los pequeños, pero juró que pondría más empeño para recompensar sus fallos.

Delicioso aromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora