Capítulo 7: No lo soportarás.

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Tsuna había estado trabajando con normalidad, llegando con prisa, conviviendo con todos como era común, tomando las obligaciones que le correspondían, y practicando un poco de sus rutinas ya ensayadas en casa durante las tardes de fines de semana. No tenía ni una sola queja, sus clientes seguían llegando, las reservaciones siempre se hallaban marcadas, no dejó de ser aquel personaje que destellaba seguridad en sus espectáculos.

Pero había cosas que no podía controlar, una de ellas era la sobreprotección de su jefe, quien era para todos los empleados como un padre. Por eso esa plática, aunque se vio aplazada por mucho tiempo, tenía que llegar. Tsuna se sentía como un niño de cinco años siendo regañado por su padre por alguna travesura.

—Los moretones de tu cuello me dan ciertas respuestas, pero debo preguntar formalmente.

—Y yo debo responder, Fon-san —Tsuna suspiró antes de agachar un poco la cabeza ante su jefe.

—La negociación con tu chantajista —el azabache de largo cabello atado en una trenza, bebió su té con calma—, ¿se ha basado solo en... —dudó en la palabra para usar—, favores sexuales? —no tuvo opción, dijo aquello en voz alta.

—Pues —sus mejillas enrojecieron e instintivamente se tocó el lugar donde esa mañana vio el moretón—, algo así.

—Sabes lo incorrecto que es eso, ¿verdad?

—No lo es tanto si yo... acepté de buena manera —estaba tan incómodo que no podía dejar de mover su pie derecho.

—Yo te conozco, Tsuna. Jamás has aceptado los coqueteos de los clientes. Los tratas con amabilidad y sigues el juego, pero jamás has aceptado hablar con ellos fuera del establecimiento —cruzó sus piernas—. Estoy consciente de que tu chantajista te encontró fuera de la cafetería, y supongo que te obligó a aceptar algunas cosas para no decir nada, pero... no creí que tú fueras manipulable.

—En realidad —Tsuna jugó con sus dedos—, algo pasó con... mi chantajista —no quería dar el nombre real—. Algo que va más allá de lo que entiendo.

—Puedes decírmelo, Tsuna, y si creo que es indebido, te ayudaré para que dejes estos favores de lado —señaló el cuello del chico.

—Me gusta esa persona —no miró a su jefe, se centró en sus manos—. Al inicio fue algo solo físico, creo —se sentía incómodo hablando de eso—, pero después de convivir un tiempo... pues el chantaje ya no lo es.

—¿Síndrome de Estocolmo?

—No —rio divertido a la par que su jefe—. Es solo que... me siento bien cuando estoy con él.

—¿Sabes lo riesgoso que es esto?

—Lo sé, pero hasta ahora todo va bien, y le he dejado claro que me gustan mis dos trabajos.

—Tsuna..., si él fue uno de nuestros clientes significa que tiene dinero suficiente para pedir nuestros servicios exclusivos, lo que me lleva a decir lo siguiente —miró fijamente al castaño—. Un hombre de estatus no desearía que su pareja trabajara en estos lugares.

—Sé que es un riesgo —apretó los labios—, pero me gusta trabajar aquí y no voy a dejarlo. Sea lo que sea que piensen los demás, yo no hago algo malo.

—Me alegra escuchar eso —sonrió Fon—. Me alivia saber que te tendremos por aquí todavía. Y no solo es porque los clientes te adoran y las ganancias son buenas —rio a la par que Tsuna—, sino porque perdería a mi mejor cocinero —sujetó las manos del castaño—. Todo lo que fabricas con tus manos sabe delicioso. Todos aquí lo creemos y no nos gustaría dejar de probar tus galletas.

Delicioso aromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora