Capítulo 5: Sumiso.

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Reborn disfrutó de la timidez del primer beso, del roce tembloroso de esas manos que intentaron alejarlo, de los murmullos del alfa que intentaba no perder el juicio y razonaba con quien ya había perdido el sentido o al menos la vergüenza. Sonrió cuando notó la inexperiencia de aquel castañito que intentó conservar su cordura a pesar de que el auto se llenó de las feromonas de un omega en celo. Era adorable la forma en que intentaba negarse a lo inevitable.

—Dime que no has pensado en mí —casi gimió cuando logró sentarse en el regazo del chico.

—No lo...

—No me mientas —se quitó el saco mientras movía sus caderas al compás de sus latidos.

—No, no —Tsuna cerró los ojos y empujó el pecho del ajeno—, por favor. Necesito... respirar aire puro.

—Dime que no me usaste para masturbarte —soltó una risita maliciosa antes de arrojar su fedora hacia un lado.

—Yo no...

—Dime la verdad —susurró junto al oído ajeno antes de repasarlo lentamente con su lengua.

Y entonces, después de jugar un poco con la fuerza de voluntad de ese niño, esos ojos color chocolate se tornaron en una mirada casi salvaje, dominante, exquisita. Reborn estaba orgulloso porque despertó al animal que vivía dentro de aquel tímido castaño. Esas manos lo sujetaron con fuerza antes de que esos dientes mordieran su quijada con suavidad y esa lengua repasara sus labios con una lentitud casi delirante.

—Dilo —le ordenó.

—Eres la primera persona con la que he soñado —Tsuna sujetó las caderas del azabache para que dejaran de moverse—, cosas pasadas de tono —enrojeció por la vergüenza.

—Qué lindo.

—Y por eso —deslizó su nariz por el cuello del azabache quien tembló—. Debo huir.

Tsuna empujó a un lado al omega. Con una patada y una maniobra torpe, logró abrir la puerta y lanzarse fuera del auto. Dulce sabor a libertad. Tosió un par de veces antes de levantarse y dar dos pasos antes de caer de rodillas. Era joven, no podía controlar sus impulsos más básicos, y en esa ocasión casi delira con el gemido que el omega entonó para tentarlo. No quería mirar atrás, se aferraba al suelo como salvavidas, y gateó con prisa para esquivar al demonio. No podía sucumbir a esa malsana necesidad.

—Tsunayoshi —entonó Reborn con furia entremezclada con diversión.

—¡Ni siquiera sé tu nombre! —se giró para mirar. Grave error.

—Puedes venir y averiguarlo —sonrió mientras se levantaba la camisa, mostrando el abdomen plano y sutilmente delineado—. ¿No quieres? —elevó más la tela hasta mostrar uno de sus pezones ya duros y necesitados. Gimió suavemente.

—No —el castaño cerró los ojos y se levantó a duras penas—. No hoy.

—Vuelve aquí, cariño —rio bajito porque sabía que su voz era su mejor arma. Porque al igual que el alfa tenía su voz de mando, él tenía el poder de manipular a un alfa por medio de sus susurros y gemidos—. Ven a mí —siseó antes de repasar su abdomen con sus propios dedos.

—Oh no, no —Tsuna se cubrió los oídos—. No caeré.

—¿No quieres darles nombre a tus fantasías? —colocó un pie fuera del auto.

—No, no —negó mientras se obligaba a caminar—. No, jamás.

—Yo sé que lo quieres —salió del auto y rio bajito, dejó fluir sus feromonas sin control—. Dejaré la puerta abierta, alfa —gimió bajito.

Delicioso aromaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora