Rafael Valtersen, no está preparado para poner en riesgo su vida por un partido de fútbol americano. Sabe que es más hueso que carne y su mundo gira en su vía de escape: la música, donde puede viajar a otro espacio y tiempo.
Lara Foster, no es la pe...
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Cuando somos adolescentes creemos tener el mundo a nuestros pies y en perfecta órbita, sin embargo, déjame decirte la cruda verdad:
Estamos expuestos ante una sociedad que confunde la palabra libertad con libertinaje.
Estamos expuestos ante el qué dirán.
Estamos expuestos a hacer todo lo posible por ser aceptados ante ciertos grupos para destacar y sentirse importante.
Yo había pasado por una de los peores momentos de mi vida a los quince años. Fue el día en que decidí convertirme en alguien cool con los amigos equivocados que me estaban arrastrando al mundo de la infelicidad, pero que en ese entonces para mí era asombroso.
Las drogas.
Dejé envolverme por una dosis mínima cada fin de semana hasta llegar al punto de necesitarla todos los días. Probé de todo en secreto, mi familia no sospechaba al principio ante mis cambios de humor, mis notas de la escuela bajaron y sin embargo, no me importaron.
Ya sabía cómo enfrentar el problema.
A veces lo hacía en los cubículos de la escuela junto a una amiga, la pasábamos genial mientras charlábamos de cosas sin sentido. No recuerdo mucho ese momento, pero tengo noción de lo que sucedió.
Pero todo en exceso es malo.
Todo lo bonito y divertido tiene una fecha límite de vencimiento, en donde tienes que enfrentarte cara a cara con la muerte.
Dos de mis compañeros de secundaria fallecieron por sobredosis. Verlos en esos ataúdes ocasionó que un interruptor se encendiera en mi cabeza y comenzara a ver la realidad de ese mundo oscuro y dañino.
Entonces, hablé al igual que mi amiga, ambos estábamos ya en punto donde nuestras neuronas comenzaron a morir. Nuestros padres nos llevaron a un centro de rehabilitación en la cual tarde dos años y medio y ella tres más.
La música se presentó en ese momento. Había un piano en la sala de estar y en mi hora de almorzar no dudaba en sentarme en el banco de madera y acariciar las teclas.
Me dejaba llevar.
Volvía a ser yo.
El Rafael del pasado aún quiere seguir torturando al del presente. No dudo que también varios ex- compañeros de la secundaria sigan esparciendo ese acontecimiento en la preparatoria.
Fue y sigue siendo un caos.
Pero de este caos supe como remediar el tiempo perdido con la escuela, la familia y mi mejor amigo Fred.
De este caos nacieron las estrellas que comenzaron a iluminar mi camino hacia la realidad.
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¿Alguien dijo llorar?
Muchas gracias por seguir en esta aventura.
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