Despierto en la alfombra de mi apartamento boca abajo con una botella de licor vacía y el estómago revuelto. Siento como la claridad del día apuñala mis párpados y cierro los ojos con fuerza para intentar acomodarme a la luz. Los abro poco a poco a medida que escucho como el sonido estridente de la puerta taladra mis oídos.
—Roger...—Toc, toc, toc. —Abre la maldita puerta.
Tengo escasos recuerdos de lo que pasó anoche, intento hacer memoria a medida que giro sobre mi cuerpo y mi espalda queda sobre el piso, algo arde en mi brazo y pruebo levantarme, pero creo morir en el intento cuando un dolor agudo me atraviesa la sien.
—Roger... —ahora el ruido sordo de la madera de mi puerta es más rápido y casi suena desesperado. —Roger, abre la puta puerta.
Ese es Simon, claro, sigue tocando y siento que aumenta mi jaqueca. Logro levantarme, pero entonces siento que algo se quiere regresar de mi estómago y corro al baño.
Ahora recuerdo porqué es que no me gusta tomar.
—Roger ¡O abres la puta puerta o llamo a la policía!
No le pongo atención, me lavo los dientes y la cara, pero Simon no se cansa, sigue tocando la maldita puerta.
—Simon —le grito. Tengo la garganta seca y el sonido de mi voz es más grave de lo habitual. —Deja de hacer eso o te meto esa puerta por un lugar donde nunca más vas a volver a tocarla de esa forma.
Silencio, finalmente.
Entonces ahora sí me voy a abrirle, siento que la cabeza me pesa un kilo y cada pie mucho más, parece que me dieron una paliza. De pronto, imágenes de la noche anterior comienzan a reproducirse como gifs dentro de mi cabeza.
Estar inconsciente era más divertido.
—¿Vas a abrir o qué? —vuelvo a escuchar el sonido de la puerta. —Llevo toda la maldita noche llamándote, me pasé todos los semáforos al ver que no te aparecías en la maldita revista ¡Es mediodía ya! —Joder, sigue tocando y yo estoy comenzando a desesperarme. — Margaret ha preguntado por ti, todo mundo pregunta por ti y nadie sabe nada. Nos tienes preocupados ¡coño!... ¿qué carajos?
Entonces hablo por fin, y él me mira de pies a cabeza.
—Maldita sea, Simon. ¿Puedes de una vez...? —Mis palabras quedan suspendidas en el aire al ver a la persona que acompaña a Simon, los dos pares de ojos se postran en mí y no sé qué aspecto debo tener ahora, pero definitivamente no el de una persona con ganas de recibir invitados.
—¿Qué puta...? —Simon me recorre con la mirada, no solo él. Maldita sea, ¿Por qué diablos no puedes venir solo, Simon? —¿Qué le hiciste al traje de mi abuelo Toño?
Miro la ropa que llevo, el nudo de la corbata hacia un lado, los últimos botones de la camisa desechos, el pantalón está sucio, además estoy descalzo y solo un calcetín en mi pie izquierdo.
—¡María y José en la playa! ¡Qué me da un paro cardíaco! —Estebano se lleva la mano a la frente de manera muy dramática simulando un desmayo y comienza a abanicarse con la otra, me señala después y pregunta casi sollozando—: ¿Qué diablos es esto?
—No alcancé a cambiarme ¿Okey? De haber sabido que venías... —Eso lo digo de manera despectiva. —No tuve una buena noche.
—Eso ya lo sabemos, querido. —La mirada de Estebano sigue recorriéndome completo y yo solo quiero ir a mi cama y dormir. Me vuelvo a Simon, quién también me está viendo como si fuera un fantasma que se le apareció en frente.
—¿Qué diablos haces aquí, Simon?
—¿Qué hago aquí? —Está casi gritando histérico. —¿Qué hago aquí? ¡Estoy hasta la puta madre de llamarte!
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¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?
Romance🏆 GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2020 Roger Santana es un poco conocido y ordinario escritor que trabaja creando artículos para adolescentes en la revista «Hombres al poder». Sin una carrera exitosa ni un salario extraordinario, su vida da un giro...