Después de cada ruptura, siempre hay un período de duelo y eso lo acompañan tres fases: confusión, negación y un sentimiento de pérdida. Este último es un castigo, como si no fuera suficiente el infierno que estás viviendo y te impulsa a cometer el más grande de los errores: Suplicar.
A ver, estoy consciente de que no debería perder mi dignidad de esta forma, pero mi lado estúpido piensa que es buena idea llamarla a las dos de la mañana. Debería estar molesto, no dejando mensajes de voz pidiéndole hablar las cosas ¡Dios! No sé cómo me quedé dormido y ahora no quiero levantarme, todo el día me lo paso en cama con una angustia instalada en el pecho.
Finalmente me obligo a ponerme de pie, me voy directo al minibar del apartamento y me doy cuenta de que Sara también se llevó la botella de vino que nos regaló mi abuela —bueno, me la regaló a mí, pero le dije a Sara que era para los dos, joder—. Escucho la puerta, me voy a abrirla y miro a Simon del otro lado:
—¿Qué estás haciendo? —Me pregunta ¿Cómo que qué estoy haciendo? Llevo un pantalón de pijama y no me he duchado, obviamente no estoy haciendo nada.
—¿Para qué?
—Pareces un pordiosero. Si sales a la calle así vas a aparecer en algún documental de personas indigentes.
Me empuja, entra y cierra la puerta, me toma del brazo y me mete al baño para, sin avisarme, abrir la regadera y toda el agua helada me cae sobre el cuerpo.
Odio el agua helada, por Dios.
Y llevo pijamas también.
—¿Qué mierda...? —grito. Cierro el grifo y cuando voy a salir me doy cuenta de que el maldito me encerró con llave. Golpeo la puerta con fuerza, pero no abre. —Abre, maldita sea.
—Escúchame bien —habla del otro lado. A ver, cometí el error de contarle lo que había pasado con Sara, aunque me ahorré algunos detalles. Él fue el que me preguntó cómo estaba y yo no pude mentir. —Vamos a salir, como un hombre vas a enfrentar esa ruptura, que ese no es el único coño en este mundo.
¿Qué mierda?
—¿Enfrentar una ruptura como hombre? ¿Qué diablos?
—¡Son las cuatro Roger! ¡Estás en un pantalón de pijamas y sin bañar!
—Sí, como cualquier sábado.
—Te doy diez minutos.
Golpeo una vez más y cuando veo que habla en serio me obligo a mí mismo a bañarme. Me deja salir finalmente, pero antes me pasa una toalla por lo menos. Mi primer instinto es ir hacia él y dejarle ir mi puño contra su rostro paliducho, pero él suelta una carcajada y dice:
—Eso es, Roger ¿Lo ves? No es tan difícil olvidarte de ella por un rato. Vamos por Whiskey.
—Una mierda es la que irá contigo por Whiskey.
Pero al final termina por convencerme, porque según él no puedo estar en cama «llorando» por Sara, ni siquiera lloré por mi abuelo cuando se murió y él cree que voy a llorar por una mujer que me llamó fracasado frente a los vecinos. Pero, en fin, heme aquí, ignorando todos los deseos de salir corriendo en un lugar que huele a vómito y a alcohol.
¿Por qué acepté venir?
—No puedo creer que esté aquí —le digo al sentir mi nariz impregnada de humo de cigarro, adolescentes borrachos y hormonas descontroladas.
—Yo no puedo creer que hayas estado todo el día llorando por eso, no es la única mujer en este mundo, Roger. Mira a tu alrededor.
—¡Que no estaba llorando! —Él hace una seña en dirección al bartender y en casi un instante él está frente a nosotros. —Ya hemos terminado antes, así que ya pasé por todo esto.
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¿Cómo (no) conseguir un ligue de una noche?
Romance🏆 GANADORA DE LOS PREMIOS WATTYS 2020 Roger Santana es un poco conocido y ordinario escritor que trabaja creando artículos para adolescentes en la revista «Hombres al poder». Sin una carrera exitosa ni un salario extraordinario, su vida da un giro...