Capitulo 1 (1/3)

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Rebeca se graduó en diseño de moda con la esperanza de revolucionar el mercado con sus diseños. Un mes después, consiguió un trabajo en una respetada boutique de la zona. Era poco comparado con todo a lo quería aspirar pero por algo se empezaba. O eso pensaba, antes de descubrir en dónde se había metido realmente. No congeniaba para nada con el ambiente en que se desenvolvían los futuros aspirantes a moda. Una diseñadora humilde que apoyaba la creatividad más que el físico no encajaba. Esto pudo descubrirlo gracias a Amanda, su compañera de trabajo. Siempre se ganaba todos los halagos por parte de su jefa, era una chica rubia de cuerpo esbelto y grandes pechos. Para ella, "moda" significa únicamente tener zapatos de marca. Carecía de imaginación e ingenio, para contrarrestrar mostraba sus pechos y un montón de estereotipos estúpidos de la moda. Rebeca sabía que no congeniarían. Igualmente, intentó llevarse lo mejor posible con ella, ya que era el ojito derecho de la jefa. Sin embargo, Amanda no mostró tal interés. Lo único que hacía era entorpecer y frustrar constantemente los esfuerzos que ponía Rebeca en realizarse hacia su meta. Quizás su cara de chica buena, su cabello moreno corto hasta la nuca y su vestimenta modesta no la hacían una trabajadora apta para el puesto.


Sin embargo, hoy estaba claro que lograría lo que tanto deseaba. Aún recordaba cómo llegó la buena noticia...Emparejaba unas cajas en la estantería cuando el teléfono sonó y, como era propio de su inútil compañera de trabajo, tuvo que ser ella quien respondiera. No sabía lo que se había perdido esa rubia con tetas postizas. Antonie Electra, una diseñadora recién salida al mercado, había llamado. Por una vez Rebeca podía recoger un encargo de alguien del mundillo, sería un arreglo para un sombrero de ala ancha color crema.


Faltaba una hora según lo acordado. Rebeca guardó el secreto con recelo, le había dedicado mucho esmero en hacerle el arreglo, unas plumas blancas con un lazo de seda y pequeños bordados dorados. Sin duda se daría cuenta de su trabajo. Esto la impulsaría un paso por delante de su sueño de ser una gran diseñadora. Ya imaginaba cómo el rumor se extendería poco a poco, recibiendo pedidos de los más exclusivos diseñadores de la ciudad. Pero no era momento para soñar, aún no había entregado el sombrero, ni sabía cómo podría reaccionar. Mejor debía asegurarse de que nada estuviera fuera de lugar, sacó el sombrero y lo observó por una milésima de segundo. El teléfono sonó, Rebeca lo cogió acto reflejo.

―Mire, llevo dos semanas esperando desde que pedí mi abrigo de visón, ¿aún no ha llegado a la tienda?―preguntó una voz femenina al otro lado de la línea, un tanto sobresaltada.


―Le pido disculpas por el retraso, deje que mire en la trastienda.― respondió la chica, dejando el sombrero encima del mostrador.


Rebeca se puso a rebuscar en los percheros de la trastienda, recordaba vagamente haber visto un abrigo de visón por algún lado.

―¡Rebeca, ha venido un cliente!―anunció Amanda al oír la campana de la puerta. Ésta revisaba, acomodada en uno de los sillones de la tienda, su móvil.


Antonie Electra había cruzado la puerta, llegando de improvisto. Amanda se levanto rápidamente del sillón y fue atenderla, eufórica.


Cuando encontró el abrigo, fue a comunicarselo, acordando que ya podía ir a recogerlo. Rebeca oyó unos pequeños grititos de alegría, se asomó por la puerta de la trastienda y pudo ver cómo una señora salía con el sombrero que había arreglado, aunque ahora llevaba agregado un broche de pedrería. La chica salió de la trastienda, resonando su enfado con el tacón que llevaban sus zapatos. Esta vez le iba decir lo que se merecía. Amanda, que advirtió el disgusto de su compañera, registró con rapidez su nombre junto al pedido de la clienta.

―¡Ese diseño era mío!-señaló Rebeca.

―¿Tienes pruebas que puedan demostrarlo?

―¡Que le hayas puesto un absurdo broche no lo hace tuyo!

―Ni tuyo tampoco.

Estaba apunto de explotar cuando su jefa entró en escena.

―¿Qué está pasando aquí?

―¡Amanda me ha robado mi diseño!―gritó la chica, cada vez más enfadada.


―Se llama trabajo en equipo, estúpida.

―¡¿Trabajo en equipo?! ¡Entonces pon la venta a mi nombre también!

―No es mi culpa que no estuvieras en el momento en que hice la venta.

―¡Ya basta!― gritó la dueña, que había estado escuchando las memeces de ambas―Esto es una boutique de alto estándar, no un ring de boxeo.


Ambas se callaron.

―Rebeca, llevas días sin hacer ni una sola venta, te di una oportunidad porque eras nueva, pero si empiezas con este tipo de comportamiento tendré que echarte, ¿comprendes?

Rebeca agachó la cabeza, avergonzada. Era cierto que no había podido realizar ni una sola venta, pero siempre ocurría lo mismo, ella se encargaba de hacer el trabajo más engorroso y en el momento de cobrar aparecía Amanda con su carisma, ganándose al cliente.

―Lo lamento, no volverá a ocurrir.

Mi nombre es JerichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora