Capitulo 2 (1/3)

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Una habitación repleta de dibujos decoraba las paredes; todos ellos colgados y firmados por sus respectivos autores, algunos reconocidos, otros no habían tenido la misma suerte. Eran las paredes en donde Rebeca se refugiaba tras la hora del descanso. Los diseños tan desenvolventes con una gran perspicacia encajaban cada color, estos en cada prenda o accesorio y así sucesivamente, como si fueran piezas de un puzle. Incluso la más incoherente de las combinaciones que hubieras podido tener en mente se encontraba deslumbrante en esos dibujos, un completo oasis que usaba para dar rienda suelta a su imaginación. Allí, entre todos los magníficos diseños de antiguos empleados de la boutique, estaba ella. Dibujando, creando en un cuaderno de esbozo, acompañada de la luz de un flexo en una mesa plegable. Pero no era su única compañía. Jericho, aquel extraño personaje que relataban con temor los aldeanos, yacía inmóvil junto a la puerta. Sus ojos verdes estaban clavados en la nuca de la chica, observándola con avidez. No le era para nada gratificante sentirse tan vigilada, la desconcentraba. Estuvo un buen rato en completa vigilancia hasta que el extraño personaje se acercó y se inclinó junto a ella, intentando averiguar qué era lo que con tanta pasión desbordaba sobre el papel. La muchacha, que deploraba aquella mirada pegada a su nuca, sacudió la cabeza intentando persuadirle. Jericho pasó por alto la incomodidad de la joven y se acerco más con curiosidad. Los dos entraron en guerra en ese momento Rebeca agachaba su cabeza más mientras que Jericho insistía hasta que ella le dio la vuelta a la libreta escondiendo su trabajo. Al fin, Jericho pillo la indirecta y se fue al fondo de la habitación. Apoyándose en uno de lo maniquís de medio cuerpo sin dejar de contemplarla. Parecía aburrido al igual que un niño que tiene que ser arrastrado de compras con su madre.

Jericho apartó una de las manos con las que estaba apoyado en el maniquí para bostezar. El bostezo resonó en toda la habitación, pero no fue eso lo que desconcentró de nuevo a Rebeca de su ensimismado trabajo. Al retirar él la mano del maniquí, éste se meció. Jericho lo atrapó justo antes de que llegara al suelo, sin embargo, el ruido que causó hizo que Rebeca apartara la vista de su cuaderno y la fijara en él.

―¿Qué haces?―preguntó Rebeca, un poco fastidiada.


―Esperando tu deseo, ¿qué si no?―respondió Jericho sonriendo.


―Pierdes tu tiempo, ¿crees que no se lo que le haces a las personas que te lo piden?―dijo tajante Rebeca.


―Hay un montón de rumores que inventan personas sin escrúpulos sobre mí, soy un buen hombre―dijo Jericho llevándose una mano al pecho, ofendido, y seguido sonrió.


Esa actuación no fue del todo convincente para Rebeca, podía ver a través de esa sonrisa inocente puras mentiras escondidas. “No puedo fiarme de él” se repitió mentalmente Rebeca. Solo se trataba de un estafador, y con el poco tiempo que llevaba conociéndole, no le inspiraba para nada confianza. Rebeca recordó la noche anterior, en que Jericho por primera vez apareció en su vida:

Después de su impresionante cambio de físico, Rebeca aún se mantenía firme sobre su escepticismo y puesto que no podía dejar que el miedo le dominara, dedujo lo más claro que podía ser, alguna nueva técnica de robo. Lo acusó de ser un ladrón y le amenazó con llamar a la policía si no se iba de su casa. Jericho se rió a plena carcajada y respondió: "Me has pillado, sí, vengo con intención de expropiarte..." hizo una pequeña pausa para dar un sorbo al té que le había dejado en la mesa. Arrugo el rostro repudiado y escupió la bebida. "¿A esto lo llaman té ingles? Bien, como decía, sí he venido a robar, tranquila, no es nada material. Solo tu alma." Jericho recalcó esa ultima palabra. Rebeca incrédula a sus palabras fue a coger el teléfono, pero Jericho le cortó el paso, apareciendo de la nada. A continuación dio vueltas a su alrededor, mostrando con qué facilidad desaparecía delante de sus ojos y otra vez volvía. Los ideales de Rebeca se agarraron a su cabeza mientras que la fantasía se sumergía dentro de su cerebro, ya que estaba presenciando lo que ningún científico hubiera podido explicar.

Para su alivio nadie podía ver a Jericho, incluso mantuvo la esperanza de que todo se tratase de una alucinación. Es más, se convenció a sí misma queriendo escapar de la irrealidad que cada vez iba haciéndose más real. Logro que no consiguió, pues era cierto que solo ella podía verlo. Pero sí podían escucharlo las personas que la rodeaban, según le había dicho era incapaz de esconder su voz. 

Habría seguido recordando aquella tortuosa noche de no haber sido  por Amanda, quien interrumpió en su puerta. La jefa tenía un comunicado importante que anunciar y requería de su presencia. Rebeca salió ilusionada con la libreta en las manos, aprovecharía la oportunidad para enseñarle a la superiora sus nuevos diseños. Creía que si los veía cambiaría de opinión en cuanto a ella y se llevarían mucho mejor. No serían del todo perfectos, pero había dedicado cada día desde que empezó a trabajar en sus ratos libres a diseñar. Ya llevaba una gran cantidad de conjuntos de todo tipo que esperaban salir en modelos de pasarela. Tan alto apuntaba a sus sueños que se sentía decepcionada al darse cuenta de que aún era diminuta como una hormiga. Sabía que tenía potencial y talento, desde que entró a la universidad varios profesores se lo habían dicho, probablemente sería una de las mejores de la ciudad. Un diamante en bruto intentando dejarse ver, pero solo los expertos saben distinguir entre una piedra sin brillo de una que se puede pulir. Y por eso, necesitaba mostrárselo, quería el asesoramiento de alguien del mundillo antes de lanzarse.

Entró junto a Amanda en el pequeño despacho que tenia su jefa. Allí las esperaba haciéndoles un ademán con la mano para que se sentaran en las dos sillas que estaban frente a su mesa. Empezó su discurso hablando sobre lo importante que era mantener el negocio a flote. Rebeca se inquietó, pensando que quizás iba a tratarse de una de esas charlas en las cuales introducía el mismo contenido y terminaba echándole la bronca por sus faltas de ventas. Por el contrario, Amanda se mostró bastante confiada y emocionada advirtiendo lo que se le iba a venir encima.

―Antonie Electra llamó el otro día, estuvo muy contenta con su arreglo, tanto que ha decidido escoger a una de vosotras como aprendiz en su nueva boutique. Solo tendréis que expresar vuestra creatividad en un vestido de noche.

Amanda miró a Rebeca y le sonrió. Esta la ignoró.

―Eso no es todo, siento decirles que no voy a poder estar esta semana con vosotras, me invitaron como colaboradora en una feria de moda; por lo que, Amanda, tú serás la encargada hasta que vuelva.

―¡Oh, Dios mío!―gritó Amanda, abanicándose con las manos.


Rebeca abrió los ojos de par en par. ¿Amanda a cargo de la tienda? No podía haber un sufrimiento peor que aquel. Jericho, quien estaba presente a su lado, se río al ver su expresión de discordia.

―¿Aún sigues sin tener un deseo?―le susurró.

Mi nombre es JerichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora