III

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En el día de San Esteban 26 Diciembre 1533 D.C.

Fray Jason Funderberker, mi señor:

Mi muy querido señor, ¿cómo se encuentra? Para estas fechas el clima en la abadía es muy frio, la nieve se cuela por entre las ventanas de madera y puede llegar a enfermar. Mi madre solía hacer una mezcla con cal y arcilla para rellenar los huecos; seca muy lento, pero funciona siempre y cuando la capa de nieve no sea muy profunda. Afortunadamente el techo es de teja. No olvide colocar tres leños sobre la chimenea. Dos no le calentaran los pies y cuatro llenaran de humo su estancia ¿Ya hay alguien más ayudándole con sus tareas?

El clima en el monasterio en Kokoyashi es mucho menos agresivo, casi podría llamarlo tropical a comparación. Los hábitos son muy pesados y no dejo de sudar con las tareas que me encomiendan.

Cuando acepté a su petición de venir aquí no esperaba que fuera por tanto tiempo. Me hacía yo de regreso para pasar Navidad en casa; al escuchar que este año tampoco me será posible ver la bahía y nadar en el mar, se me ha llenado el pecho de pesar. Es extraño estar aquí, es decir, no menosprecio las oportunidades que su generosidad me ha dado, pero no termino por acostumbrarme.

Me despierto antes que el sol, desayuno pan con agua y termino los deberes cerca de medio día. Extraño las lecciones que me impartía, aquí sólo son sacerdotes leyendo los textos sin agregar nada, incluso sancionan las preguntas pasándolas por interrupciones. De ser así, preferiría leerlas por mí mismo. El tiempo para rezar no tiene meditación sino la repetición constante de canticos y oraciones que pierden significado en mis labios al ser tan rutinaria.

Me disculpo, padre, nuevamente por mi soberbia. Intento, como me dijo, pensar en las cosas buenas. La biblioteca es enorme, de aquí le escribo. Hay cientos de lugares donde puedo esconderme durante horas; cuando han llegado a encontrarme me reprenden obligándome a trascribir libros viejos en malas condiciones. No es malo, de hecho, así no pierdo el tiempo con los otros. Veo el odio y el rechazo en sus ojos. Me desprecian por no tener padre y llevar el apellido de mi madre. Me temen porque creen que no fui salvado por un ángel sino por algo aterrador.

He terminado la lista de libros que me ha enviado. En cada uno se relata la historia de alguien que escapó de los brazos de la muerte cuando toda lógica estaba en su contra. Por primera vez me sentí comprendido. Ellos narraban sobre ángeles, arcángeles, incluso seres paganos, pero ninguno es completamente igual a mi caso.

Sueño con él, padre. Sueño con su rostro, con que cada noche viene a arroparme, me susurra palabras que escapan a mi comprensión para después envolverme con su manto tan celeste como el mar de casa. Cuando despierto mi corazón late como si hubiera corrido, siento un calor vergonzoso que debo expiar bajo secreto de confesión, pero me aterra acercarme a cualquiera de los sacerdotes... así que hago penitencia en silencio.

Lamento la longitud de la carta, espero no sea pesada para el sobre.

He divagado puesto que evito llegar al motivo de la misiva.

Perdóneme, padre. He encontrado los votos a los que me quieren someter dentro de poco y no puedo hacerlo. La Santa Casa exige tanto y da tan poco a cambio...

Sé que hay mundo más allá de los textos sagrados, de canticos y hábitos. Quiero ver con mis propios ojos las montañas hechas de hielo, los mares de pasto y la tierra de los hombres con cuatro codos. Hay tantas cosas que quiero encontrar que me niego a portar el negro. No ahora al menos, quizás después con verdadera vocación.

Necesito saber si mi benefactor es real o no, si fue alucinación por la fiebre, un ángel que bajó a mi cuidado, un ser pagano o, por qué no, un simple humano. Necesito buscarlo hasta encontrarlo y sé que, entre cuatro paredes -aun recubiertas por estantes que tocan el techo- no lo encontraré. Siento la necesidad imperiosa de ir al mar, no piense que es una infantil idea, he meditado y ayunado.

No se preocupe por mí. Cuando lea esto yo ya habré partido. Espero algún día traerle algo más que vergüenza, pero estoy cansado de leer sobre los logros de mejores hombres...

Porgas. D. Ace, seglar.


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Muchas gracias por leer.

La última parte fue una referencia a Sam Tarly cuando deja la Ciudadela en GOT

xxooxoxoxoxoxoxox

Todas las cartas que no te envié.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora