XII. CEREMONIA SANGRIENTA

77 6 0
                                    

Unos días después ya todo estaba en su punto de tranquilidad máxima, me la pasaba gran parte del día entrenando kickboxing en el gimnasio cerca de casa, leía tomos enormes de anatomía y química en casa, estaba encerrada, atrapada en mi misma queriendo hacerme más brillante, exigiéndome más todo el tiempo, todo estaba bien hasta la víspera de mi graduación, trate de pensar lo menos posible en ello porque la nostalgia era absurda y me podía sentimental, era un asco. Sin embargo ese mismo día en la mañana sonó el citofono, el portero me aviso que tenía a un tal Mario esperando por mi abajo, Mario... ¡Santa mierda! Era Brenda. Le dije que lo dejara pasar, abrí la puerta del aparta estudio y espere ahí, subió los cuatro pisos con rapidez y al vernos saltamos de felicidad para abrazarnos con fuerza, cuando me despedí de ella en el aeropuerto no pensé que la volvería a ver en mucho tiempo, ambas lloramos un poco al vernos, estaba tan sorprendida que no cabía en mi propia emoción.

-¿¡Pero qué diablos haces aquí!?-.

-¿De verdad pensaste que te dejaría sola en este día tan importante?-.

-No sabes cuánto te adoro Bia-.

La invite a entrar y le pedí que se quedara conmigo, que yo estaría feliz de recibirla, ella miro con desdén la sencilla morada que tenía, yo solo le sonreía y torcía los ojos cuando me decía que ese no era el lugar adecuado para una dama. El asunto era que traía malas intenciones desde México, porque se trajo una cantidad obscena de maletas con ella y no sé cómo hicimos para acomodar todas sus cosas en ese pequeño aparta estudio.

-Te traje un regalo-. Me dijo mientras desempacaba un paquete sellado con la marca De la Renta, ya veía por donde iban los tiros, en efecto de la hermosa y bien diseñada caja salió un entallado vestido rojo en tafetán con escote alto con un moño ligero en negro, un aderezo para el cuello en plata de piedras brillantes, una hermosa gargantilla acompañada de sus pendientes y un par de pulseras, unos zapatos en negro mate de suela roja Jimmy Choo de punta cerrada tipo stiletto y en nobuk, era un espléndido conjunto, tan esplendido como ella. La mire, me sorprendía el detalle pero no se me hacía raro viniendo de ella.

-Tendré suerte si logro respirar en ese vestido-.

-La moda no incomoda querida, es un De la Renta original, se de alguien que se infartara verte en eso, y de tu cabello y maquillaje me encargare yo, ya vas a ver que lucirás tan exótica que nadie se podrá resistir-.

-Eso lo tengo seguro-. Le dije mientras me reía, mire el reloj y ya eran las 4:30 pm, la ceremonia empieza a las 8 pm en punto, ella me miro ansiosa.

-Bueno ¿Qué esperamos? Mucho que arreglar y muy poco tiempo, mueve esas nalgas directo al baño, traeré los exfoliantes-. Le obedecí porque sé que tenía muy buenas intenciones, además ella sería mi familia y mi única compañía esta noche, me había hecho mucha falta y ansiaba pasar tiempo con ella.

Nuestra confianza llegaba al borde de lo absurdo, donde nos bañábamos juntas, nos exfoliábamos entre nosotras y nos depilábamos con cera la una a la otra lugares muy privados. Al llegar las 7 pm estaba ceñida en todo lo que ella me trajo con el maquillaje para la noche y mi cabello suelto en rizos hasta mí espalda, mientras que ella por su lado estaba usando uno de sus hermosos trajes enteros en látex, con unas botas en cuero y unos hermosos aderezos en amatista, su cabello indio iba suelto con el viento hasta sus perfectas nalgas y su maquillaje de mujer fatal de daban una iré fiero, yo me sentía ridícula pero ella se veía como toda una fiera lista para la caza, era una exótica especie de dominatriz elegante y glamorosa.

Estábamos listas para la noche, yo pensaba en todas las semanas que pase encerrada sin ver a Guillermo, por su trabajo y mi extraña necesidad de estarme recluyendo socialmente tan seguido perdimos cierta conexión y la relación se enfrió un poco, sin mencionar que estaba en trámites de separarse de Jimena por mi culpa, después de tanto tiempo de estar separados y discutir el divorcio casi parecía la salvación para ambos, supongo que él es incapaz de lastimarla, pero se muy en el fondo que si ella tuviera la oportunidad de lastimarlo lo haría sin siquiera pensarlo. Recordar a su mujer me hace hervir en ira y Brenda lo nota con facilidad.

Diario de una sociópata (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora