II. EL PROFESOR

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El profesor que me ayudo se llamaba Juan Guillermo Correa y fue el primer hombre con quien tuve una verdadera conexión, sin mentir diría que desde siempre me atrajo mucho la forma como se resistía a mí, a mis encantos y a todos los atributos que normalmente me hacían irresistible.

Entendí que no era que no pensara en mi como mujer, de hecho lo hacía todo el tiempo, pero el sabia mis intenciones y entró a jugar conmigo, mostraba interés y desinterés todo el tiempo, un bizarro juego de estire y afloje muy divertido, era liviano porque había un pacto social intrínseco entre nosotros donde ambos sabíamos que nunca podríamos llegar a ser una pareja, nunca termine de entender su extraña forma de ver el amor y para mí la forma como nos llevábamos estaba bien.

Después de dos años más me mude sola a un pequeño aparta estudio en el sur de la ciudad, el profesor me ayudo con la cuota inicial y el programa me ayudo con el resto, ya vivía sola y mi hogar vio una fila considerable de hombres y mujeres cruzar la puerta, con algo de orgullo admito que hubo un par de personas que se suicidaron cuando finalicé la relación, es que me aburría con mucha facilidad, uno de los novios que tuve fue la primera de incontables historias que nos unieron de por vida al profesor Guillermo y a mí.

El profesor y yo compartíamos mucho juntos, podíamos hablar durante horas de diferentes temas y por una cuestión de atracción terminamos follando, sin presión o notas de por medio, sucedió porque ambos lo queríamos, nos entendimos muy bien y acabamos aún más enredados de lo que ya lo estábamos, teníamos sexo por toda la universidad, nos incitábamos mutuamente y lo hacíamos bajo la exquisita sensación de ser descubiertos.

Nuestro primer problema fue un ex novio que nos descubrió fornicando en el parqueadero sobre el capot del auto de Guillermo, el muy cobarde me amenazó varias veces, le avise al profesor sobre lo que pasaba y él me dijo que se encargaría, pero las amenazas constantes de Cristian y sus burlas diarias me sacaban de quicio, la relación había terminado y al estar soltera todo mundo venía a buscarme pero Cristian me amenazaba y me decía que no follaría con nadie más, advertencia a la que claramente no hacía caso porque con el profesor nos escabullíamos todo el tiempo.

Al final lo cité en el último bloque de la universidad al final de mi tercera hora, eran alrededor de las 10:40 pm, la universidad estaba casi vacía y solo se escuchaban algunos grillos por la zona verde del bloque de los laboratorios químicos, justo en el laboratorio del profesor.

-¿¡Y qué es lo que quieres!?- le gritaba ya impaciente, harta de tanta amenaza y cobardía.

-Que te arrodilles y supliques que vuelva…- me susurraba el mientras me miraba con su asquerosa sonrisa irónica, era repugnante, lo odie tanto en ese momento.

-¿¡Arrodillarme yo!? Ni para darte una mamada-.

-Cuidadito con lo que decís-. Me decía mientras agitaba el celular en su mano mostrándome de nuevo el video que había tomado de nosotros, ese día lo hicimos en el parqueadero sobre el capot de su auto, estaba tan fumada y caliente ese día que lo convencí de venir conmigo al parqueadero y ahí me lo comí.

Mi paciencia se hacía cada vez más pequeña, verlo mostrarme sus inicios como voyerista me enfermaban, no pude soportarlo más, le di un manotazo y el celular cayó al suelo; acto seguido, lo pise con el tacón fino de mi calzado hasta sentir que tocaba de nuevo el suelo, el sonido del vidrio fue reconfortante.

-¿Crees que con eso ya ganaste?-.

-Con eso no… con esto si-. No me contuve más, le di un puñetazo justo en la nariz, se la revente, pero no me quede ahí, volví a lanzarle otro golpe, el me devolvió el puñetazo con su brazo derecho, sentí el golpe en la parte izquierda de mi cara, no pude esquivarlo, oí un pitido leve en mi oído izquierdo y caí al suelo, no podía permitirme perder, no podía desorientarme, traía un vestido así que pensé provocarlo, me acosté boca abajo y levante mis nalgas con naturalidad para que no sospechara, le vendí mi trasero y mi vagina a sus ojos, notó lo caliente que me ponía ser lastimada.

-Te voy a follar Milena, y te vas a quedar quieta-.

Funciono. Agudicé mi oído derecho; uno, dos, tres pasos. Al tercer paso crucé mis piernas con su pierna y lo enganche para hacerlo caer, y sí que cayó.

Cayó redondo y su cabeza golpeo el filo de la mesa de laboratorio de hormigón, imbécil. Estire mi mano y tome una probeta de vidrio cerca, me monte sobre él y le estrelle la probeta en la cabeza, era muy pequeña así que no le hice nada, pero me quedo un pedazo grande en la muñeca, acerque con mi mano esa enorme esquirla a su cuello y lo mire una vez más.

-Hasta aquí llegaste Cristian-.

Empuje la esquirla con fuerza hasta el fondo, no dude, lo saqué y lo volví a meter, sus pulmones se llenaron de sangre y comenzó a toserla con fuerza, continúe y no me detuve hasta que se puso pálido y dejo de moverse, había sangre por todos lados, Cristian estaba muerto y yo estaba más tranquila con su muerte

Diario de una sociópata (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora