III. EVENTO PATOLÓGICO

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Lentamente fui cayendo en cuenta de que lo que había hecho, había matado a Cristian. ¿¡Y ahora qué!? ¿Qué hago? Debo desaparecer el cuerpo, pero no sé cómo hacer eso. ¿Debería llamar a alguien? Pero… ¿A quién? Solo se me ocurre un nombre, una sola persona en quien puedo confiar, tomo mi teléfono y marco su número… ojala me responda.
-¿Lena?-.

-¿Profe? Necesito ayuda, mate a Cristian-. Sin rodeos ni sutilezas, así son las cosas con el.

-¿Qué te paso? ¿Estás bien?-.

-Sí, estoy bien. ¿Sigue en la Universidad?-

-No, pero puedo ir allá-.

-Venga al laboratorio del bloque de la Z, tiene que verlo usted mismo-.

-Voy en camino-.

Fueron los 15 minutos más largos de mi vida, le confié mi vida sin pensármelo dos veces, porque era una escena de un crimen, y no uno cualquiera, fue un asesinato. ¡Maldita sea  Milena! ¿¡En qué diablos pensabas!? Ahora el profesor vera todo esto, no hay más remedio que encomendarme a él. Escucho a alguien tocar la puerta y me agito rápidamente.

-¿Quién es?-.

-Soy yo Lena, Guillermo-.

-Pasa rápido-. Respiro profundamente. El profesor entra con un semblante tranquilo y observa la escena, mi sorpresa es enorme al ver que su cara no cambia, no se muestra sorprendido en lo más mínimo por nada, ni el cadáver, ni la sangre, ni el hecho de que claramente fui yo la artífice de todo, después de recorrer el panorama con sus ojos oscuros me mira, expectante a mi historia.

-Y bien… ¿Qué ocurrió?-. Le conté toda la historia, cada frase de Cristian, mi reacción, como lo mate; todo, con pelos y señas –No pudiste haber reaccionado de una peor manera Lena, mira todo este desastre- me mostraba todo el lugar mientras movía su cabeza en señal de desaprobación, yo por otro lado me sentía como una niña de nuevo, siendo regañada por su padre, baje la mirada y vi que él traía una correa de Levis en cuero negro, me excitó la idea de pensar que; como mi papá, en algún momento me pediría que me subiera el vestido y el me golpearía las nalgas con su correa por haberme portado mal, sentí como mi vagina se humedecía.

-¿Al menos estas escuchándome?- Su voz me devolvió de mi fantasía sorpresa. –Claramente no me estas prestando atención-.

-No es eso, es que todo pasó muy rápido, aún estoy impactada-.

-No me mientas, puedo ver en tu mirada que estás pensando en otra cosa, y a juzgar por la forma como te frotas las piernas puedo suponer que piensas obscenidades-. La rapidez con la que sabía cuándo mentía era fastidiosa, odiaba que me analizara tan meticulosamente como lo hacía con todo, me sentía un objeto más sin valor en su vida, pero así era el, me erguí.

-¿Qué debería hacer?- Le pregunté, el me miro largamente.

-Te ayudare con este desastre, pero me encargare de castigarte severamente después-.

-¿Por qué?- Le pregunté, haciéndome la inocente.

-¿Te parece poco todo esto? Mira todo esto, debo castigarte para que aprendas a no hacer esto sin planearlo bien-. No sé qué era peor, que ahora sí empezara a hablar como mi padre y eso me excitara, o el hecho de que nada de esto lo perturbara, lo sorprendiera o tan siquiera lo incomodara. –Rápido Lena, no hay tiempo que perder, no puedes quedarte ahí congelada-.

-¿Qué haremos?-.

-Primero lo primero, estas demasiado quieta, así que te traje lo que tanto te gusta-. En ese momento el profesor se sacó del bolsillo una pequeña bolsa con un estimado de no menos de 2 gr de cocaína, me emocione de solo verlo y sin vacilar me serví toda la bosa y la olí hasta el final, una vez la sensación de adrenalina extra llego a mi cuerpo sentía que podría hacer desaparecer ese cuerpo a mordiscos.

-Ve por unos guantes e intenta conseguirte un par de batas, las vamos a necesitar, mientras hare un par de llamadas-.

Confiaba en el más que cualquier otra cosa, así que solo obedecí y lo deje ahí con el muerto mientras yo iba al almacén donde guardaban todos los implementos de seguridad, los guantes fueron fáciles, hasta encontré gafas de protección y las traje porque pensé que serían útiles; la parte sexy era conseguir batas, porque al ser un objeto tan personal cada estudiante guardaba la suya en un cajón bajo llave, sin embargo una pequeña cerradura nunca me detuvo, papá me dejaba afuera cuando volvía tarde de las fiestas, así que aprendí a forzar cerraduras, lo hacía todo el tiempo porque nunca me gusto que eso se interpusiera en mi camino, fue fácil, seleccione con cuidado las batas, una era del mejor amigo de Cristian, con una envergadura similar a la del profesor y la otra de Johana, antiguo amor de Cristian. Cuando volví con todo el profesor me guiño un ojo en aprobación mientras seguía hablando por teléfono, estaba lejos y no escuche sino hasta el final.

-El plan se adelanta, pero con 5 minutos será suficiente, me las arreglare bien. Bien, nos vemos-. Al colgar se dirigió hacia mí y miro las batas. –No pensé que las fueras a conseguir tan rápido-.

-¿Cuándo le he quedado mal, profe?-. Le sonreí.

-Bien, escucha con atención porque esto será muy delicado y no podemos dejar cabos sueltos, transportaremos el cuerpo hasta la cabaña de herramientas de la jardinería, para que nadie nos vea, organice un apagón por sobrecalentamiento de la torre central de energía de la universidad-.

-Pero no durara mucho, la universidad tiene un sistema de almacenamiento de emergencia, se activa automáticamente cuando el sistema central falle-.

-No si el daño es lo suficientemente grande-.

-Debería ser un accidente de alto amperaje para que el sistema de emergencia no se active automáticamente, sin embargo por muy intenso que sea el accidente eso nos daría un rango de 5 a 7 minutos hasta que el sistema se active por default, hay que ser rápidos-. El profesor me miro con los ojos abiertos, su mirada era sutil pero muy obvia si estabas lo suficientemente cerca como para detallar su rostro. Yo solté una carcajada. –No puedo creer que te sorprenda lo que se y no lo que hice-.

-¿Quién te dijo a ti que estoy sorprendido?-.

Diario de una sociópata (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora