VI. REPETICION

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La ciudad era extremadamente calurosa, mucho más que mi amada patria, era extraña la sensación porque era un estado de México que daba a la parte baja de los Estados Unidos, así que había dos horas de diferencia entre la ciudad de Hermosillo con la ciudad de Cali, en mi Colombia. Al llegar ubique mis maletas y salí a encontrarme con la chica que me daría la bienvenida a la ciudad, pero en su lugar encontré otro maldito guardián, un hombre alto y delgado, piel blanca y ojos oscuros que se resguardaban bajo un par de cejas tupidas, tenía una linda sonrisa y se veía amistoso, pero no dejaba de ser un maldito perro guardián, casi podía reconocerse en ellos la intrínseca marca de Juan Guillermo Correa, eran como perros doberman, grandes, atléticos e imponentes, a donde fueran siempre estaban bien vestidos y bien entrenados, tenía en sus manos un cartel que decía "Malvada obsesión".

-Que tierno- Comenté mientras me acercaba a él.

-La esperaba señorita Barona-.

-¿Tienes nombre?-.

-Por supuesto, me llamo Gabriel-.

-Bien Gabriel, supongo que tu jefe te dio órdenes de llevarme a algún sitio ¿Verdad?-.

-No a algún sitio, al que será su hogar por los próximos seis meses, conozco la ciudad y yo me encargare de cuidar que no le pase nada malo-.

-Bien, llévame a casa entonces-.

-Sera un placer señorita Barona-.

Gabriel se dirigió conmigo hasta la salida del aeropuerto Hermosillo General Ignacio Pesqueira García. Después de empacar todo tomamos su auto, un Porshe Panamera en escarlata, era hermoso, tras él había otro donde metieron todo mi equipaje, cuanto lujo para una estudiante de intercambio. Mientras él conducía yo abrí el sobre que me dieron en Colombia, dentro tenía un par de pendientes de plata con la forma de un dulce, eran hermosas, dentro llevaba una nota que decía "Para el caramelo de cianuro" fue curioso al tener una connotación doble, por un lado el me llamaba así, pero por el otro me daba a entender que yo era el caramelo y el él cianuro, quizá en señal de que debería alejarme, quién sabe.

La ciudad tenía un lindo paisaje con vistas increíbles en el horizonte, había oído que los atardeceres aquí eran hermosos pero esto era algo extraordinario a mis ojos, ya tan lejos de Colombia sentía el aire de la libertad llenarme los pulmones, aunque era un aire muy caliente, maldito desierto de Sonora.
Al llegar al apartamento, me di cuenta que era una extraña especie de condominio con muchas habitaciones, piscina, jacuzzi, jardín, patio de juegos, gimnasio, traía de todo, no dejaba de ver hacia todos lados sin saber que mirar primero, me dirigí a la cocina y en efecto, tenía acabados en mármol y una pared en craquelado, era preciosa, una enorme nevera doble llena de mil cosas para comer.

-¿Por qué estamos en un lugar como este?-.

-El señor Correa es socio de una firma muy especial, y esa firma tiene condominios como este alrededor de todo el mundo, cuando algún socio necesita estar cierto tiempo en una ciudad la firma brinda lugares amoblados y perfectamente acondicionados como este para suplir toda necesidad posible del usuario-.

-Que fino, y dime Gabriel ¿Eres gay?-. El hombre se sonroja.

-¿Qué le hace pensar eso?-.

-Eres demasiado fino, la forma como hablas, tu lenguaje corporal y tus ojos desbordan demasiada amabilidad, llámame loca, pero soy fiel creyente del poder que tienen las miradas-.

-No soy gay señorita, soy un eunuco-.

-¿Y eso qué es?-.

-Estoy castrado señorita, mis genitales fueron removidos hace mucho tiempo-.

Diario de una sociópata (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora