X. REINA DE CORAZONES

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-Ve a la silla de la sala, te sentaras con el espaldar dándote en el pecho-.

-¡¿Qué mierdas vas a hacerme!?-.

-Solo hazlo, sin quejas ni reclamos, se buena y obedece-.

Resople pero debía obedecer, había perdido y una apuesta es una apuesta. Sin más remedio camine hasta la mitad de la sala donde estaba la silla donde ya se había sentado previamente para el inicio del juego, la expectativa iba a matarme, si bien en nuestro buen tiempo follamos mucho alrededor de la universidad nunca estuve tan a su disposición como ahora, solo él sabía lo que quería hacerme, y más allá de sentir miedo, tenía mucha ansiedad por probar el peligro y coquetearle a la muerte a manos de él, ya veremos que pasara. Me senté, espere por el mientras lo veía revisar sin descanso muchos cajones diferentes en la habitación, hasta dar con un archivador enorme, sonrió ligeramente y levanto sus manos, mostrándome de un lado una larga soga, de 15 vueltas yo aproximo unos 25 metros, y en la otra unas esposas, mi mayor miedo se ha cumplido; él quiere amarrarme. 

Ese siempre ha sido el mayor miedo de toda mi vida, sentirme amarrada, aprisionada, privada de la libertad del movimiento, ya sea físico o emocional, nunca me ha gustado sentir que no puedo irme si quiero y aunque nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a él, le basta con conocerme para leer mi miedo al compromiso y al encierro para traducirlo al miedo más palpable en mí, ser amarrada. Me mantuve tranquila porque sé que va a disfrutarlo, no sé qué tan bien lo hice, quizá entienda que no deseo hacerlo, pero planeo ir hasta el final. Se acerca lentamente hacía mí.

-Dame tus manos-.

Sin decir nada estire las manos, puso una esposa en mi muñeca izquierda y me hizo pasar la derecha por la parte de la silla donde el espaldar finaliza, para no poder moverme de la silla, ya siento mi pecho latir con fuerza, pensar demasiado me pone paranoica, mientras el me amarra los tobillos a las patas de la silla yo pienso en mi tiempo en México, lejos de él y de todo lo que me rodea en Colombia, pienso en Brenda y Gabriel, cuanto extraño su compañía y cuanto desearía que estuvieran aquí para ver cómo me gradúo, el me amarra las rodillas al sentadero de la silla, es verdad... no tengo padres o familiares a quienes invitar a mi graduación, claramente no puedo decirle al terrorista que me está amarrando que venga, desde luego irá porque se gradúan sus muchachos, además nadie puede saber nada de esto en lo más mínimo, eso haré, les pediré que vengan a mi graduación, imagino que ellos son lo más cercano a una familia que nunca tuve, me amarra el pecho y la espalda al espaldar, en menos de 10 minutos ha hecho los nudos más insoportablemente bien amarrados que jamás he visto, estaba total y perfectamente atada a esa silla y comencé a ponerme nerviosa, es una sensación incomoda, no sé qué pensar al respecto, si no sabe de mi miedo supongo que ignorara mi clara incomodidad, pero si lo sabe esto solo lo hace peor, sabe entonces cuanto me incomoda estar así y aun así me fuerza a hacerlo y lo disfruta, esto apesta.

-Bien, ya estás segura en esa silla, ahora viene el segundo paso-. Me mostró una especie de tapa ojos en color negro, pude notar la fina seda de la que estaba hecha, pero era lo suficientemente gruesa como para tapar mi vista al 100%.

-Inmóvil y ciega, ¿No sería mejor si solo me matas y luego te follas a mi cadáver?-.

-¿Acaso crees que me follaria a tu cadáver?-.

-La verdad, sí. Sí lo creo-.

-No soy tan enfermo como tu Lena, ahora deja de hablar y disfruta el dulce néctar del sufrimiento psicológico-. No puedo quejarme, lo lleve al borde de su paciencia en más de una ocasión, tanto tiempo tan cerca de él y al mismo tiempo tan lejos, mientras me tapaba los ojos recordaba cada follada secreta en esa universidad, cada vez donde usaba vestido y me sacaba la ropa interior, lo incitaba a seguirme a los salones, me masturbaba y luego le pasaba mi mano húmeda por la cara y la boca, todas esas veces donde folle con otros y me aseguraba que me viera en acción, admito que fui muy lejos con mi juego y nunca le permití devolverme el golpe, siempre espantaba a sus aventuras o me las comía con él; lo que sea que me haga hoy no se podrá comparar a todo lo que le he hecho por todos estos años, pero sé que se esforzara por quedar en empate. Ya no veo nada, no puedo escucharlo, me tensa no poder saber que pasa a mí alrededor, no sé lo que me hará, de pronto un frío punzante se posa en mi cara, algo extremadamente frío y delgado como una hoja me recorre la mejilla, me baja hasta el cuello, es demasiado frío y a juzgar por la sensación es una navaja, quiero creer que no me cortara, pero siento que hace presión con ella sobre mi piel, me recorre todo el cuello, las clavículas, llega hasta el inicio de mi sostén, lo rasga ligeramente por la mitad, pero no lo suficiente como para desnudarme, baja por mi abdomen y luego se desvía por mi ingle, se adentra hacia mis piernas y sube, tiemblo por lo peligrosamente cerca que esta de mi vagina pero intento mantenerme calmada, quiero llorar, maldita sea no puedo ver nada, no puedo moverme en lo más mínimo, estar así comienza a ponerme paranoica. ¿Qué tal que sí deseé matarme? ¿Qué tal que realmente si me haga un corte profundo? A lo mejor ya se demasiado de su vida y quiera deshacerse de mí y todo este asunto de mi entrenamiento fue para que bajara la guardia... pero ¿Cómo podría ser posible? Darme entrenamiento físico me daría una ventaja considerable, y a juzgar por mi método de pelea a escoger, diría que con el tiempo y más práctica pronto podré superarlo físicamente. El filo se devuelve hasta mis nalgas, aquí sí es seguro que me cortara, se siente aún más frio en contraste al calor que me dejaron ese par de nalgadas tan duras que me pego hace unos minutos, subió por mi espalda hasta mi nuca, se devolvía hacia mi cuello, de pronto sentí un ardor fino pero muy real en mi cuello, de lado a lado, luego una fina línea de sangre regándose levemente hasta mi clavícula, la herida fue superficial, muy superficial, se debe ser un verdadero experto para poder cortar tan finamente un cuello sin llegar a la tráquea o provocarle un desangramiento a la persona, este método normalmente se usa para asustar a una segunda víctima al herir a la primera o para darle solidez a una amenaza: Sí vas a amenazar a alguien, lastímalo un poco para que sepa que vas en serio.

Diario de una sociópata (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora