—Ignacio Contreras —dice una voz y, antes de que pueda reaccionar, añade—: Tiene visita.
Me trasladan a una sala pequeña y, una vez dentro, me quitan las esposas. Paso insistentemente la mano por mis muñecas y casi puedo dibujar el zurco que ha dejado el acero sobre ellas.
Qué más da que sea un exitoso hombre de negocios, dueño de una de las firmas más prestigiosas del país y socio de las cadenas extranjeras más adineradas del mundo. Me tratan como a cualquiera de estos vándalos con los que convivo y eso me provoca náuseas de solo pensarlo.
La puerta se abre nuevamente, pero mi mirada continúa en el suelo, abochornada, por lo que solo atisbo a ver un par de zapatos italianos antes de ser atrapado en un abrazo inquebrantable.
—¡Ay, Ignacio —deja escapar entre lamentos—, qué desgracia! —Cada vez aprieta más fuerte y yo me limito a intentar rehuir de su lado, inútilmente—. Ay, ay, ay, Ignacio, mi amigo, mi —lo interrumpo antes de que sea demasiado tarde.
—Estoy bien, Narciso —le digo—. Voy a salir de esta. No hay nada de lo que preocuparse —aunque, viendo su cara llena de lágrimas, ni yo mismo me creo mis palabras.
El guardia se marcha, dejándonos solos, no sin antes recordarnos que tenemos cinco minutos.
Imposible contar tanto en tan poco tiempo, aunque su abrazo me ha dicho más que una arenga de mil páginas y el beso que le ofrezco al fin es el cierre perfecto, tras un discurso infinito de miradas.
—Te amo —afirma—. Te voy a sacar de aquí.
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El insomne © (En Edición)
Short StoryIgnacio Contreras, empresario de éxito y dueño de una franquicia internacional, se ha convertido en el principal sospechoso de un crimen que asegura no haber cometido; sin embargo, no cuenta con una coartada lo suficientemente sólida para demostrar...