13. Encuentros hostiles

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Dio vueltas de un lado a otro, caminando con un gran nerviosismo y ansias por su laboratorio. De repente, pasó frente al reflejo de un brillante artefacto y se miró inconscientemente.

"Qué desastre..." suspiró totalmente desesperado.

Su elegante y homérico traje sedoso de color naranja, que toda la vida había, ha y habrá de portar con tanto orgullo y honra lucía desbaratado y el sudor frío de su patético estrés comenzaba a hacerse visible, en su espalda, en su pecho y debajo de sus axilas.

¡Inconcebible! ¡Imperdonable!

¿Qué pensaría su adorado y piadoso creador al ver cómo las preciosas prendas que diseñó, personalmente, y con sus propias y esmeradas manos para él, habían sido difamadas de ésta vil manera?

¡No podía ser así! ¡No tenía perdón!

El diablo sintió nauseas consigo mismo. ¡Le había fallado a, no menos que dos de sus dioses, uno era su propio creador y el otro era su rey!

Tuvo que obligarse a quitar sus ojos ensombrecidos de la burla que era su figura. Al voltear, vio al motivo de todos sus males encadenado de pies y manos a un muro, aparentemente vencido y ajeno...

¡Pero él sabía, que mientras mantuviera puesta esa carcasa inexpugnable, todo lo que era su vida no habría significado algo diferente a un monumental y depravado fracaso!

Su tarea, a todas luces, había sido demasiado simple. Su rey había traído él mismo a este forastero derrotado, dolido por las importantes heridas que habían sufrido sus sirvientas para proteger su seguridad. Era demasiado bondadoso. Y tras dejárselo, le pidió con toda su pena contenida, que lo despojara de toda su coraza, ofreciéndole, si necesitaba, de sus propias herramientas para llevar a cabo su encomienda.

Él pensaba, sabía y creía, que tal gusano miserable debía ser ininterrumpidamente condenado, por evocar tales sentimientos de inquietud en un rey tan bueno como era.

Pero tal decisión no le correspondía, tenía una tarea clara y eso era todo lo que debía hacer.

Sin embargo, se vio tropezado por lo inesperadamente complejos que eran los mecanismos de la armadura, haciéndole imposible desbloquear sus sistemas sin estropearla. No tenía los medios necesarios y aún peor... en su arrogancia había rechazado la benigna ayuda de su señor al ser totalmente indigno de si quiera pensar en manipular los artefactos personales de una entidad tan divina como su rey.

En consecuencia, había fracasado. Los resultados, que eran todo lo que necesitaba y lo único que quería no habían podido ser alcanzados.

¿Qué tipo de castigo le esperaba por haber fracasado totalmente en una tarea tan simple? Él sabía, que se merecía todas las sentencias imaginables e inimaginables por su incompetencia. Pero también sabía, que no obtendría ninguna a menos que él mismo exigiera justicia por sus pecados. ¡Así de bueno era el rey y dios que había decepcionado!

"..."

Finalmente, luego de resignarse de que no había nada que pudiera hacer para remediar su error, decidió que era momento de ponerse en contacto con su amo.

Se llevó una de sus manos a la cabeza por última vez, tanto para acomodar su vergonzoso cabello como para enlazar su mente por medio de un hechizo mágico.

"Mi señor... Su Majestad." murmuró estas palabras en un tono abatido, como un suspiro de derrota descorazonado.

"Ahh, Demiurge. Cuéntame, qué secretos revelaron tus análisis, ¿cuál es el motivo por el que esa armadura es tan poderosa y cuál es la fórmula para recrearla y conocer mejor sus capacidades?"

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2021 ⏰

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