Capítulo 7.

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El timbre de la puerta sonó de nuevo.

¿Jeno? La emoción lo atravesó.

—Adelante —murmuró. Esta vez no dejaría que se escapara.

El timbre sonó de nuevo.

—Dije adelante. —Miró la puerta en la brumosa luz, pero permaneció cerrada.

La abrió, agarró la mano de Jeno y lo empujó hacia adentro.

—Jeno, cariño. —Tiró sus brazos alrededor de su cuello y se emocionó con el sentimiento de sus labios encontrando los suyos en un duro, entusiasta beso. Su cuerpo se arqueó con necesidad y gimió, presionándose contra él, envolviéndose en la dulce bendición de su presencia.

El maldito timbre sonó de nuevo.

¿El timbre?

La calidez del cuerpo de Jeno contra el de él se desvaneció. Sus ojos se abrieron a la brillante luz del sol titilante a través de sus persianas verticales mientras traqueteaban con la brisa. Cuando se dio cuenta de que se agarraba a una almohada, no del hombre dorado de sus sueños, la tiró al suelo. Le echó un vistazo a los grandes dígitos rojos en el reloj al lado de la cama.

Ocho en punto.

Gimió. Ese sería Jeno en la puerta. Saltó de la cama y se miró en el espejo. La camiseta muy grande y leggings no era el conjunto más favorecedor del mundo, pero tendrían que servir.  Su cabello necesitaba trabajo, sin embargo. No podía ir a la puerta con este aplastado a un lado y sobresaliente como el pelaje de un puercoespín en el otro. Agarró un cepillo del vestidor y lo arrastró a través de su irregular melena.

Oh, hombre, él nunca dormía más allá de las siete. Se apresuró a la puerta. ¿Por qué se había quedado dormido hoy de todos los día? Tal vez porque pasaste la mitad de la noche por qué no arrastraste a Jeno a tú cama, y la otra mitad preocupándote por el hecho de que casi lo hiciste.

Abrió la puerta.

—Uh, hola. Lo siento, parece que me quedé dormido.

Cielos, no tenía derecho de lucir tan hermoso a primera hora de la mañana. La luz en sus ojos dorados rivalizaba con la luz del sol alegremente danzando a través de la alfombra de su sala de estar. Sus jeans azules descoloridos abrazaban sus largas piernas y su camisa de mezclilla, con algunos botones superiores abiertos. Olía silvestre y cálido. Se podía imaginar arrimándose contra él y respirando su esencia. De hecho, la urgencia se volvió casi abrumadora. 

—¿Puedo entrar?

Santos cielos, se dio cuenta de que había estado recostado contra el borde de la puerta mirándolo fijamente en un aturdimiento. Luego de ese loco sueño, estaba teniendo un efecto mucho más potente en él que lo usual, si eso era posible. 

—Uh, claro, por supuesto. —Se movió hacia atrás, manteniendo su cuerpo lo suficientemente lejos de él para que no lo rozara mientras entraba. Si sólo mirarlo lo estaba volviendo loco, odiará pensar qué pasaría si lo tocaba.
Cerró la puerta—. Siéntete como en casa. 

Corrió a través de la habitación y por el pasillo hacia su dormitorio. Luego de tomar algunas ropas del closet, se apuró al baño. Cuando saltó bajo la ducha, el picante pulverizador de agua reavivó su función cerebral y se dio cuenta de que no tenía que estar en el club el mediodía. Si Jeno lo dejaba justo después del desayuno, ¿qué haría entonces?

Por supuesto, podría sugerir que viniera aquí luego del desayuno. Tal vez pasar algún tiempo conociéndose el uno al otro. Tal vez llegar a conocerse realmente bien. 

Virgin Wanted ; hrj + ljnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora