DaReum Pt1

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La princesa Yeoreum estaba aburrida en su castillo, sus padres no la dejaban salir desde aquel fatídico día en que su vida se arruinó. La rubia suspiró, no había día en que no se regañara por haber sido tan descuidada esa tarde.

Ella había salido a dar un paseo en las afueras del reino, no quiso que algunas de las sirvientas la acompañara ya que quería estar a solas, la vida del reino no es tan fácil como parece. Cuando se introdujo en el bosque, se sentó bajo un gran árbol, quedándose dormida. No supo cuánto tiempo estuvo durmiendo, sólo despertó cuando sintió la pequeña pero fuerte picadura de un escolopendra, Yeoreum asustada, se tocó el brazo cuando el insecto por el movimiento brusco de la chica huyó rapidamente. Pensó que tal vez no era algo grave, aún así decidió volver al castillo, y apenas puso un pie dentro de éste, cayó de bruces contra el suelo, alertando a los sirvientes que se encontraban cerca, quiénes corrieron a ver qué le había ocurrido.

Desde aquel día, la princesa Yeoreum no ha salido de su castillo, debido a que el médico del reino dijo que los escolopendras tenían veneno en sus últimas par de patas y no se sabía hasta que grado podría ser esto perjudicial para las personas, por lo tanto, recomendó que la princesa no tuviera contacto con el pueblo y se tomaron estrictas medidas para la servidumbre que debía estar en diario contacto con ella.

Sus padres han buscado por todo el reino alguna cura, sin resultados. El miedo a lo desconocido les tenía los nervios de punta al rey y a la reina, sin embargo, lo peor se lo llevaba la joven princesa, quién día y noche anhelaba la libertad que le fue robada.

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- Mamá, aquí están las cosas que me pediste. - dijo Dayoung dejando el bolso, sobre la mesa en la cocina.

- Gracias hija, ¿Cómo están todos en casa? - preguntó, desde lo que le pasó a la princesa, le había tocado quedarse a vivir en el castillo.

- Estamos todos bien Mamá, extrañándote ¿cuándo crees que podrás ir a vernos? De verdad, haces mucha falta en casa. - le comentó triste la pelirroja, era cierto que todo estaba bien, pero no era lo mismo sin su madre.

La señora suspiró, - No lo sé Dayoung, me complica arriesgarme al hacerte venir aquí, no quisiera arriesgarme con todos en casa.

Dayoung asintió desanimada, ella entendía el asunto pero no quitaba el que le habían separado de su madre. Después de conversar una que otra cosa, la pelirroja se despidió de su madre y se retiró del castillo, cuando estaba por salir, oyó un ruido. Extrañada, camino hacia la dirección en que lo escuchó, sorprendiéndose al encontrar a la princesa saltando de la ventana de la que supuso era su habitación.

- ¿Princesa Yeoreum? - le llamó.

La nombrada se giró a mirarla, - ¿Quién eres?

- Soy Dayoung, hija de una de tus cocineras. - le dijo haciendo una rápida reverencia.

- Oh, por favor no le digas a nadie que me viste. - le suplicó.

Dayoung lo pensó, su madre la mataría si no dice algo, osea era la princesa quién estaba huyendo, pero ¿Si la acompañaba? Al menos, podría cuidarla y ya no sería tan malo ¿no?

- No diré nada si me dejas acompañarte. - ofreció.

Yeoreum lo pensó unos segundos, no le venía mal la compañía menos la ayuda, así que aceptó.

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- ¿A dónde se supone que vamos? - quiso saber la pelirroja, cuando ya llevaban algunas horas caminando.

- A la montaña, investigué que en la cima debe haber Floripondios, y si consigo una podré curarme y por fin acabar con todo ésto que me tiene atrapada en el castillo. - le contó sin siquiera detenerse a mirar a la otra chica.

Dayoung siguió caminando tras la princesa, no puede imaginar que tan terrible puede ser estar encerrada en tu propio hogar, alejada de todo, sintió tristeza por ella, su familia no era la única que sufría al no tener a su madre, la princesa era quién más estaba sufriendo con toda la situación.

Siguieron avanzando un poco más, deteniéndose en algunas ocasiones para descansar y beber o comer algo de lo que llevaba la princesa. Cuando llegaron a la cima de la montaña, la princesa Yeoreum no creía lo que veía.

- No, ¡No puede ser! ¡¿Por qué no están aquí?! - exclamó, cayendo de rodillas sobre el suelo.

Dayoung observó a su alrededor, no había absolutamente nada, ningún supuesto floripondio. Se acercó a la rubia, poniendo su mano en su hombro, - Princesa...

- Volvamos al castillo, - se levantó, quitando con rudeza las lágrimas que se le habían escapado. Dayoung asintió, y siguió a la princesa de vuelta a casa.

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No alcanzaron ni a poner un pies en el castillo cuando las madres de ambas chicas salieron a su encuentro. Las abrazaron y llenaron de besos, pero no se salvaron de los regaños, sobre todo Dayoung. Quién por estar en contacto por varias horas con la princesa, tuvo que quedarse en el castillo en espera del médico para su revisión, el que podía ir en dos días.

- Lamento que tengas que quedarte aquí, como todos en el castillo por mi culpa. - susurró Yeoreum, avergonzada con su rostro cabizbajo.

Dayoung la miró, se acercó a ella y la abrazó, sorprendiendo a la rubia, - No te preocupes, créeme que nadie te culpa y yo tampoco, sólo tuviste mala suerte al hacer algo al que todo el mundo tiene derecho, vivir y hacer lo que quiera con su vida.- sonrió cuando Yeoreum se deshizo del abrazo y la miró.

La princesa le devolvió la sonrisa, - Gracias.

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