DaReum Pt2

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     Dayoung despertó en medio de la noche, era raro no estar en su casa, se sentía algo incómoda y, nerviosa porque la princesa le pidió dormir juntas en su habitación.

   Lentamente, se levantó, no quería despertar a Yeoreum y preocuparla, salió de la habitación intentando no hacer tanto ruido. Caminó por el pasillo, había venido varias veces al castillo así que se ubicaba bien en éste. Se dirigió a la biblioteca, leer algo no estaría mal para pasar el insomnio.

   Mientras buscaba que leer, notó que en el estante estaba mal puesto un libro, la curiosidad la invadió y lo tomó, trataba sobre remedios antiguos y naturales, pensó que de seguro Yeoreum lo estuvo leyendo para encontrar alguna cura para el veneno del escolopendra que invadía su cuerpo.

   Encontró la página donde decía que si se tenía un floripondio, se debía hechar en una taza con poca agua y hervir, al tomar ésto la persona infectada debía curarse en máximo dos días, Dayoung en ese momento deseó haber encontrado aquella flor en la montaña.

    Dió vuelta la hoja y abrió un poco más sus ojos, sorprendida. El libro mostraba un dibujo del floripondio, ésta flor su familia la tenía en su jardín, no sabía de dónde había sacado la princesa que la flor crecía en la montaña pero estaba segura que eran las mismas flores que su madre cuidaba antes de quedarse definitivamente en el castillo. Cerró el libro y salió de la biblioteca en dirección de la habitación de la princesa, debía decirle que aún había esperanzas.

Abrió la puerta de la habitación, contenta — ¡Yeoreum! Despierta, ésta flor crece en el jardín de mi casa, — habló con emoción en su voz, pero la rubia no despertó. Dayoung se acercó a la chica preocupada, la movió y Yeoreum no reaccionaba, — Dios mío, Yeoreum, vamos despierta. — y nada.

    La pelirroja volvió a mover a la princesa, notando la sábana y la almohada manchadas de sangre, el miedo invadió a Dayoung y salió corriendo y gritando por ayuda. Los sirvientes e incluso la reina y el rey salieron de sus habitaciones en su ayuda, — ¿Qué pasa hija? Qué son todos éstos gritos. — le dijo su madre.

— Mamá, la princesa...— balbuceó, e inmediatamente los presidentes fueron a la habitación encontrando a Yeoreum inconsciente. El rey ordenó traer al médico lo más pronto posible, a las ancianas que supieran de algún remedio natural en el pueblo, a todo el que pudiera ayudar a encontrar la forma de salvar a su única hija.

   Los sirvientes se movieron con rapidez, la madre de Dayoung la sacó de ahí, llevándosela con ella a otra habitación para que los demás pudieran limpiar y acomodar todo para la princesa.

— Dayoung, por favor quédate aquí. — pidió.

La pelirroja negó con su cabeza, — Mamá encontré una cura para la princesa, por favor déjame hacer algo por ella.— le rogó mirándola a los ojos, su madre le sostuvo la mirada unos segundos antes de desviarla.

— No puedes hacer nada Dayoung, quizás ya es demasiado tarde. — y se retiró.

    A Dayoung le dolió que su madre no confiara en lo que decía, pero ahora no importaba, debía salvar a Yeoreum. Se asomó por la puerta, mirando a ambos lados por si había alguien cerca, despejado, que suerte. Salió de la habitación y corrió por el pasillo, recordaba que al final de éste había una puerta que daba directamente hacia el patio del castillo.

   Una vez fuera, sintió el frío de la noche invadir su cuerpo, no pudo abrigarse o cambiarse de ropa, sólo tenía su delgado pijama y descalza. Caminó como pudo para salir del área del castillo sin ser vista o confundida por algún ladrón. Frotaba sus brazos con sus manos para darse un poco de calor, avanzó por las calles del pueblo hasta por fin llegar a su hogar. Estaba todo a oscuras, ingresó en silencio, caminó hasta su habitación para poder ponerse algo más encima y también zapatos. Salió hacia su jardín, por la oscuridad era algo difícil distinguir las flores, pero una luz detrás de ella apareció de repente asustandola.

— Dios, Yeonjung, casi haces que me dé un infarto.— dijo con su mano en el pecho.

— Tu haces que me dé uno a mi, ¿Qué haces entrando en casa como un ladrón? ¿Y qué buscas a estás horas? ¿No estabas enferma?¿Te revisó el médico? — llenó de preguntas a su hermana preocupada.

— Yeonjung, te juro que después te contaré todo, pero necesito urgente encontrar los floripondios que cuidaba mamá.

La menor la observó unos segundos, asintió y la dirigió hacia el arbusto enorme que estaba al fondo de su jardín, — Aquí están, — apuntó con la lámpara.

Dayoung de inmediato fue a sacar algunas pero fue detenida por su hermana, — ¡Espera!

— ¿Qué pasa ahora? — la miró molesta la pelirroja.

— Toma — le entregó guantes y una bolsa de género, — ésta flor es dañina, ¿Estás segura de llevártela?

— Gracias y sí, es la única manera de salvar a la princesa Yeoreum. — y sacó dos flores y las puso en la bolsa.

Ambas hermanas rodearon la casa, y Dayoung se despidió de Yeonjung, quién le deseo suerte, viendo a su hermana perderse en la oscuridad de las calles.

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     La pelirroja ingresó al castillo, mirando para todos lados por si se encontraba con alguien, caminó hacia la cocina que para su suerte estaba vacía, de seguro todos estaban en sus habitaciones o con la princesa, dejo la bolsa que traía sobre la mesa y puso a hervir agua. Sacó de entre su ropa la hoja que había arrancado del libro, leyó muy bien las instrucciones, por qué como dijo su hermana Yeonjung, las floripondio en dosis equivocadas podía ser letal.

     Una vez todo listo, ahora debía pensar en como entrar a la habitación de Yeoreum, un problema tras otro pensó Dayoung.

     Fue por el pasillo, con la taza entre sus manos, encontró raro que no hubiera nadie. Abrió la puerta de la habitación, encontrándose con su madre junto al rey y la reina que lloraba desconsolada. En ese instante, temió lo peor al ver al médico junto a la rubia.

— ¿Qué sucedió? — preguntó mirando a todos los presentes. Sin embargo, ninguno quiso decir alguna palabra. — ¡¿Qué sucedió?! — repitió enfadada.

— Hija, cálmate. — se acercó su madre — La princesa... — pausó — se ha ido.

Dayoung se tambaleó, casi dejando caer la taza que tenía, negó con su cabeza — ¡No! Ella aún está a tiempo. — se apresuró hacia la princesa y como pudo le dió de beber de la infusión. La miró esperando alguna reacción de Yeoreum pero nada. — Vamos, Yeoreum, despierta, di algo, por favor — rogó, arrodillándose junto a ella, mientras se llenaban sus ojos de lágrimas.

Los reyes la miraron con tristeza, su madre se acercó a abrazarla.— Por favor, — susurró — sólo esperen dos días, es lo único que les pido.

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    La pelirroja abrió lentamente la puerta, sintiendo su corazón latir con fuerza ante la expectación.

— Buenos días, Dayoung. — saludó bajito.

La pelirroja sonrió en grande y las lágrimas caían por sus mejillas, — Hola Yeoreum — correspondió, y caminó hasta ella, atrapándola en un fuerte abrazo. — Estoy tan feliz de que estés bien.

— Muchas gracias por no rendirte, — se separaron unos centímetros, — gracias por devolverme mi libertad. — y juntó sus labios en un dulce beso.

One Shots WJSNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora