Adicto a ti©

Xx_Capitulo Cuatro_xX

"Nuestra farsa"

ALFRED

He sido neuro-cirujano desde los veintidós, y he visto casos de todo tipo. Para resumir, mucha sangre, llanto, aberturas, heridas, contusiones, preocupación... es básicamente mí día a día.

Un hospital es reconocido en todos lados por ser el lugar donde se salvan millones de vidas, yo solo puedo ver un psiquiátrico.

Paredes blancas, batas blancas, olor a desinfectante, pastillas, jeringas... necesidad de escapar.

Supongo que eso último lo sentimos todos en algún punto, no importa la situación ni el lugar, pero la presión de tener vidas dependiendo de ti es insoportable. Las miradas expectantes de todos, todos preguntando qué hacer y todos sintiéndose exactamente igual que tú, con la increíble necesidad de terminar un turno y jamás volver.

Aun así, nadie ha muerto a mis manos.

Al menos no en el hospital.

Y debo encargarme de que eso nunca suceda.

Quiero salvar vidas.

Tengo que salvar vidas.

Hacer lo que nadie ha podido.

Y, francamente, voy bastante bien.
Logré entrar sin problemas en el Hospital Ruthfort, de los más exitosos en el país, y en mis tres primeros años logré convertirme en jefe del departamento de cirujanos y en uno de los doctores estrella del hospital.

Solo me falta algo más para estar en la cima.

El premio Von Kleist.

Definitivamente el reconocimiento más alto que un cirujano pueda recibir. Necesitas una idea, hacer un descubrimiento, desarrollarlo, presentar tu idea y las pruebas, ser nominado, ganar.

¿Parece fácil, cierto?

Además, es un premio importante, tiene un jurado experto. No debería haber trampas ¿o sí?

He perdido dos veces, ambas por exactamente la misma razón, alguien se presenta a última hora, paga al jurado con halagos y billetes, gana, vuelve alguien así el próximo año, se repite la historia.

¿Así de jodido está el mundo?

¿Mentir es necesario para sobrevivir?

La respuesta es sí, a todo.

¿Triste? Sí.
Pero ¿que mierda importa? No niego que hay gente honesta y triunfadora pero se vuelve frustante y, simplemente, me cansé a estas alturas.

No llegaré a nada diciendo la verdad, siendo inocente.

Los inocentes son los primeros en morir y los únicos que no serán recordados.

Siempre doy todo y nunca logro recibir nada.

Aunque supongo que estoy acostumbrado.

Pero sé que este es mi año.

Ella está aquí.

Estaba en la inmensidad de nuestro sótano, examinando los pequeños instrumentos que suelo utilizar en las cirugías. Los organicé por tamaño, para después desorganizarlos y volverlos a ordenar.

Quería matar un poco de tiempo, ella no va a despertar pronto.

Giré la cabeza para observar a la mujer detrás de mí, atada en una silla de metal, con la cabeza baja.

Las puntas de su cabello castaño apuntaban en todas direcciones, estaba profundamente dormida. Su respiración totalmente calmada, su vestido color crema impecable.