Ya pasaban de las seis de la tarde y el laboratorio estaba en silencio. La calma consumía los nervios de Marco. Se preparó mentalmente para llegar y recibir los gritos de Karmi, pero en su lugar la bruja se había encerrado en su oficina y no había salido ni para ir al baño. Sabía que estaba adentro por los sonidos de tubos de ensayo y una que otra carcajada diabólica que soltaba de vez en cuando.
«Esa maldita me va a matar, debe estar tramando algo», Marco se mordía las uñas. Hiro no estaba y él no paraba de trabajar ni enfermo. No había testigos presenciales. Quizá Karmi había orquestado una forma de asesinarlo sin que nadie se enterara.
Tenía que disculparse, tal vez si admitía su error sería perdonado. Sabía que la mujer estaba desquiciada pero no a qué medida. Siempre pensó que sería capaz de lastimar a otros sin sentir remordimiento.
Se detuvo un momento en las puertas de la oficina y trató de calmar el temblor en sus piernas. Recordó como mamá Coco le decía que los animales olían el miedo, ella era la mujer más perra que había conocido así que seguro también podía.
—Si vas a pasar hazlo de una vez.
Marco tomó su guitarra y la puso por delante. Si le lanzaban un cuchillo la usaría como escudo y después correría a toda velocidad para escapar.
Abrió lentamente la puerta y puso un pie adentro. Karmi estaba sentada mirándolo fijamente. Se veía más roja que nunca y tenía una paz que se asemejaba a la de un cadáver. Todo en la habitación tenía un color carmesí que le recordaba al mismo infierno.
—¿Por qué estás metiendo basura a mi oficina?
—Es solo mi guitarra…
—Esta no es tu casa, es mi oficina, si no la sacas en este momento vas a hacer que me encabrone— sus palabras aunque venenosas tenían un tono de voz calmado.
—Yo… lo siento— saco la guitarra y volvió a entrar.
—Si tienes algo que decir dilo de una vez.
—La verdad quería pedirle perdón por lo de ayer, no debí haberle faltado el respeto, espero me comprenda, es que de verdad amo a mi primo y me ganaron los celos— empezó a sudar de forma descontrolada, casi podía jurar que las pupilas de la mujer se cerraban como si fueran de un gato.
—¿Qué más?
—Creí que tal vez podríamos hacer una alianza, es decir a usted le gusta Hiro y a mi Miguel, así que podríamos colaborar para que los dos obtengamos lo que queremos…
—¿Qué más?
—Pues… no se que más decir.
—Debe haber algo más.
—No lo hay.
—¿Crees que estoy pendeja?
— No, no lo creo.
—¿Tengo la cara de estúpida?
—No, no la tiene.
—Entonces ¿de que me vez cara?
—Pues de una persona normal… no se que decirle— soltó una risa nerviosa.
—¿Por qué no sabes? ¿Eres tonto?
—Yo…
—Quiero que me expliques algo usando tu lógica, ¿Por qué yo necesitaría que alguien tan inferior como tú me ayude a cumplir mi objetivo?
—Solo creí que sería más fácil si trabajamos juntos.
—¿Crees que no puedo hacerlo sola?
—Seguro que si puede…
—O ¿eres de esos estúpidos que piensan que por ser mujer necesito ayuda de un hombre?
—No, no lo creo de verdad.
—Entonces si no lo crees ¿por qué haces una sugerencia tan patética?
—Yo… perdón.
Karmi soltó una pequeña risa— en efecto, yo sé por qué lo hiciste, no me tienes que explicar, tienes miedo de no poder sin mi ayuda, sin embargo, hay un fallo en tu lógica.
—No entiendo.
—Claro que no entiendes, siempre has sido un estúpido— tomo una rosa de su escritorio— este olor — aspiro la flor con su nariz— me recuerda mucho a tu primo.
—¿Pudiera explicarme en qué me equivoqué?
—Me voy a chingar a Miguel.
—No es necesario que lo lastimé, lo voy a convencer de que no se interponga entre usted y Hiro.
—Hasta para hablar eres pendejo, la palabra chingar puede tener muchos significados— tomó uno de los pétalos de la rosa con los dientes y lo desprendió, se los fue comiendo de uno denotando placer en cada movimiento, cuando la flor termino deshojada la desecho y lamió sus labios rojos como si hubiera comido un caramelo.
—¡No puede tener a los dos! ¡Esta loca!
—La última vez que alguien me dijo que no podía hacer algo pasó de ser un empresario a un vagabundo suplicando por un pedazo de pan. Tú no te sabes de lo que soy capaz.
—¡No me importa! ¡No voy a permitir que lastime a mi primo.
—¿Enserio? ¿Qué harás al respecto?— la mujer se acercó lentamente a Marco sin dejar penetrar sus ojos con la mirada, se detuvo apenas a unos centímetros de su cara.
—Yo… — estaba intimidado pero no dejaría que alguien le haga daño a Miguel — ¡Se las va a tener que ver conmigo!
Karmi le dio un rodillazo en la entrepierna. Cuando el mexicano se encontraba retorciéndose en el suelo se puso de rodillas para hablarle en el oído— Escúchame con atención, la única razón por la que sigues aquí es porque eres ridículo, el día que me sienta amenazada por ti, aunque sea la de la forma más mínima; ese día tu vida se va a acabar, ¿Te quedó claro Juancho?
El mexicano soltaba quejidos mientras pedía al cielo aún ser fértil para poder tener hijos con Miguel.
—Tienes mucha suerte, yo no suelo dar advertencias, generalmente voy directo a por mi presa de un solo golpe. Ahora más vale que salgas de está oficina rápido, si no lo haces vas a conocer lo que en verdad es dolor.
Marco salió arrastrándose y escucho un portazo detrás de él.
La mujer tomó otra rosa y colocó una cereza importada de Japón junto a sus pétalos. Se puso de pie junto a la ventana y contempló el exterior— es la comida perfecta para un momento perfecto— sus ojos se abrieron ampliamente al igual que su sonrisa— siempre he amado los atardeceres rojos.
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Y aquí estoy yo contradiciendome todo, quería una obra de pura comedia pero no me pude resistir ante la doña de rojo, sacaré una serie de mini capítulos y despues regresaré al formato más largo.
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Toloache para el chino (Higuel)
HumorQuizá a México le faltan huev... para conquistar China pero esos a Miguel le sobran. Acompaña a nuestro héroe a afrontar una aventura llena de triángulos amorosos, escenas subiditas de tono, amores prohibidos y grandes peligros todo para conseguir e...