¿Formando alianzas? Pt4 Karmi y Miguel

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Alianzas:

Marco x Karmi

Marco x Hiro ✔️

Marco x Miguel ❌

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Su princesa estaba ausente, por más que nuestro héroe buscará la luz de su vida, esta no aparecía. Escapaba como la luna huye del sol.

No la encontró camino al trabajo, tampoco estaba en el laboratorio. Estaba perdida, quizá algo le había pasado a su dulce doncella, y su caballero no estuvo ahí para defenderla. Un lamento lleno de dolor escapó de sus labios gruesos y después se desplomó sobre una de las sillas del laboratorio. Se sentía culpable, un verdadero hombre debe de cuidar a su mujer, y él había descuidado su tesoro.

Unos rugidos llamaron su atención, venían del baño. Ahí estaba Karmi. Resultó que las rosas que había comido cuando amedrentó a Marco habían sido regadas con aguas negras, y le causaron una diarrea de los mil demonios.

—Señorita Karmi, ¿Necesita ayuda? —preguntó nuestro héroe con preocupación.

—¿Cómo supiste que era yo? —habló la mujer apenada.

—Puedo sentir la presencia de las señoritas hermosas. Es imposible para mí ignorarla.

Karmi bajó el agua del excusado y luego soltó un gemido. Tuvo que hacer "ciertas cosas" para descargar las ganas que tenía de devorarse al mexicano. Vacío una botella completa de perfume para espantar el mal olor y después abrió la puerta. Su figura imponente y roja era acompañada de un aroma de flores importadas de Europa.

Observó al mexicano recargado en la silla. La posición en la que estaba le daba una idea de cómo quería concebir a su bebé. Además de eso, la ropa se le veía más pegadita; sus músculos se le tensaban y le estiraban su camisa. Daba la impresión de que al deslizar una de sus filosas uñas sobre su ropa, está se rasgaría y dejaría al descubierto su varonil pecho.

Karmi se acercó a él y lo saludó de beso. Miguel intentó besar su mejilla pero ella buscó sus labios. Al final no pudo hacerlo, pero logró que sus dientes le tocaran la piel. La mujer tuvo que esforzarse para contener sus ganas de morderlo.

—Hola Papito, ¿cómo estás? —preguntó la mujer mientras se abría más el escote.

—Estoy algo preocupado señorita. No he podido ver a mi novia y mucho me temo que algo le pasara en mi ausencia.

—Ay chiquito, no te preocupes mi rey. —La mujer le dio un abrazo y frotó sus grandes atributos en él. Después de separarse, dejó una de sus manos en una de las piernas del moreno—. Yo podría ayudarte Corazón.

—¿De verdad me ayudaría señorita? Una mujer de su calibre debe de estar demasiado ocupada. No me gustaría importunarla.

—Sería un placer ayudarte bombón. Me aseguraré de que tengas tiempo con tu novia, solo me gustaría algo a cambio...

—Usted dígame qué necesita señorita. —Los ojos de Miguel se hicieron más profundos, estaba totalmente agradecido.

—Solo quiero que tú y tu novia se tomen una bebida junto conmigo. Adoro ver a la gente enamorada, y su amor me llena de felicidad.

—Señorita... ni siquiera en las telenovelas que ve mi abuelita he conocido a alguien más noble. Si yo no tuviera novia me casaría con usted, lo juro.

—Ay corazón, tú sí sabes cómo hablarle a una dama. Permíteme prepararte un té relajante.

La mujer se puso de pie y se encaminó a la cocina. Calentó el agua y observó todas las combinaciones de químicos que tenía disponibles. Era demasiado fácil echarle a la bebida algo que dejara al mexicano fuera de combate, y, cuando lo tuviera mansito, recoger su semilla para plantarla en ella en el momento justo. Pero ella no era así; ella se consideraba una mujer romántica y quería que la concepción fuera más física, con más caricias; quería además que se plantara de manera natural.

Observó la nuca del mexicano, desde lejitos se veía que el jovencito podía dejar en cinta a todas las mujeres del pueblo en una sola noche. Estaba decidido, primero sería Hiro y segundos después Miguel. Sería el remate perfecto, empujaría con su virilidad todo lo que faltara.

La mujer le dio el té y el mexicano lo tomó sin siquiera inspeccionarlo. Terminándolo, se ofreció a lavar la taza, pero Karmi no lo dejó. Se despidieron y Karmi probó suavemente con su lengua, donde él jovencito había besado la taza. Era demasiado fácil y demasiado delicioso. Ya podía sentir que sus dos bebés pateaban su vientre... No, no eran sus bebés. De nuevo necesitaba ir corriendo al baño.

Toloache para el chino (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora