Juntos a la fuerza

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Era algodón que se sentía como seda, blanco como la piel blanca de su amor. El calzón emanaba el aroma más delicioso, escondía entre sus tejidos la esencia de la bella Hiro. Miguel lo sostenía con ambas manos en la soledad de su habitación. Lo miraba, babeaba. «No lo huelas, no lo huelas», se decía a sí mismo una y otra vez. Sabía que Mamá Coco lo estaba vigilando con sus omniscientes ojos.

Mamá Elena entró de golpe y Miguel escondió el tesoro tras su espalda.

—Hijito —le dijo la mujer—, ¿podrías ayudarnos a poner el altar de muertos? Necesitamos el toque de un artista.

—En un momento, Mamá Elena —contestó, nervioso.

Cuando la señora se fue, Miguel guardó el calzón bajo su cama, a un lado de la foto de Hiro. Ese pedazo de tela era su posesión más valiosa.

Toda la familia estaba ayudando con el altar. Todos excepto Marco, quien estaba castigado por Mamá Elena; lavaba en soledad el excusado con un cepillo de dientes, con la puerta cerrada con llave para que no pudiera escapar. Miguel pasó a un lado de aquella puerta y escuchó a su primo llorar. Normalmente lo hubiera ayudado, siempre lo hacía; pero ahora su relación era otra: eran rivales, rivales de amor.

Cuando Miguel terminó su parte, fue a ver a Mamá Coco. Ella tomaba tequila y bailaba, estaba tan viva que la parca salía huyendo con su sola presencia.

—Miguel, hijito, ven a bailar un poco con tú Mamá Coco.

—Sera para la próxima. Necesito prepararme —contestó sin mucho ánimo.

La señora se acercó al muchacho y le dio un abrazo, después le dijo:

—Anda, dime. ¿Qué te preocupa esta vez?

—Antes creía que el mundo era mi familia, mamá Coco. Era feliz así, pero me di cuenta que la familia puede traicionar.

—¿Estás seguro de que te traicionaron?

—Sí, lo vi con mis propios ojos... Una parte de mí cree que no merezco el amor de Hiro; ella ama a alguien más.

—Miguel, tú eres un Rivera. Sabes lo que eso significa, ¿no es así?

—Sí —dijo recobrando el ánimo—. Un Rivera no deja nunca de luchar. Ni siquiera ante la amenaza de la muerte.

—Sé que puedes hacerlo, hijo mío —La señora le dio un beso a Miguel en la frente—. Ahora ve y lléname de orgullo.

El chico salió disparado para hacer los preparativos. Pronto regresaría a la tierra de los muertos.

***

Marco recibió un mensaje a su celular.

Hiro, 12:30 pm
Marco, ¿dónde estás? Es una emergencia.

Marco, 12:31 pm
Estoy en el baño. Nunca más volveré a salir de aquí.

Hiro, 12:31 pm
¿Te cayó mal la nieve de nopal?

Marco, 12:32 pm
No, pero mamá Elena me castigó porque ella estornudó y no le dije "salud". Además de que mi primo me odia. Mi vida no puede empeorar.

Hiro, 12:32 pm
Necesito que vengas, rápido. Las lecturas entre ambos mundos están más débiles que nunca. Creo que podremos cruzar al más allá.

Marco, 12:32 pm
Cruzare al otro mundo antes que tú, Hiro. Me voy a morir de tristeza.

Hiro, 12:32 pm
Mándame tú ubicación. Te sacare de ahí. Arreglaremos las cosas con tu primo una vez terminemos esto...

***

Hiro recibió la ubicación y ayudó a escapar a Marco por la ventana del baño. El mexicano sabía que escaparse del castigo haría que Mamá Elena quisiera matarlo, pero prefería morir rápido de un chanclazo y no lentamente por no recibir el amor de Miguel.

Ambos llegaron al laboratorio. Hiro explicó con palabras científicas que significaban las lecturas, pero Marco no entendió ni papa.

—Entonces... en resumen ¿qué es lo que quieres? —preguntó el moreno rascando su cabeza.

—Tenemos que encontrar el lugar con más actividad paranormal. Algún sitio, ¿conoces algo así?

—Una vez mi primo me contó que viajó a la tierra de los muertos en el cementerio.

—¿¡Qué tu primo qué!?

—Fue al mundo de los muertos. Le hizo calzón chino a Ernesto de la Cruz y salvó la navidad, o algo así... no recuerdo.

Hiro se estiró los cabellos. Tanto tiempo, tanto tiempo desperdiciado.

—Necesito que me lleves exactamente al punto donde tu primo pudo viajar.

—Solo él sabe dónde fue. Pero no creo que me conteste el celular: me tiene bloqueado y si escucha mi voz seguro que cuelga. Te pasaré su número para que le llames.

—Ni de broma le voy a marcar. No me lo voy a quitar de encima después.

—Pues entonces no podremos ir. El viaje al más allá solo puede hacerse el día de los muertos.

Hiro miró su celular un momento. Realmente no quería hablar con ese tipo, lo odiaba más que nada en el mundo. Pero su hermano... Necesitaba ver a Tadashi más que nunca, tenía algo muy importante que decirle.

—Quizá yo los pueda ayudar en eso —dijo una tercera voz.

Marco se puso atrás de Hiro y por instinto cubrió su entrepierna con sus manos.

—De verdad ocupamos tu ayuda, Karmi —le dijo el genio.

—Para mí es un placer ayudarte. Solo quisiera pedirte algo: festejemos juntos nuestro éxito al terminar, ¿te late, papito?

—Sí, claro.

Karmi llamó a Miguel. Ella le explicó la situación, pero cuando mencionó que Hiro quería viajar al más allá con Marco, él se negó a pasarle la ubicación exacta. De ninguna manera dejaría que los dos viajaran solos. Entonces la dama de rojo le propuso que fueran todos juntos y Miguel aceptó. Hiro se dio un manotazo en la frente cuando se enteró de que Miguel los vería. Karmi, por otro lado, abrió su sonrisa roja; el momento de la concepción de sus hijos estaba cerca.

Toloache para el chino (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora