¿Formando alianzas? Pt6 Miguel y Hiro

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Alianzas:

Marco x Karmi

Marco x Hiro ✔️

Marco x Miguel ❌

Karmi x Miguel ✔️

Karmi x Hiro

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Hiro caminaba a su hotel mientras maldecía al aire. Todo el día había tratado de analizar la separación entre el mundo de los muertos y su mundo, pero no había conseguido avances. De lo único que estaba seguro era de que, por alguna razón, entrando octubre la separación se había hecho más delgada y esta seguía debilitándose. Si no encontraba la respuesta pronto, se terminaría el apoyo de la universidad y jamás volvería a ver a su hermano.

Caían rayos en Santa Cecilia. Estaba próximo a llover, pero Hiro no le tomó importancia. Hacía cálculos en su cabeza, quería aprovechar cada segundo disponible. Nada lo distraería de la misión de volver a ver a Tadashi, o al menos, eso pensaba.

—Princesa. —Un susurro atravesó la oscuridad y llegó a sus oídos. De inmediato Hiro se puso alerta. Se había ido sin despedirse de Marco, y él le advirtió que no saliera solo a ningún lado; además de eso, no tenía puesto su disfraz, ni el plástico que usaba para no dejar rastro. La noche había ahuyentado a la mayoría de los pueblerinos, y la amenaza de lluvia había hecho que los restantes se resguardaran en sus casas.

Estaba solo, solo a merced de ese loco que lo buscaba como un depredador busca a su presa. No podía gritar para pedir ayuda; pues si lo hacía, seguramente Miguel saldría de las sombras para llevarlo a un callejón a manosearlo. Buscó refugio en un terreno abandonado donde crecía hierba alta. Al entrar pisó caca de perro, al principio se molestó, pero después pensó que quizá serviría para disimular su olor. Cuando estuvo bien oculto empezó a rezar para que no le pícara un alacrán o lo mordiera alguna víbora.

—Princesa... Princesa por favor cuídate mucho. Si algo te pasa yo no me lo perdonaría. Te amo... —Los murmullos de Miguel aumentaban su fuerza hasta convertirse en gritos. El mexicano se estaba acercando. Las piernas de Hiro comenzaron a temblar y tuvo el movimiento involuntario de taparse la boca con una mano y con la otra cubrir su trasero.

—Le ruego que perdone mi abandono. —continuó el mexicano con su lamento, ahora estaba casi en frente del Asiático. El aire húmedo se hizo más húmedo, y comenzó a llover. Las luces de los rayos rebotaban en el rostro de Miguel. El lloraba y sus lágrimas gruesas eran visibles a pesar de la lluvia. No dejaba de llamar a Hiro ni de decirle princesa.

«Eres igual de perdedor que yo— pensó Hiro mientras lo veía buscándolo entre la lluvia oscura—. Jamás me vas a encontrar. Pinche loco, ¿por qué no te vas a tu casa?». La tierra mojada se convertía en lodo y los pies de Hiro se hundieron un poco. La popó de perro empezó a oler más feo, por lo que Hiro trató de cambiar de posición. Al moverse se tropezó y movió un poco el pasto húmedo.

—Princesa. ¿Estás ahí? —preguntó Miguel y se acercó lentamente. El agua empapaba su camisa y marcaba todos sus músculos, no había nada de él que no estuviera duro; además de eso, también le mojaba el pantalón. Hiro dejó de respirar mientras veía de cerca el paquete del mexicano, era más grande que el de Marco, al asiático le dolía el trasero de tan solo verlo.

Una rata salió corriendo de entre la hierba alta. Hiro pegó un grito, pero para su fortuna, el sonido de un rayo lo cubrió. El rostro de Miguel se apagó más y decidió continuar su búsqueda en otra parte. Antes de irse agregó:

—Te voy a encontrar luz de mi vida; y cuando lo haga, no te descuidaré jamás. Te acompañaré toda tú vida y después de la muerte. No estarás sola ni en el baño, ¡lo juro!

Miguel se marchó dejando a Hiro solo, temblando por el frio y el miedo. Al tratar de limpiar su cara se dio cuenta de que él también lloraba. Lloraba de ira.

—¡Estoy harto de ese pinche loco! —soltó Hiro mientras se dirigía hasta su hotel arrastrándose por el suelo.

Toloache para el chino (Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora