En la bella y pintoresca Santa Cecilia, en un lugar un poquito apartado, se encontraba un pequeño laboratorio que humildemente servía como centro de operaciones para los pocos extranjeros que por azares del destino iban a investigar algo en los alrededores. La simpleza de aquel lugar contrastaba con la grandeza de la investigación que se llevaba acabo en ese momento; esta tenía el potencial de transformar la vida de todo el mundo y era liderada por un joven científico asiático que trabajaba con amor y alegría.
—¡Esta chingadera no jala!—Hiro estiraba su pelo de forma desesperada.
—No te preocupes papito, ahorita te funciona— una mujer de grandes atributos y entradita en años trataba de consolarlo.
La dama vestía el rojo desde su maquillaje hasta su calzón, así lo hacía porque eso le llamaba la atención a los hombres y aquello le facilitaría conseguir pasión. Tenía claro su objetivo, quería parir a la de ya, pero no buscaba cualquier pendejo, eso sí que no, a ella le podían únicamente los chicos listos. Cuando se enteró de que un muchachito genio había entrado a la universidad donde ella era directora, supo de inmediato que lo asesoraría en su tesis para acercarse a él y convencerlo de que le haga el favorcito.
—Llevo una semana con lo pinche mismo— las venas del científico sobresalían de una manera inhumana.
—Solo estás cansadito mi rey, déjame te mando a traer una coquita para que te despejes, ¡Juancho!
—Me llamo Marco.
—Me vale madres Mancho, láncese a la tienda por unos refrescos que para eso le pago.
—Usted no me paga, yo trabajaba aquí antes de que llegaran.
—¡No me rezongue cabrón!, que mientras esté aquí yo soy tu jefa, ya van varias veces que lo haces y te estás ganando un putazo en el hocico ¿¡entendiste!?
—Esta bien— Marco se alejaba cabizbajo con una actitud derrotada.
—¡No me arrastres los pies! a la siguiente que me desgastas el suelo te voy a venir poniendo un cohete en la cola para que te enseñes a caminar.
—Ayyy... el cerebro me va a tronar— la cabeza del asiático empezó a palpitar de una manera violenta.
—Corazón de pollo, te voy a hacer un masajito para que te calmes bebé— procedió a apretujar los hombros del chico con sus manos repletas de ayeres, observaba con antojo como gotas de sudor brotaban de su cuello para perderse dentro de su playera— estás sudando mucho mi rey, déjame limpiarte— se aventuró a introducir sus manos en la ropa para tocar su pecho, la humedad en la joven piel la hacia suave al tacto y sumamente manoseable.
—Me va a dar un derrame en cualquier segundo— el estatus ya estaba llegando a un punto crítico, en cualquier momento pareciera que fuera a desfallecer.
De pronto un grito de mariachi atravesó el edificio robándose la atención de todos los presentes.
—Ya vino este cabrón a chingar, ahorita le parto su madre— la mujer se aventuró a buscar en su escritorio algún objeto afilado.
Hiro suspiró aliviado y una sonrisa se dibujó en su rostro— Yo me encargo no te preocupes— alegre salió caminando para toparse con Miguel.
Cuando el gallo de Santa Cecilia observó a "su novia" salir para toparse con él, empezó su a reproducir una pista en unas bocinas que se veían bastante caras.
El sonido de festivos acordeones y majestuosas trompetas se apoderó del lugar, de la espalda del mexicano salieron disparados costales de rosas que explotaron en el cielo y provocaron una lluvia de pétalos. Se había esforzado cómo nunca para que el momento fuera perfecto.
Cerró los ojos un segundo, tomo mucho aire y empezó el espectáculo
¡Échele mariachi!
Está va pa' ti chiquita. Porque las yeguas más rebeldes son las más deliciosas de cabalgar, ¡si señor!
¡Ajua!
He venido desde muy lejos
Pa' decirte que te quiero
Regálame tan solo un beso
Anda chino seas culero
Tu llevas shorts en vez de falda
Mentiroso, bandolero
Yo se bien que eres vieja
Debajo de todo el cuero
Ayayaaaaaaaaaaayyyyyyy
Así es amados lectores, desgraciadamente a nuestro héroe se le acabaron las palabras románticas por allá entre el noveno y décimo intento, ahora empezaba lentamente a volverse un poquitín más agresivo en sus canciones.
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Toloache para el chino (Higuel)
HumorQuizá a México le faltan huev... para conquistar China pero esos a Miguel le sobran. Acompaña a nuestro héroe a afrontar una aventura llena de triángulos amorosos, escenas subiditas de tono, amores prohibidos y grandes peligros todo para conseguir e...