Sábado en la tarde

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Mientras caminábamos a Chipichape, ellas comenzaron a hablar de cosas que les habían pasado en vacaciones. Recordando hasta el más mínimo detalle, como (sabes, terminé con mi novio) decía Megan. (Lo sé, lo publicaste en Facebook como un millón de veces. Pero mejor así, él era un cretino) y lo cual Megan indignada respondía (Sí, lo sé, pero no tienes derecho a decirle así a él, yo lo amaba) y la otra respondía, (well, good for you). Megan parecía no entender el inglés y decidió cambiar de tema tan pronto como Kayla pronunció Well.

Al rato no quise seguir escuchándolas y me concentré en el camino. Era un viaje largo desde el edificio de inglés hasta el C.C. y se hizo mucho más largo desde que ellas comenzaron a hablar de chicos y maquillaje, aunque el clima era inclemente, la sombra era lo único que nos protegía. Los árboles sembrados eran buenos, pero hacían falta muchos más.

“Adam –me llamó Kay, ya que la pequeña prima no se dirigía hacia mí con tanta educación–. ¿Qué opinas?”

(¿De qué?) Pensé y quería decirlo, pero me detuve a tiempo. Sería muy grosero simplemente decirle algo así. Me encogí de hombros y dije lo que creía. “No… nada, creo.”

Kay sonrió y se dirigió hacia su prima.

“¿Ves? Un tatuaje no sería ideal para ti en este momento. Adam lo confirmó.”

(¿Cuándo comenzaron a hablar de tatuajes?)

“Emm... joven –dijo con cierta zozobra Megan–. ¿De verdad crees que un tatuaje en la espalda baja es malo?”

“Oh –dije, sintiéndome tonto–, la verdad, hmm, no me gustan mucho los tatuajes.”

“Igual a mí –Kay habló–. Me parecen de mal gusto, o sea, obviamente cualquiera hace lo que quiera con su cuerpo, pero ¿pintárselo permanentemente? Eso si no va conmigo.”

Ellas siguieron discutiendo tan apasionadamente, que me concentré un poco más en lo que decían, sin embargo estaban estancadas en ese punto.

Ya pasadas las 12:45, llegamos a Chipi, que estaba lleno de vida, con compradores, visitantes, extraños y trabajadores pasando por todos los pasillos, sin reparar en nosotros tres.

Yo estaba sudando a montones, en cambio ellas dos parecía que solo hubieran caminado unos cuantos metros, porque se veían bien, no estaban sudando, y sus mejillas estaban más rosadas.

“Entonces, ¿qué quieren hacer primero?” Pregunté, todavía no sabiendo para qué Kayla me había pedido que la acompañara.

“Vamos a tomar algo, me muero de sed.” Dijo ella.

“Pero antes, tengo que ir al baño, ¿me acompañas, prima?”

Caminábamos todos hacia los baños, que estaban por el parqueadero que quedaba cerca al Hotel de Chipichape. Subimos las escaleras y me senté a esperarlas en unas bancas afuera de ambos baños, a mi lado se sentó Kay. “¿No ibas a entrar?”

“Ella solo me dijo que la acompañara, no que entrara con ella. Me imagino que pensabas que nosotras las mujeres siempre entrabamos en... ¿cómo se le dice?”

“¿Bandada?”

Yep, that. Que entrabamos en bandada al baño, ¡ja! Don't make me laugh.

Independientemente de lo que dijera, me gustaba verla, escucharla e intentar entenderla cuando hablaba inglés. Lo hacía tan natural que era perfecto.

“Gracias.” Soltó ella, y eso me sorprendió.

“¿Por qué?”

“Por venir, claro. Mi prima se vuelve un poco pesada a veces y es muy malo soportar eso sola.”

Forevah, yours ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora