Cuando la clase de escritura empezó, me sentía feliz, no solo porque esa clase era una de mis favoritas, sino también porque para la profesora yo tenía talento. Me lo recordaba a cada momento en la entrega de trabajos, y hacía más correcciones y anotaciones que en los de los demás. Pero en toda la semana me había sentido contento... no, creo que más que eso. Emocionado, extasiado, deslumbrante, algo irreverente con las personas, pero muy, muy feliz con la vida.
Había logrado avances con Kayla, que se estaba convirtiendo en la chica de mis sueños. Hermosa, divertida, inteligente y lo mejor: sabía inglés. ¿Qué más podría pedir?
Y creía que esa felicidad que irradiaba como luz, la sentían los demás, porque comenzaron a hablar más conmigo, bromear conmigo -no de mí- y a integrarme más en el grupo en general. Incluso yo no podía parar de sonreír.
Pipe también se sentía contento por mí, pero más por él mismo. Aunque no había tenido noticias de la respuesta de Megan, no podía esperar a ir -de nuevo- el sábado para encontrarse con ella. Yo le decía que no se emocionara tanto, Megan no era la persona más especial y encantadora del mundo, pero le tenía sin cuidado. Más bien me decía que así eran las mujeres más interesantes del mundo. Independientes y bravas.
Yo a la vez rodaba los ojos y esperaba a que cambiara de tema.
Inclusive, Pipe no paraba de preguntarme por lo que había pasado cuando nos dejó, en los ratos libres que no hablaba de Megan, claro. No tenía por qué contarle lo ocurrido, bueno, no todo, pero quería mantener lo del beso para mí solo, o hasta que oficialice una relación con la chica más linda que haya besado.
La profesora explicó un tema nuevo que era más de práctica que de teoría. Algo relacionado con: Cómo manejar la crítica buena, mala y perversa.
Al instante que la escuché, me gustó el tema. Aunque no mucho a la hora de la práctica.
-Escribir un cuento corto en quince minutos. Lo más detallado, limpio y entendible.
-No colocar el nombre de la persona que lo escribió.
-Idear tres títulos diferentes entre sí, y que ninguno hable de la historia en concreto.
Por ahora se veía fácil. Eso era solo teórico. Ya que en el momento de la práctica, todos nos sentábamos en un círculo en el suelo, atentos a escuchar los cuentos, y debíamos de tener una crítica para la corta historia que la profesora leía.
‘... Y así fue como el tomate aprendió que no era bueno querer ser quien no eres. Fin.’
Leyó el cuento de Anna, lo reconocí porque ella era una compañera que estaba un poquito obsesionada con los vegetales y frutas, tanto como de las dietas y mantenerse en forma.
“¡Felipe! –La profesora le gritó alegre–. Es tu turno. Vamos, dinos tu critica, muchachote.”
Él se puso rosado, pero se aclaró la garganta y habló: “No está mal. Perooo… creo que le faltó una pisca de sal a la historia. ¿Un tomate que no pudo estar en la ensalada dulce y por eso intentó cambiar su forma y que-tales, solo para ser aceptado? Trillado.”
Anna se puso colorada de la vergüenza, pero no dijo nada. ¡Claro! En esa actividad la única regla verdadera era escuchar en silencio. No respuestas, no excusas.
La profesora asintió interesada y colocó la hoja del cuento boca abajo en el suelo. Eso significaba que la crítica fue Mala.
Revolvió más hojas y sacó una que me era bastante conocida.
‘Se quedan en la orilla’ se leían los subtítulos en una pantalla gigante mientras hablaba un científico con acento extranjero, vocalizando como si se estuviera dirigiendo a niños pequeños. ‘No suben, no bajan, se quedan estancados en la orilla, conocida como Estratosfera...’
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Forevah, yours ©
Teen FictionAntes que nada: esta obra está registrada en la Dirección Nacional de Derechos de Autor Colombia. Y tengo todos los derechos reservados. Es una historia de amor contemporánea que se da en la ciudad de Cali. Teniendo por protagonista a Adam Valdez, j...