Viernes

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De haber estado de buen humor, mi tío me hubiera dejado ir a la casa de Kayla sin ningún problema, pero, él era del tipo de personas que no acostumbran a salir con amigos, ni dejan que otros se diviertan si tiene poder para hacerlo. Por supuesto lo tenía, mis padres lo habían dejado como mi tutor legal por el tiempo que ellos estuvieran fuera trabajando.

Detestaba la idea de verme obligado a estar en casa, casi encerrado como en una cárcel sin hacer nada más que ver televisión, escribir, leer y jugar juegos de video en el computador. No era una mala vida, solo que me tocó una mala persona para vivirla.

Mis padres se molían la espalda para vivir con comodidad y lujos. Enviaban dinero, lo suficiente como para que yo sobreviva sin un empleo, y mi tío lo gastaba apenas llegaba. Yo alcanzaba con dificultad a guardar unos pesos en mis bolsillos, y compraba unos libros y ropa.

Pero ese día, el viernes mis padres habían enviado dinero para el mes entero. Yo estaba dispuesto a rescatar lo más que pudiera para mí mismo, sin embargo, después de la Universidad corrí directo al banco y esperé paciente en la cola, mientras un solo cajero atendía a cientos de personas. Ese era un trabajo duro, porque había que aguantar todo tipo de groserías de todo tipo de personas cuando una transacción no salía bien o se demoraba más de lo usual.

Como sea, al momento de mi turno el cajero con una voz cansada me dijo que alguien ya había retirado todo de la cuenta. ¡Esa misma mañana! Lo miré sin comprender un instante, hasta que la rabia me invadió y salí por la puerta corriendo directo a la casa.

“Tú… –dije jadeando contra el marco de la puerta. Mi tío bien sentadote contra el asiento de la sala viendo una pelea de Artes Marciales Mixtas en la televisión–. Dame mi… dinero.”

Él no pareció reparar en que le estaba hablando, hasta que las propagandas llegaron y levantó la vista hacía mí: “Que mal que eso pase, y la pelea estaba de infarto con esos puños –cogió el control y cambió de canal–. ¿Hace cuánto llegaste, sobrino? No te había visto.”

Intenté tomar aire y no estrangular a mi tío, aunque hubiera sido inútil, porque mis manos no eran tan grandes como para pasar alrededor de su cuello ancho. Él encajaba en la categoría de los flacos con barriga de gordos y lideraba el primer lugar. Era alto, casi un metro ochenta, con cabello castaño oscuro y cara cuadrada. Tenía una sonrisa que parecía veneno puro cuando quería, y unos ojos oscuros muy perezosos.

Mi tío no era un galán, ni mucho menos, pero tenía una novia de verdad, ambos se amaban mucho, pero la que mandaba la relación era ella. Además, ella tenía dos hijos que eran una pesadilla viviente. Y juntos eran la feliz familia de monstruos Valdez Serrano.

No, mentiras, los cuatro no eran tan malos, bueno, si solo sacábamos a la novia, que sería una especie de tíastra no malvada, en ese momento, sí serían una familia de monstruos como tal.

En fin, cuando mi tío se levantó del sofá para buscar una gaseosa en la nevera, vi que su bolsillo estaba lleno de dinero. Él lo había dejado así, a medio salir un billete de cincuenta mil pesos para burlarse de mí.

“Supe que alguien ya había sacado todo el dinero que enviaron mis padres,” intenté sonar casual y calmado.

“¿Ah, sí?”

“Sí, y quiero por favor mi parte del dinero.”

“Bueno, niño. Veo que ya has aprendido a tener modales para con tu tío favorito –dijo mientras sacaba una Coca-Cola en lata. La destapó y tomó un gran sorbo, haciendo bastante ruido cuando eructó–. Lo pensaré cuando me traigas de la tienda un gran paquete de papas.”

Forevah, yours ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora