Capitulo 14:

1K 25 2
                                    

La música resonaba en los oídos de Martina dejándola sorda. Se alejó del equipo de música que tenían en la fiesta hacia un lugar más tranquilo. El vestido negro se arremolinaba a su alrededor cuando andaba creando la sensación de que flotara. Era una de las invenciones de la amiga de Mariana que estudiaba diseño.
No tenía humor para estar allí, no después de conocer lo que Mechi le había ocultado y unir todo. Fue incapaz de pedirle al director un teléfono o la dirección de su casa por miedo a que sospechara algo. Y encima ella no recordaba dónde vivía porque no se fijó cuando la llevó a casa, preocupada como iba por ese cambio de actitud.
Ahora las cosas podrían ser diferentes; él ya no trabajaba en la universidad y ella era licenciada. La alegría se veía nublada por la pérdida de Diego.
Mercedes era la que había insistido en que fuera a la fiesta y, después de ser su paño de lágrimas, no podía hacerle el feo. 

-¡Aquí estás! - Exclamó Mechi. - ¿Qué haces tan parada? Es una fiesta.
-Quedamos en que vendría. No que me divertiría.
-Se supone que es el objetivo de una fiesta.
-Ya... Pues en mi caso hace una excepción.
-Mira Martina, eres licenciada; ahora tu objetivo es encontrar trabajo, salir con tíos, beneficiártelos y disfrutar de la vida.
-¿Y cómo hago eso si sé que he perdido el amor de mi vida? - Mercedes suspiró.
-¿Te sentirías mejor si le rompieras otra cosa a Jorge?
-No juegues con eso, Mechi.
-Fuiste tú la que jugó. Nada más verlo en el bar te echaste sobre él. Míralo.

Martina siguió la dirección que le indicaba su amiga hasta localizar a Jorge. Iba con un jersey de cuello alto blanco y unos vaqueros. Su cara aún conservaba la hinchazón y su nariz estaba protegida por una prótesis para evitar que se la rozara.
-Se lo tenía merecido. - Masculló.
-Joder, Martina , no le diste ni tiempo a defenderse. Le atacaste y le rompiste la nariz. - Ella sonrió.
-Pero me quedé a gusto.
-Si, y tu mano también. ¿Todavía te duele?
-No. Una semana más y me quitarán el vendaje.
Un hombre se acercó a ellas con algunas bebidas y se pusieron a charlar. Muchos de ellos se despedían esa noche de sus compañeros, unos ya licenciados y otros continuando la carrera.
Ahora tendría que volver a casa y encontrar un trabajo. Quizás el cambio de ciudad la ayudara a olvidar.
-Martina...- Mechi se puso delante de ella sonriente. - ¿Y si pudieras pedir un deseo?
-Mechi... - Suspiró poniendo los ojos en blanco. - Hoy no es ningún día especial.
-Es la fiesta de los licenciados, el fin de los exámenes y... qué demonios, di lo que quieres.
-Ya sabes lo que quiero. A mi profesor.
-Genial... Porque viene hacia aquí. - Contestó dándole la vuelta a Martina y enfocándola directamente a la mirada escrutadora de Diego.

Contemplándolo como si fuera una alucinación, Martina fijó la vista empezando desde abajo, en los vaqueros que ceñían las piernas y caderas de él; la camisa blanca que protegía un torso musculoso y amplio que varias veces la había abrazado y protegido. Encima de ella llevaba un chaleco marrón que no hacía más que marcarse sobre el cuerpo. Siguió subiendo hasta su cara donde descubrió que aún continuaba mirándola pero se había detenido. La gente comenzaba a darse cuenta de su presencia y pronto todo se quedó en silencio mientras ellos se miraban sin percibir las miradas de otros.
Martina abrió los ojos sorprendida por el avance rápido de Diego hacia ella y cuando la cogió de la cintura y la impulsó hacia él apropiándose de sus labios fue como si estallara en ella un fuego que la recorrió por todo el cuerpo. La besó como nunca antes lo había hecho, dejando que su obsesión por ella y su amor los embargaran a los dos. 
-Tenía ganas de hacer esto... - Murmuró cuando se apartó de los labios. Ambos estaban jadeantes y llenos de pasión poco satisfecha con solo ese beso.
- Diego...
-Mercedes me dijo que estarías aquí.
Ella se volvió hacia su amiga que los miraba complacida por lo que acababa de pasar. 
-Me contaste cómo era la casa así que entre mis amigos nos recorrimos toda la ciudad en busca de algo así. Aunque te acordabas de poco pudimos dar con ella y después solo hubo que hablar con él.
-¿Pero cómo?
- Mujer, una tiene muchos conocidos en la ciudad. Solo era cuestión de preguntar y buscar. Aunque a unos cuantos les debo una sesión doble...
Martina abrazó a su amiga agradecida por lo que había hecho.
-Ahora disfruta de tu hombre. Y recuerda que te debe una por tenerte semanas llorando por él.
-Si... Se lo haré pagar.
Mechi se despidió de ellos para dejarlos a solas aunque el resto de la gente seguía mirándolos asombrados por esa relación.
En ese momento, Martina se puso nerviosa. ¿Cómo decirle al hombre que ha dado su trabajo por ti que lo amas? Lo había perdido todo por ella...
-Te quedaste sin trabajo... - Murmuró sin mirarle a los ojos.
-No es una gran pérdida. Además, ya he encontrado algo. No es en educación, pero tampoco está mal cambiar un poco.
-¿Ya encontraste trabajo?
-En un laboratorio. Me encargo de algunas pruebas y experimentos en entornos cerrados.
-Me alegro. No quería que por mi culpa tú...
-¿Y tú has pensado lo que vas a hacer?
-Pensaba irme a casa y buscar trabajo en mi ciudad.
-¿Aún lo piensas?
-Puede... - Dijo con malicia. Hizo amago de sonreír pero se quedó a la mitad cuando vio el semblante de Diego.
-Vale, es suficiente. Ya no aguanto más...- Soltó de pronto Diego y se agachó frente a ella.

Lo siguiente que sintió fue que su cuerpo se doblaba sobre el hombro de Diego y éste la levantaba del suelo. Sus manos quedaron en la espalda de él mientras que las piernas iban por delante.
Gritó asustada y avergonzada por partes iguales mientras trataba que la soltara.

-¿Qué haces?
-Me la llevo. Es mía. - Respondió en voz alta haciendo que algunos se rieran a carcajadas.
-¡Diego bájame! - Chilló ella.
-No. Si prefieres que te folle aquí delante por mí no hay problema. Pero quieras o no te voy a demostrar lo que siento por ti, y no solo en cuanto al sexo.

Se quedó callada no porque no tuviera nada que decir, sino porque la declaración que acababa de hacer la dejaba sin palabras.
No se resistió más y trató de no mirar a nadie a la cara o de oír los comentarios que lanzaban. La llevó a cuestas hasta el coche y la bajó solo cuando le abrió la puerta.

-¡Lo sabía! ¡Habían engañado a todos! - Gritó uno. Diego se dio la vuelta y Martina se movió un poco para ver de pie a Jorge. Con la nariz partida la voz le salía rara y por eso no lo reconocía.
-Un momento, martina.
-¿Qué vas a hacer?
-Ocuparme de un asunto.
La dejó sola y recortó la distancia hacia Jorge
-Ya no te importa con quién esté o deje de estar.
-¡Mantuvieron una relación!
-¿No será que ella te gusta? - Jorge enrojeció. Diego le cogió del jersey y lo estampó contra la pared. -Es mía... Mi mujer. Así que será mejor que no te metas en su camino nunca más. ¿O prefieres tener a juego tu miembro con tu nariz?
Lo soltó sin esperar respuesta. Sus ojos llenos de pánico y los sudores fríos que le recorrían la cara eran suficientes para él.
Volvió con Martina deseando llegar a casa por primera vez en semanas

Mi profesor *HOT*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora