Diego se arrancó los pantalones a tirones y se metió de nuevo a la ducha poniendo el agua lo más fría que daba el mando de la ducha. Si por él hubiera sido la hubiera follado allí mismo pero se merecía un buen castigo y no iba a ser él quien se dejara llevar por su miembro
Bajó su mirada para ver que su miembro palpitaba de deseo. Le dolía mucho pero aún podía soportarlo con tal de verla soportar un nuevo castigo. Uno que esperaba soportara, por el bien de su propio miembro.****
Martina bajó como pudo las escaleras al salón. Diego le había puesto unos calcetines y prestado unas zapatillas pero le estaban demasiado grandes y, a mitad del camino, se deshizo de ellas. El jersey y los pantalones tampoco le quedaban bien pero estar rodeada de su olor era más que suficiente para que se los dejara puestos.Se acercó a uno de los muebles y observó las fotografías. En una de ellas aparecía una mujer con tres niños pequeños iguales entre sí. Todos sonreían felices. Otra imagen era de él con tres mujeres a su alrededor. Paseó por el salón deteniéndose a ver las fotografías. Había muchas pero la que más le gustó fue la de Diego en el suelo de un jardín rodeado por siete niños de distintas edades.
-Son mis sobrinos. - Le dijo bajando la escalera.
Martina volteó a verlo y se derritió de deseo por ese hombre. Diego le había dejado unos boxers para cubrir sus partes y que no le rozara el pantalón y se puso aún más caliente al pensar que el miembro de él había tocado algo que ahora estaba tan cerca de ella.
-Eres muy familiar. Tienes muchísimas fotos.
-Me gustan las familias numerosas. En eso no me parezco mucho a mis hermanas.
-Tienes tres, ¿verdad? - Diego asintió. - Se parecen entre ustedes.
-Salvo en el sentido de la responsabilidad... - Murmuró.
Diego miró el reloj antes de mirarla a ella.
-¿Tienes hambre?
-No mucha.
-Encenderé la chimenea para que caliente la habitación. ¿Quieres algo de beber?
-Un café estaría bien. No quiero ver ni una gota de alcohol en mi cuerpo durante un tiempo.Él sonrió y dio la impresión que aguantaba la risa. Se acercó a la chimenea y se agachó para encenderla. Martina le contemplaba maravillada. Se había puesto unos pantalones negros de pijama y una camisa también a juego que tenía desabrochada.
Se mordió el labio al bajar y ver su trasero tan firme y duro que le daban ganas de acercarse, tocarlo y hacer muchas cosas pervertidas más. De pronto pensó que no necesitaba la chimenea para caldear la habitación, solo a Diego.
-Profesor...
-DIego - Rectificó él. - Ahora puedes llamarme Diego.
-Vale...Diego. - Olas de placer estremecieron su cuerpo al pronunciar su nombre y sentir que entre ellos nacía tal intimidad. Estaba segura de que a él le había pasado lo mismo. - Debería irme a casa.
-Son más de las una de la mañana. Te quedarás aquí y por la mañana te llevaré a tu casa.
-Pero...
-Tampoco creo que vayas a dormir mucho. - Interrumpió dejándola boquiabierta.
Diego se levantó y la miró. Esbozó una sonrisa lujuriosa y salió hacia la cocina.
-Si tienes que llamar a alguien para avisar el teléfono está al lado del televisor.
Martina se acercó al teléfono y marcó el número de Mechi esperando pillarla despierta y, por supuesto, que no estuviera con algún o algunos de los suyos en una situación que le imposibilitara responder.
Tras el cuarto tono la voz de Mercedes le rompió el tímpano.
-¡Papa Noel te ha escuchado! - Gritó lo más fuerte que pudo.
-¿¡Quieres bajar el tono de voz!? ¿¡Y cómo sabías que era yo!? Dime ahora qué hago.
-Mujer, no querrás que te explique lo que tienes que hacer, ¿verdad? Creo que ya eres mayorcita para saber qué pasa entre un hombre y una mujer.
-No me refiero a eso, nosotros ya...
-¡No jodas! ¿¡Ya lo hicieron!?
-¡¡No!! Bueno, no del todo... Mira, esto no es para hablarlo por teléfono.
-Tienes razón, quiero detalles y eso solo lo conseguiría viendo tu cara mientras me lo cuentas. Pero antes de pasar a otro tema... ¿La tiene grande?
-¡Mercedes! - Gritó.
-¿Pasa algo? – Diego se asomó por la puerta al escuchar el grito.
-No... Nada... Lo siento. - Dijo colorada. Él no se quedó muy satisfecho pero volvió a la cocina.
-Joder, me has dejado sorda.
-Mira quién fue a hablar.
-Bueno, ¿qué quieres?
-No voy a poder ir al piso hasta mañana..
-Mira que bien... ¡Chicos, ya tenemos sitio! - Gritó un poco más separada del teléfono.
-¡Hey! No metas extraños al piso.
-No son extraños. Son amigos míos. Además, solo son dos. Ya sabes que las cosas dobles, sientan mejor.
Martina negó con la cabeza. Nunca iba a poder entender a Mechi y su forma de ver la vida.
-¿Por casualidad cogiste mi chaqueta?
-Si, la tengo conmigo. Te la dejaré en tu habitación cuando llegue. Junto a tu teléfono, las llaves y todo lo que habías metido. ¿Es que tus pantalones no tenían bolsillos?
-Me hacían formas muy feas. - Oyó suspirar a Mechi y sonrió.
-Bueno, ¿algo más?
-No... Si... Feliz Navidad.
-Escúchame bien, Martina.Sea como sea tienes lo que querías; no lo eches a perder. Y quiero detalles. Si es necesario apunta todo.
-Cotilla...
-Yo también te quiero. - Replicó ella colgándole.
Diego salió de la cocina con una taza llena de café con leche y se la dio a Tini.
-¿Todo arreglado?
-Si. Gracias por dejarme llamar.
-No hay de qué. Puedes sentarte, estarás cansada.
-Gracias.
Martina se sentó en el sofá mientras él la observaba apoyado en la puerta que daba al jardín. No le quitaba los ojos de encima lo que empezaba a excitarla.
-¿Vives solo? - Preguntó con el objetivo de centrarse en la conversación y no en los temblores que la pequeña, húmeda y más ansiosa parte de su cuerpo ya empezaba a enviarle para que se encargara de ella.
-Si.
-¿Y tus padres?
-Viven con mi hermana menor y su marido. ¿Qué hay de ti?
-Vivo en un apartamento con Mechi. Mis padres viven en otra ciudad así que mientras hago la carrera estoy fuera de su radio de influencia.
-Lo que quiere decir que haces lo que quieres.
-Dentro de un límite.
-¿La seducción entra en ese límite?
-¿Qué?
-¿Por qué ese chico te echó encima la bebida?
-Estaba borracho. - Contestó quitándole importancia. - Todos hacemos algo de lo que arrepentirnos cuando estamos borrachos. ¿Estás celoso? - Le preguntó atónita por lo que estaba descubriendo. ¿Realmente sentía celos de jorge?
-Quería que le respondieras algo. - Comentó obviando la pregunta pero afectado por ella.
-¿Me estabas espiando?
-No. Solo pasaba por allí para coger mi coche. El restaurante donde nos reunimos con mi familia estaba cerca de allí. Te vi hablando con tu amiga.
-Mechi...me preguntó qué era lo que quería como regalo de Papá Noel.
-¿Y?
-¡No pienso decírtelo! Si no se lo dije a Jorge, ¿por qué iba a decírtelo a ti?
-Porque sabes que yo puedo castigarte si no me obedeces. - Contestó con tranquilidad pero ese tono de voz envió una oleada de vibraciones a su vientre y éste se contrajo.
-Le dije que quería...
-No vale mentir. - Cortó él acercándose a ella. Le quitó la taza ya a la mitad y la colocó sobre la mesa que había al lado del sofá. - ¿Qué pediste?
-A ti. - Respondió mirándolo a los ojos y esperando sorpresa.
Una sonrisa atravesó el rostro de Diego.
-Levántate y desnúdate. Quiero mirar el premio que me ha tocado.
-Quien te pidió fui yo. - Replicó ella.
-Pero soy yo quien va a disfrutar de ti. – Contra atacó él.
Martina se levantó del sofá y se puso delante de la chimenea. Había una alfombra debajo que la protegía del frío del suelo y el fuego de la chimenea la mantendría caliente hasta que él la tocara incendiándola.
-Desnúdate. - Repitió él mientras regresaba de la pequeña cantina que Diego tenía y se sentaba en el sofá con una copa rellena con un liquido ambarino en la mano.
Ella se miró sin saber bien qué quitarse primero para excitarlo más. Miró a su entrepierna y vio que estaba ya duro. Sin duda hiciera lo que hiciera no necesitaba estimularlo mucho.
Se mojó los labios pasando su lengua sensualmente por ellos y cogió la cinturilla de los pantalones para deslizarlos fuera de sus piernas. Al tener que agacharse para sacarlos de las piernas se dio la vuelta para que Diego tuviera una buena vista de su trasero con los boxers que él le había dado.
Sentía su mirada recorriéndole todo lo que iba dejando libre de ropa y ese roce, aunque no fuera físico, empezaba a quemarle. Era como si su mirada pudiera tocarla y pronto sintió que le faltaba el aire. Al incorporarse sus miradas conectaron robándole un gemido y haciendo que cerrara sus piernas conteniéndose. Si seguía así se correría sin que la hubiera tocado.
-Las piernas abiertas, Martina- Le informó él con seriedad.
Ella las abrió de nuevo y cogió el jersey para quitárselo lentamente, para hacerle sufrir. Cuando se lo levantó por la cabeza solo le quedaba deslizarlo por sus brazos pero al abrir los ojos se encontró con Diego delante suyo.
-Mantén esa postura. No te muevas hasta que yo te lo diga.Martina lo miró contrariada pero hizo lo que le pedía y se quedó quieta mientras él volvía al sofá y se sentaba con las piernas abiertas. Su erección parecía más grande que antes y la excitación que ella tenía también había crecido al tenerlo tan cerca.
Ahora su mirada la recorría por todas partes. Aún cuando echaba un trago de su bebida la miraba. Los jadeos se multiplicaron y notaba que los boxers se mojaban y empezaban a gotear; su sexo palpitando y temblando de expectación. Llevaba así varios minutos y no parecía que se cansara de mirarla solamente. Iba a tener un orgasmo delante de él y ni siquiera la había tocado. ¿Qué influencia tenía él en su cuerpo?
-Córrete Martina .- Siseó él.
Como si él le hubiese presionado un botón, su orgasmo salió disparado y se corrió por segunda vez cayendo de rodillas mientras los espasmos dominaban todo su cuerpo. Tras unos minutos en los que pudo recuperarse lo miró.
-Ven aquí.
Ella se quitó del todo el jersey y gateó hacia él incapaz de sostenerse en sus piernas después de ese nuevo orgasmo. Se metió entre sus piernas y se sentó sobre los muslos para mirarlo. Él se inclinó sobre ella y la cogió por los hombros para levantarla un poco sin que dejaran las rodillas el suelo.
-Quiero comerme mi postre... Y ese postre eres tú. - Le dijo cogiéndole la barbilla y besándola apasionadamente.
